Remedy

No me toques las palmas que me conozco.

Greco Rodríguez. 'Estás bobo ¿o qué?'

Aquel día Greco había dormido sus siete horas necesarias como un bebé. Se levantó rápido para ducharse y entrar en servicio a las ocho en punto. La autopista que unía Paleto con el Sur estaba totalmente desolada por lo que disfrutó de conducir a más velocidad de la permitida sin ningún tipo de problema, su Porsche había agradecido enormemente poder correr como un caballo desbocado.
Al llegar a comisaría entró de servicio en el ordenador de la recepción y se dirigió hacía el vestuario en el que solo estaban dos agentes, Yuu y Horacio.
Ambos hombres hablaban de sus cosas apoyados en sus taquillas, ni siquiera percibieron la llegada del comisario de barba.

-Y claro, Pablito nunca había se había bañado en la playa, pero le encantó.- Se rió el de cresta recordando.- Es muy maja y bastante graciosa.

-Has quedado con ella unas cuatro veces y ¿ya es tu amiga?- Cuestionó Yuu frunciendo el ceño.

Horacio pareció negar con una sonrisa, como si entendiese que Yuu solo se preocupaba por él.

-Créeme GluGlu, si la conocieras lo entenderías. Hasta a Gustabo le cae bien y sabes que él es bastante reacio.- Refutó intentando tranquilizarlo.- Además, me escucha y da buenos consejos, creo que en futuro podría llegar a ser muy importante en mi vida.

Greco escuchó atentamente la conversación al oír que Horacio hablaba de una chica. Tal vez el moreno estaría intentando superar lo de Volkov y había conocido a alguien.

-Vale, pero prométeme que no me dejaras tirado el viernes aun que tengas una amiga nueva más guay.- Murmuró Yuu.

-GluGlu que tonto eres. El viernes a por todas nene.- Bromeó Horacio abrazando al rubio de pelo largo.

El comisario barbudo pretendía seguir escuchando aquella conversación sobre la chica cuando Volkov entró en el vestuario con un "Priviet". Horacio de pronto se tensó como una goma y salió de alli murmurando que esperaría a Gustabo en su zeta bajo la atenta mirada del ruso, Yuu por su parte suspiró triste y siguió a su amigo hacía el aparcamiento.
Desde que se le había confesado y Volkov le había rechazado con un extensísimo relato el chico de cresta tenía serios problemas para estar cerca del ruso. Esto no quitaba que durante el trabajo le hablase normalmente sin problemas, pero en los momentos fuera del trabajo Horacio huía de él por vergüenza de si mismo.

-Buenas Volkov.- Respondió Greco con un gesto de cabeza.

El ruso miró de nuevo hacia la puerta del vestuario con el rostro serio de siempre pero pronto caminó hacía su taquilla al lado del barbudo. No iban a tocar el tema, aun que Greco sabía que Volkov empezaba a estar ciertamente triste por como actuaba Horacio a su alrededor. Obviamente él no era consciente de que era porque Horacio se avergonzaba de si mismo, si no que creía que le tenía rencor y por eso le rehuía en lo personal.
Pero él no podía decírselo a su amigo, debía dejar que las cosas fluyeran.

-¿Le apetecen unos tragos el viernes?- Dijo Volkov de repente colocándose su pistolera.

Era evidente que el ruso tenía muchas cosas en la cabeza y la única manera que veía de poder desahogarse era bebiendo un montón y una vez borracho contárselo a Greco. Era casi una rutina que tenían ya que aun que el barbudo era muy abierto con su amigo y le confiaría hasta su mayor secreto sabiendo que nunca lo contaría, el ruso era una caja blindada con mil pases de seguridad en medio de la Antártida.

-Joder Volkov, no me toques las palmas que me conozco.- Exclamó con una risa.

Ambos rieron por un momento y salieron con el humor mejorado hacía la recepción para organizar la malla.