Capítulo 30

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Annie platicaba con varias personas. Su labor era, sacar la mayor cantidad de información posible sobre las obras que se robarían esa noche. Sonreía hacia donde estábamos parados Adam y yo, era una buena señal, ya que todo marchaba como se esperaba.

Adam platicaba con otras personas, sobre economía y política, me pareció increíble que pudiera mantener una conversación sobre esos temas, al parecer lo juzgué mal.

Yo miraba las obras de la galería. Vigilando las más valiosas. Recorría el lugar con una copa de champagne en la mano. No quería tomar nada, tenia rato con ella, no quería consumir alcohol hasta estar completamente segura del resultado que diera el doctor cuando fuera a verlo. Tiraba pequeñas cantidades en las plantas, vigilando que nadie me viera.

De reojo vi como se acercó un mesero, era Brian, formaba parte del equipo.

—En cinco ¿estás lista?

—Completamente— dejé la copa vacía en la charola.

Se acercaron personas hacia nosotros.

— ¿Desea algo más señora?— preguntó para aparentar.

—No. Gracias— seguí caminando por la galería.

—Aquí estas, amor— gritó Adam –¿Dónde estabas?— me dijo en voz baja, sonriendo con incredulidad para los demás, jamás había visto sonrisa mas falsa en mi vida.

—Recorría la galería, ¿creíste que abandoné el juego?

Se quedó callado.

—En cinco minutos apagaran las luces, así que no te alejes mucho, porque comienza el juego.

—Es lo que estoy esperando—me fui a seguir viendo las piezas de arte expuestas.

—Vaya al parecer no se decide por alguna pieza, mujeres— se unió a un circulo de hombres con copas en sus manos y cigarrillos.

Pasé junto con Annie, ella se tocó el cabello, esa era la señal que esperaba. Estábamos listos.

Se apagaron las luces, los gritos de los asistentes no se hicieron esperar. Los jóvenes de la entrada corrieron hacia atrás, junto con los de seguridad, dejando vulnerables las obras. El plan era apagar las luces y quitar algunos fusibles, cambiándolos por unos quemados. Eso nos daría el tiempo suficiente para quitar las obras.

Tomamos las más valiosas, así como algunas joyas de los presentes. Corrí por nuestras cosas a la entrada, cada uno traía dispositivos para ver en la oscuridad, las tomé y fui a la salida

— ¿Cuánto tiempo nos queda? —pregunta a Eitan por el micrófono.

—Cinco minutos en total. Tienen entre dos y tres para salir, ya les dije a todos.

—Muy bien

— ¿Donde estas?

—En la salida, los estoy esperando

— ¿Qué tomaste?

—Nuestras cosas, para que no quedara registro de nosotros.

—Bien, hermanita—sonó orgulloso —Espera— noté preocupación en su voz.

— ¿Qué pasa?

—Alguien tiene problemas

— ¿Cómo que alguien tiene problemas?

—Sí, alguien dijo la palabra de seguridad.

— ¿Quién es?

—No logro identificarlo, ¿puedes ir a ayudarlo?

Mentiras EstafadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora