Empieza la caza.

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Greco Rodríguez.

Bailando animadamente en el zeta con Horacio patrullaba la zona de Vinewood. La radio reproducía una canción de Bruno Mars y ambos policías, que se caracterizaban por su buen humor, no podían evitar moverse al ritmo de la música.
Habían acudido a dos códigos 3, con éxito más que absoluto. Horacio abatía a los atracadores eficazmente permitiéndole a Greco encargarse de los del interior con el resto de policías. Eran un equipo con buena energía de trabajo aparte de ser buenos amigos.
Él sabía que aún no estaban en el punto de ser hermanos, como Volkov y él, pero estaba seguro de que si seguían así algún día su amistad alcanzaría ese término, de máxima confianza. Le gustaba las buenas energías que transmitía Horacio y la sinceridad que destilaba su mirada, ya que era como un cristal, totalmente transparente.
De hecho, L.J solía decirle que sus personalidades tan parecidas era lo que les permitía llevarse tan fácilmente.

-Terremoto, shaky shaky, tira un paso, hula hula, ya empezamos con el trap, sonido vieja escuela.- Canturreaba Horacio a su lado la nueva canción de la radio sin dejar de bailar.

El barbudo trataba de seguir el ritmo de la canción y conducir prudencialmente esperando una nueva alerta, cuando la voz de Conway rugió en la radio.

-Todas las unidades a mi 10-20, ahora capullos.

Horacio bajó la música y marcó el 10-20 en el gps del zeta. Conway no parecía de buen humor y eso solo intuía problemas.

Cuando aparcaron el patrulla cerca del área marcada, la entrada del puerto, notaron montones de coches patrulla, un furgón de la morgue del hospital y cinta amarilla policial rodeando dos containers de carga.
Al acercarse percibieron la cara sería de Volkov y el rostro asqueado de Gustabo. Tras pasar la cinta se encontraron al superintendente con guantes agachado observando el cadáver del suelo.
El fallecido era un joven, de no más de veinte años, cabello negro y piel pálida. Por sus ropas podrían pensar que tenían bajos recursos económicos, pero los moratones en su cara y los agujeros de bala en su pecho también les hacían pensar que podía haber quedado así tras ser torturado.
Greco, que normalmente era bastante sereno, no podía evitar sentirse nauseabundo. Era un pobre chaval joven al que su vida había sido arrebatada, no tendría sueños, ni ilusiones, jamás lo verían sus seres queridos.

-Lo han cosido a balazos, como a Kyle Asther.- Murmuró el de pelo cano, dejando la tristeza barrer su rostro unos segundos.- El modus operandi parece ser el mismo, la misma organización debe estar detrás de ello.

El moreno al oír aquello recordó el día que Conway le había llamado al hospital durante la intervención de Kyle, diciéndole que no era un ajuste de cuentas sin más. Y cuando se personó allí recibió la noticia del fallecimiento del joven mientras L.J lo intervenía.
Había sentido tanta ira y frustración al saber que algunos hijos de puta tenían como objetivo a chavales para vender drogas y luego deshacerse de ellos como si nada. Y lo peor no era solo eso, si no que para más inri, no tenían ni una sola pista de quien estaba detrás de ello para detenerlo y ahora tenían que enterrar a otro chico. Iban muchos pasos por detrás.

-Llevenlo al Pillbox. Quiero que el subdirector Jordi se encargue personalmente de su autopsia.- Indicó el mayor sin dejar de mirar el cuerpo.

Cuando se alejó y tiró los guantes Greco observó como su superior miraba fijamente a Gustabo y Horacio con tristeza, casi como si pensase que podrían haber sido ellos con la vida tan dura que habían llevado hasta que le conocieron.
Pero ellos dos habían sobrevivido a todo ello, además de una infiltración en una enorme mafia y el desmantelamiento de esta. No eran ya unos niños indefensos y solos, eran muy eficaces y fuertes.

Registraron hasta el último rincón del lugar consiguiendo pruebas, las pocas que había, y tras hacerlo se dirigieron a comisaría, donde tendrían que trazar in plan de investigación y esperar resultados del laboratorio.

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