Capítulo 43

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Desperté a la mañana siguiente. Adam me abrazaba, tenía sus manos sobre mi vientre, las quité con cuidado, me levanté y metí a bañar. Cuando me estaba bañando comencé a sentir ascos, así que salí de la ducha, me enredé una toalla y vomité en el escusado.

— ¿Estás bien, Nina?— preguntó mi esposo

No respondí, no pude. Se metió al baño, tomó mi cabello y sobó mi espalda con su mano izquierda.

—Ya pasará

Terminé de vomitar y Adam me pasó otra toalla que estaba en el lavamanos

—Gracias— traté de sonreír.

— ¿Cómo te sientes?

—No muy bien. Siento un vacío en el estomago

—Debe ser hambre. Bajaré para hacerte el desayuno.

Terminé de bañarme, me puse un vestido bastante sencillo y un poco holgado, ya que los otros vestidos me quedaban un poco ajustados, no mucho pero si un poco, cuando me los pongo sólo parece que aumenté uno o dos kilos de peso. Fui a la recamara, me cepillé el cabello y me maquillé natural. Bajé a la cocina.

—Que bien huele, señor Jones.

—Gracias es un desayuno especial para mi esposa y mi bebé.

— ¿Qué es lo que preparó?

—Hice un omelette de queso y champiñones, jugo de naranja y un poco de pan francés.

—Suena suculento.

—Hay que desayunar

Él llevó los platos, yo lo vasos y la jarra con el jugo. Comenzamos a desayunar.

—Esta delicioso, Jones.

—Gracias señora mía, lo hice con mucho amor

Le sonreí levemente.

— ¿A qué horas tienes tu cita?— me preguntó dando un bocado de su desayuno.

—La programé a la hora de la comida. La tengo a la 1:30pm

—Entonces a la 1 voy por ti a la oficina y nos vamos juntos.

—Está bien— tomé un poco de jugo.

*****

Estábamos en la clínica, hice una cita con el Dr. Díaz, por fin me presenté como la señora Jones.

—Buenos días, ¿la puedo ayudar en algo? —preguntó la recepcionista.

—Hola, tengo una cita a la 1:30 con el Dr. Díaz.

—Déjeme checar.

— ¿Es la señora Jones?

—Sí

—Pase, la está esperando.

—Gracias

—Es el consultorio 3—señaló un largo pasillo que estaba a nuestra derecha.

Adam iba conmigo, me tomó de la mano

— ¿Nerviosa?

Negué con la cabeza.

— ¿Por qué?

—Ya he experimentando esta sensación, la misma de incertidumbre que tú sientes en este momento.

Él sonrió

—Llegamos—nos detuvimos frente a su puerta

Toqué antes de entrar

—Adelante— se escuchó

Entramos al consultorio, el Dr. Díaz era un hombre de unos cincuenta años, de cabello negro, con unas cuantas canas, lo cual hacia más acentuada su edad.

—Buenos días— le dijo Adam al extender su mano para que la estrechara y lo hizo.

—Usted debe de ser el señor Jones—también estrechó mi mano

—Sí, un placer.

—Bien a lo nuestro. Siéntate aquí— señaló una camilla.

Me senté y comenzó a hacerme las mismas preguntas que me hizo el doctor de Boston y comencé a contarle todo lo que me preguntaba.

—Recuéstate, vamos a hacerte una ecografía.

Me recosté, sentí el gel frío sobre mi vientre. Comenzó a explicarme unas cosas, donde estaba ubicado y cuantas semanas tenía aproximadamente. Tenía pasados los dos meses de gestación, sólo veía la cara de Adam.

— ¿Y podemos saber que el sexo del bebé, doctor?

—Desafortunadamente, no. Pero en próximas citas

Adam estaba sorprendido.

—Bien, es todo.

—Es primeriza, ¿verdad?

—Sí, ¿cómo lo sabe?

—Es fácil saberlo, después de tantos años en esta profesión.

Solo reí

—Aquí están los resultados— me entregó una hoja que imprimió con el resultado del ultrasonido y un sobre con algunas recomendaciones.

—Cuídela mucho, señor Jones

—Así lo haré, doctor. Téngalo por seguro— dijo Adam al despedirse de él estrechando su mano nuevamente, yo hice lo mismo,

—Lo veré el siguiente mes, doctor.

—Aquí la estaremos esperando, que tenga una linda tarde señora Jones y felicidades.

—Gracias.

Salimos del consultorio. Adam no dejaba de tocarme el vientre, fui a hacer la cita con la recepcionista, Adam se regresó al consultorio a preguntarle algo al doctor. Salimos y nos subimos en el Lamborghini, iba platicando con él.

—Ya quiero decirles a todos las noticias de que seré papá

— ¿Adam eres consciente que nadie debe de saber acerca de mi embarazo?

— ¿Por qué?

—Porque esto es muy riesgoso. Hay algo que no te he dicho, cuando me enteré que estaba embarazada me enojé muchísimo hasta deseé que este renacuajo no naciera

— ¿Renacuajo?

—Así le apodé, es que parece un renacuajo.

Hizo cara de desaprobación

— ¿Por qué no quieres al bebe?

—Sí, lo quiero, pero no quiero que sufra, ¿te imaginas que pasará cuando Dissarno se entere? Es por eso que no quiero que digas nada, no quiero poner en riesgo la vida del bebé.

—Esto tiene que terminar. No te puedo arriesgar de esa manera, recuerda que debes de ser muy cuidadosa.

—Lo sé, pero todo el tiempo que estuve en Boston hice los ejercicios y nunca me pasó nada. Este bebé es un guerrero y resistirá junto con su madre a la guerra que viene. Recuerda que no me puedo salir estamos, ambos metidos hasta el cuello.

—Tienes razón, es nuestra guerra.

Le sonreí y le di un beso en la mejilla.

—Como prometimos el día de nuestra boda, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza y ahora en la paz y en la guerra, juntos hasta que la muerte nos separe— se paró en un semáforo que estaba en rojo y me dio un beso tierno en los labios.

—Se aproxima el final.

—Escuchaste renacuajo, tienes que ser fuerte, viene algo muy fuerte que tu mami y yo estamos a punto de hacer. Te queremos con nosotros y no dejaremos que nada malo te pase.

Mentiras EstafadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora