Adiós corazón.

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L.J Morgan

Cerró la puerta del baño a toda velocidad. Era uno de esos momentos en los que su estado mental decaía bastante.  Solía ocurrirle cuando algún policía aparecía en el hospital y buscaba desesperada sin quererlo al comisario de ojos avellana.
Solo había podido acercarse al agente Arsacio hacía una semana para disculparse de sus comentarios el día que la detuvieron. Él había aceptado las disculpas minimizando el problema con una sonrisa sincera.

Sin embargo, no se había enfrentado a sus sentimientos todavía, por eso la maraña de su interior se volvía inestable.
Por todos los medios había evitado a Horacio y Gustabo, porque sabía que con ellos no tenía filtro ni tapujos. Asumiría que estaba hecha una mierda desde la ruptura y se vería arrastrada a lugares oscuros.
¿Por qué si Greco y ella no estaban destinados a estar juntos en esta vida se sentía tan horrible estar separados?
A veces temía volver a verle y darse cuenta que un par de meses de relación habían significado todo para ella y nada para él.
Trabajaba turnos larguísimos para cuando estuviera a punto de colapsar de cansancio marcharse a casa y dormir del tirón, sin sentir el vacío en su vida que el barbudo había dejado. Repitiendo el proceso durante semanas sin fin.
Llevaba dos meses sin ver a ninguna de las cinco personas que adoraba como familia. En parte le alegraba saber que ninguno había ido al hospital por necesidad de asistencia, pero al mismo tiempo los echaba de menos.
Recibía mensajes de los dos hermanos, a veces incluso del superintendente y Volkov, que le preguntaban si estaba bien. Pero respondía lo mas corto y conciso posible, tratando de no implicarse más emocionalmente con ellos.
Estancarse no era una solución. Tal vez alejarse de todo lo bueno en su vida tampoco lo era, pero la obligaba a ser dura por si misma, al menos hasta el momento que inevitablemente se encontrara con Greco de nuevo.

-¿Morgan? Abre porfavor.- Dijo una voz más que familiar a través de la puerta del baño del hospital.

Tratando de mantener sus respiraciones bajo control quiso abrir la puerta, fingiendo que nada había pasado, pero sus manos temblaban como locas. Si no se relajaba se dejaría arrastrar por un ataque de pánico.
Cuando por fin recuperó un poco de control sobre sus manos movió el pestillo, y desde el exterior la puerta se abrió revelando al chico de ojos azules, seguido de su hermano.
Conectando inconscientemente su mirada con los ojos de sus amigos sintió todo el peso caer en su pecho, humedeciendo sus ojos.
Sin darse cuenta estaba llorando a mares entre los brazos de sus dos amigos, mientras ambos le acariciaban la espalda tratando de consolarla.

-Os he echado de menos.- Susurró haciendo que más lágrimas llegaran a sus ojos seguidas de más llanto.

-Nosotros también, no sabíamos ya si secuestrarte para poder verte.- Bromeó Gustabo tratando de hacerla reír seguido de una sonrisa tranquilizadora.

Horacio, al contrario que Gus, se mantenía en silencio abrazándola, probablemente sabía que era mejor dejarla desahogarse antes de sacar el tema a colación.
Una vez su llanto se calmó, pidió permiso para tomarse unas horas libres, que indudablemente le fue concedido debido a su exceso de trabajo, y dejó que ambos chicos la llevaran a la cafetería del Pier. Hacía tanto tiempo que no iba allí que hasta se sintió extraña. El sonido del mar ya no la tranquilizaba como antes ya que su cabeza asimilaba ese recuerdo con Greco. Otra vez estaban ahí los pensamientos intrusivos sobre él.

-No me ha gustado estar tanto tiempo sin ti y aun menos sabiendo lo que ha pasado.- Murmuró el de cresta cuando ya tenían los tres sus bebidas delante.

¿Cómo podía hacerle entender a su amigo que ella también lo había pasado mal sin ellos pero que verles la traía de vuelta al pasado? No quería verles sentirse culpable por los recuerdos y mucho menos alejarlos de nuevo.

-Trabajar me mantenía distraída la mayoría del tiempo y creí que era lo mejor hasta que me sintiese mejor, lo siento.- Dijo en respuesta avergonzada, no queriendo verles.

Los dos chicos se miraron el uno al otro, como si se comunicasen por telepatía, queriendo preguntarle algo.

-¿Qué fue lo que pasó?- Preguntó Gustabo con un tono suave, que normalmente no utilizaba con nadie.

Morgan dudó como enfrentar sus sentimientos y decirles que ni ella misma entendía como o porqué había terminado su relación.

- N-no lo sé, con todo esto del caso de los chicos empezó a estar frío y de mal humor, nos distanciamos y discutimos un par de veces.- Comenzó sintiendo su garganta secarse.- De pronto ya casi ni nos veíamos y acabó diciendo que no podíamos seguir, que estabamos mal y era mejor dejar las cosas así, antes de acabar peor.

Horacio pareció soltar todo el aire que había mantenido de golpe, mientras miraba a Gustabo y a ella con ojos de cachorro apaleado.

-No lo entiendo, de verdad.- Exclamó exasperado el de cresta.

Obviamente no lo entendería, ni ella misma entendía que pasaba en la mente de Greco. A ojos de todos parecían estar enamoradísimos, apenas empezando aquella aventura juntos con muchas cosas por vivir.

-Yo solo quiero estar tranquila ahora, seguir adelante, no puedo estancarme, necesito tiempo.

Ambos parecieron entenderla perfectamente o por lo menos respetar su decisión. Tras quedarse un rato más juntos la llevaron de vuelta al Hospital, haciéndola prometer que volverían a verse pronto.

L.J enfundada de nuevo en su ropa de trabajo despejó su mente de todo lo que tuviera que ver con el comisario y su fallida relación.

Tal vez algún día, en alguna parte hubiera una persona que la quisiera y la aceptase de la misma manera que lo había hecho Greco. Porque si algo había aprendido con él había sido el quererse y aceptarse tal y como era, ignorando las cosas difíciles que había en su pasado y tomando cada segundo como algo maravilloso de vivir.
Había aprendido y querido tanto en aquellos meses que había podido disfrutar de él que lo único que le dolía era saber que se había cortado de repente, o que sus sentimientos no desaparecían pronto.
Nunca había querido de una manera tan intensa en tan poco tiempo, por lo que dejar de sentir sería un camino muy duro que solo ella podía hacer.

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