Yo me pido al barbas.

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Greco Rodríguez.

Se había pasado la noche anterior hablando por teléfono con L.J, asegurándose de que el ánimo de la doctora hubiera mejorado aun que fuera un poco.
Aquél día en el hospital la había visto derrotada y perdida, como nunca creyó que la vería. Le costaba asimilar que la chica que hacía bromas bizarras con Gustabo, cotilleaba con Horacio y que siempre parecía sacarle una sonrisa a la gente pudiera llorar hasta reventar las venas en sus ojos. Pero si era ella, era una parte que nunca querría ver de nuevo, pero ella al fin y al cabo.
Horacio, como buen amigo que era, había pedido el resto de ese día libre y se había llevado a Morgan a su casa para tranquilizarla y cuidarla. Incluso según el propio Horacio le había contando, Gustabo al no saber como ayudar, había llevado comida mexicana y montando una fiesta de pijamas para los tres en casa del crestas.
Él había hecho todo lo que estaba en su mano tratando de no agobiarla tampoco.
Salía del trabajo y se acercaba al hospital para recogerla y cenar juntos en algún bar o restaurante, para luego dar un paseo y hablar de sus cosas. Se había sentido incluso lo suficientemente cómodo para hablarle de su matrimonio fallido, la única relación larga que había tenido, y la carga emocional que esta le había dejado. Ella simplemente le dejó hablar y cuando creyó que era el momento le había abrazado para recordarle que el pasado siempre estaba para aprender algo y recordar las cosas buenas.
Fue ahí cuando se dió cuenta de lo mucho que se estaba enamorando de la morena y como su forma de ser le hacía sentir fuerte y cómodo.

Además, Greco llevaba tiempo pensando en organizar una cita, una cita real de película, pero con todo lo que había pasado no se había animado a llevarla a cabo, aun cuando Volkov y Conway parecían insistirle en que lo hiciera sin más.

"-Dígaselo de una puta vez Greco.- Bufaba el ruso cuando preguntaba si se lo había pedido ya.

-Creo que es pronto todavía.

-Greco, me moriré antes de que tengáis la puñetera cita o ¿cómo va el tema?- Exclamaba Conway metiéndose en la conversación ya que debía estar cotilleando a través de la puerta."

Por otro lado, la manera de saber si era un buen momento era preguntarle a sus amigos más cercanos. Horacio, absolutamente no, porque aun que le cayera genial se lo contaría todo a ella. Por lo que solo quedaba Gustabo como opción.
De hecho en esa tarea había gastado el día anterior, tratando de pillar a Gustabo a solas sin suerte, rindiéndose finalmente para pedirle el teléfono del rubio a Conway y llamarlo la mañana siguiente.

-¿Que pasa perro?- Contestó el chico.

-¿Tenías mi número guardado o le coges el teléfono así a todo el mundo?- Preguntó el comisario sorprendido.

-A todo el mundo menos Horacio y el Papu.- Se rió el chico al otro lado de la línea.- ¿Que necesitas barbas?

Rodríguez quiso reñirle por llamarle así, pero la pregunta tenía mas prioridad que aquello.

-¿Crees que debería invitar a L.J a una cita?- Balbuceó rascándose la cabeza.

El rubio se rió escandalosamente al otro lado de la línea durante unos minutos, para luego carraspear intentando volver a la seriedad.

-Mira Comisario, no solo deberías invitarla, deberíais comeros el culo mutuamente de una vez. ¡Que parecéis Horacio y el impotente de Volkoff, coño!- Exclamó volviendo a reírse.

Él comisario trató de aguantarse la risa ante las palabras de Gustabo, fallando estrepitosamente. Tras agradecerle, colgó el teléfono, no sin que antes el rubio le recordase que se comieran el culo una vez más.
Mirando el reloj para asegurarse de que era un buen momento abrió el chat de la doctora.

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