Capítulo 24

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Lain, era la segunda persona que no deseaba ver, la primera era Dissarno. Él era un hombre testarudo, creía que el dinero lo podía comprar todo. Para mi desgracia lo tenía frente a mí. Sonreí y lo saludé jovial. El plan era ganarnos la confianza de Dissarno y teníamos que comenzar con su nueva mano derecha, Lain.

— ¿Estás aquí o en la luna, Harris?— expresó sacándome de mis pensamientos.

— ¿Cómo estás, Lain?

—Me va bien. No puedo quejarme—sonrió— ¿Cómo te fue en el vuelo?

—Bien, no puedo quejarme—arqueé una ceja, respondiéndole de la misma manera.

Él soltó una carcajada.

—Me tengo que ir—fue todo lo que pude soportar cerca de él.

Caminé con rumbo a la bodega, que era como los demás llamaban al centro de reunión estratégica. Sentí como alguien estaba detrás de mí, supe que era él.

—Nina—pero no me giré, seguí caminando— ¡Nina!— me gritó. Se acercó y me tomó fuerte del brazo, lo cual me hizo voltear—Te estoy hablando, ¿Qué no escuchas?

— ¿Qué es lo que quieres, Lain? —me solté con brusquedad

— ¿Por qué te vas?

—Tengo cosas que hacer— le mentí, al mirarlo con ojos de recelo.

— ¿Qué le viste al imbécil de Adam Jones?

— ¿A qué viene esa pregunta? —lo miré fijamente

—Quiero saber que le viste a él.

Supe para donde se dirigía nuestra conversación. Él me juró amor eterno; sin embargo, nunca hizo algo bueno para demostrarlo.

—A diferencia de ti, Lain, él tiene algo que tú nunca tuviste y nunca tendrás.

— ¿Qué?

—Corazón, con su cariño y amor me conquistó. Algo que tú no tienes.

—Eres una...— levantó su mano para pegarme, pero yo se la detuve.

—Solo te lo diré una vez, Lain. Así que escúchame con atención. Aquí soy de las mujeres más fuertes, recuerda que llevé un entrenamiento especial y sé desarmar a un hombre en menos de 15 segundos. Vete con mucho cuidado— tomé su brazo y lo pasé detrás de su cabeza— si fuera tú, me mantendría alejado. Ya no soy la niña ingenua, que llegó aquí hace años. Recuérdalo, idiota—solté su brazo y caminé unos cuantos pasos.

—Te sientes muy segura, ¿verdad? —me tomó de la muñeca—pero no te durará mucho. Pronto caerás y nadie te protegerá— me dijo al oído soltándome de la muñeca.

Le levanté el dedo del medio y seguí caminando. Si una cosa aprendí en este mundo, era ser ruda y a no confiar, porque te pueden traicionar; también aprendí a lastimar, por eso que no quise que Adam viniera. No era su mundo, sino, el mío. Crecí aquí.

Entré a la sala, ahí estaban mi hermano y mis amigos, mirando lo que había

— ¿Qué es lo que miran?— ellos sólo brincaron del susto.

—Nina, me asustaste— dijo Annie

— ¿Qué miran?

—La tecnología que Dissarno tiene aquí, es equipo de primera—respondió Michel

—Recuerda su lema.

—Si no es lo mejor, todo saldrá peor— dijimos Eitan y yo al unísono.

Todos reímos.

La sala era bastante grande. Lo que pude observar a simple vista, había rastreadores digitales y grabadoras. Alrededor de la habitación, tenían computadoras de ultima generación, sillones, mesas, todo el equipo era de primera. Era como sacado de una película, pero no era ficción, era mi realidad, mi pasado y mi nuevo presente.

—Creo que será mejor que nos vayamos—comenté

Salimos con mucho cuidado de la sala de estrategias para que nadie nos viera, recorriendo el pasillo, salimos a la entrada de la bodega donde vimos que llegaban más camionetas, de una Tohe se bajó Dissarno, el cual, nos saludó muy entusiasmado.

—Annie, querida, ¿cómo has estado?—besó ambas mejillas.

—Dissarno—sonrió

—Michel, hombre, se ve que te ha ido muy bien— lo abrazó

—No me puedo quejar— dejó de abrazarlo y estrechó su mano.

—Nina—se dirigió a mí —se nota que estos años te han sentado muy bien. Te ves de maravilla— me abrazó y besó mis mejillas.

—Que te puedo decir, no me puedo quejar—fingí mi mejor sonrisa.

—Sí, no se puede quejar—habló una gruesa voz que se encontraba a mi espalda — se casó con uno de los hombres más ricos del país— supe que era Laín, pasó por un lado de mí y se colocó a la derecha de Dissarno, quedando frente a mí. Lo vi con desprecio y él sostuvo la mirada, si fueran armas, los dos estaríamos, gravemente heridos.

—Sí, me enteré de eso— señaló Dissarno, sacándonos del trance a él y a mí —Felicidades, espero y podamos hacer negocios juntos, Señora Jones— noté sarcasmo en su voz.

Miró a Eitan y ambos asintieron, Dissarno caminó con rumbo a su oficina, la cual estaba al fondo del pasillo, por el cual, acabamos de pasar.

—Felicidades— le dijo Annie a Lain, ya que Dissarno, desapareció de nuestra vista.

— ¿Por qué? —preguntó irónico, porque él sabía la respuesta.

—Por seguir siendo un cretino—respondió Annie— veo que no todas las personas cambian con el tiempo, unas siguen siendo las mismas, después de todo.

Él se quedó callado, caminó para dirigirse con Dissarno. Cuando pasó por un costado de Annie le susurró algo al oído, algo que yo escuché

—Cuando menos se lo esperen todos lo pagaran, en especial...—apuntó ligeramente hacia mí.

—No te tengo miedo— respondió ella.

—Te crees mucho, porque eres la mano derecha de Dissarno ¿no? —expresé defendiéndonos— pero que no se te olvide que tu saliste de las calles al igual que nosotros y peor aún, cuando te recogieron eras un drogadicto de los peores. Así que no te creas superior a nosotros, porque no lo eres— mi voz fue fuerte. Lo miré a los ojos, lo reté con la vista.

—Yo sé lo que soy ahora y tarde o temprano me la pagaran. Los cinco, me la pagaran.

— ¿A qué te refieres somos cuatro? —preguntó Annie

—Yo sé de lo que hablo— nos miró fijamente a los cuatro, sin expresión y caminó con rumbo a la oficina de Dissarno.

Mentiras EstafadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora