Vuelves a casa.

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L.J Morgan.

Con el pasar de los días, empujada por la promesa que le había hecho a Greco se vió obligada a darle el alta.
Durante las casi dos semanas que estuvo en el hospital el moreno tenía días muy buenos, otros no tanto, y días malísimos.
El diagnóstico de su brazo le había convertido en una bola inestable de sentimientos, empeorando todo el hecho de seguir ingresado y tener que dejar de trabajar indefinidamente.
Ella trataba de mantenerse siempre calmada e impasible cuando la actitud del moreno era negativa y se dedicaba a gritarle a la gente y molestarse cada vez que trataban de ayudarle o sacarle el tema del brazo.
Pero tanto la paciencia de Volkov como la de Conway no eran tan grandes, y cuando el moreno les soltaba alguna de sus repuestas agresivas, o se salían del cuarto enfadados para desahogarse o acaban discutiendo, hasta que ella y Gustabo pacificaban sus ánimos.
Era difícil, pero se acostumbrarían.

-Como si no fuera capaz de ponerme una puta camiseta.- Mascullaba Rodríguez enfadado teniendo leves dificultades para vestirse, mientras ella le esperaba de brazos cruzados.

Hacía apenas diez minutos habían discutido cuando al darle el alta, ella se había ofrecido a ayudarle a ponerse la ropa que le trajera de casa.
En momentos como aquel trataba de tomarse con un poco de humor los parloteos furiosos que tenía consigo mismo su barbudo para no dejarse llevar por sus alocados sentimientos.

Una vez le vió listo, pero con bastante esfuerzo, enfundado en pantalones deportivos negros, sudadera gris y deportivas del mismo color, se acercó sonriendo para darle un beso que sabía disminuiría su enfado.

-Sabía que podías solo, pero a veces está bien pedir ayuda, ¿vale?- Le susurró antes de volver a besarle, recibiendo un pequeño gruñido en respuesta. Seguía siendo un puto cabezota.

Fuera del hospital su familia los esperaba ese sábado para poder ir todos a Paleto y comer juntos, como sorpresa de recuperación. El mismo superintendente se había ofrecido a cocinar con ayuda de Horacio.
Intranquila porque debido a su estado de ánimo la sorpresa pudiera molestarle caminaba despacio, abrazando la cintura del moreno con un brazo y con el neceser de medicamentos en la otra.
Sin embargo, sus amigos cuando los vieron a ambos salir por la puerta principal empezaron a aplaudir y silbar, como quien está en un concierto de rock y sale la banda al escenario.
Al mirar a su lado se encontró con una sonrisa cargada de emoción en el rostro del más alto, que hizo su corazón tranquilizarse.

-El puto Greco Rodríguez, difícil de matar.- Exclamó Gustabo riéndose sonoramente cuando llegaron junto a ellos en el parking.

Horacio fue el primero en abrazar al comisario, con una sonrisa tan grande que calentaría cualquier corazón. Luego el superintendente le abrazó susurrándole algo a lo que él asintió. Por el contrario Volkov solo chocó su puño para luego darle una pequeña sonrisa, gesto de Gustabo imitó, ya que solo daba abrazos en contadas ocasiones.

-Vamos supernenas, tenemos mucho que hacer.- Exclamó el superior recibiendo abucheos por parte de los dos chicos menores.

Su queridísimo BMW permanecía estacionado entre el Audi negro del ruso y el Kamacho del super.
Greco observó todos los vehículos y su ánimo decayó un poco, ella era consciente de lo mucho que le gustaba conducir, pero no le permitió deprimirse apurándolo a montarse diciéndole que había puesto un cd de Kiss por él.

Durante todo el camino se mantuvo mirando por la ventanilla, como si quisiera comprobar cuanto habrían cambiado las cosas en su estadía hospitalaria. Estaba muy pensativo.

Una vez aparcaron en la entrada de la casa con la bandera americana ondeando su ánimo mejoró saliendo del coche más rápido de lo que a ella le parecía conveniente dado su estado.
Como parte de la sorpresa ella junto con Horacio había limpiado y ordenado la casa del comisario mientras Viktor le distraída durante la tarde anterior.
Abriendo la puerta dejó que el pasara primero, mirando con anhelo su casa perfectamente limpia y perfumada.
Los demás y sus burbujeantes presencias entraron después poniéndose rápidamente manos a la obra con la mesa y la comida.

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