Qué suerte la mía.

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L.J Morgan

Desde que se había mudado a casa de Greco su vida parecía haber mejorado enormemente. Las últimas semanas él comisario estaba mucho más animado que antes, y aun que tenía momentos en los que se veía superado por el lento proceso de recuperación, no eran tan graves como antes si no que hablaban sobre ello y se daban ánimos mutuamente.
Otra buena noticia que habían recibido era que Horacio y Volkov se habían comprometido. Gustabo y ella se habían sentido muy felices, incluso comenzaron a reir hablando de la futura despedida de soltero. Conway, por otra parte, se había quedado en shock durante minutos. Su amigo de cresta incluso creyó que no le había sentado bien la noticia, pero tan pronto como el superintendente les abrazó con una solitaria lágrima de felicidad cayendo de su mejilla, su amigo había empezado a llorar también de pura emoción.
Su comisario barbudo le había confesado una noche en la cama que él mismo había ayudado al ruso a escoger el anillo, y se había jactado de que oficialmente era el fan número uno del Volkacio por ello.
L.J solo podía alegrarse de como iban las cosas en su vida con su nueva familia. Su familia. Aún sentía ese cosquilleo de emoción al pensarlo.

Aquel día se había despertado con su persona favorita a su lado abrazándola, y juntos habían asistido a rehabilitación como los últimos dos meses, para luego hacer su turno en el hospital. Cada semana Greco mejoraba más y eso le motivaba a seguir trabajando para su recuperación total. Ahora podía mover su brazo con mayor libertad, su mano todavía temblaba al hacer grandes esfuerzos, pero estaba en el buen camino. Tanto Jordi como el fisioterapeuta convinieron que podría volver al trabajo de a poco, y aun que de momento simplemente se dedicaba al trabajo de oficina en comisaría, el barbudo ya soñaba con retomar el patrullaje.

Ella aún tenía un par de horas por delante de su turno, y como en el hospital no había movimiento había pasado la mayoría de la tarde pasando los informes que tenía atrasados, asegurándose de dejar los que necesitaban ser evaluados por un especialista en su casillero.

-Morgan, vete a casa ya, somos suficientes aquí y casi no hay trabajo.- Le indicó Jordi entrando en la sala de archivos donde colocaba los informes.

-¿Seguro? Aún me quedan tres horas.-Repuso colocando el último informe en su lugar mirando con una sonrisa al hombre.

Su jefe asintió y comenzó a tirar de ella en dirección a los vestuarios sin dejar decir nada, exclamando un "Vete a casa con tu comisario, te llamaré si hay algo". Obedientemente y también muy ilusionada ella se cambió a toda velocidad, enviándole un mensaje a Horacio y Gustabo mientras caminaba hacía el aparcamiento donde Brujería la esperaba. Trataba de intercalar que coche usaba cada día para evitar que se pudieran averiar al estar parados, un día el suyo, otro el de Greco.

Condujo por las calles del centro sin ningún problema apesar de que todavía era temprano en la tarde, por lo que rápidamente estaba aparcando delante de la comisaría de Mission Row.
Sus dos amigos la esperaban fuera fumando todavía atraviados con el uniforme policial.

-¿No tenéis trabajo que hacer?-Gritó mientras subía las escaleras con una sonrisa que podría partirle el rostro en dos.

-Lo mismo te digo, calva.

Abrazó a ambos, tomándose mas tiempo com Horacio ya que Gus no toleraba tanto las muestras de afecto.

-Viktor lleva todo el día con Greco en la oficina.- Contó Horacio mientras ella se encendía un pitillo junto al rubio.- Me acerqué un par de veces y vi que estaban como cuchicheando.

-Bueno, ya sabes que son dos marujonas.

-Son peor que Horacio, el Papu y yo.-Concordó el de ojos azules con una de sus risas traviesas.

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