El gato y el ratón.

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Greco Rodríguez.

El reloj del salpicadero del patrulla marcaba las tres y media de la mañana. Llevaban gran parte de la noche y la madrugada patrullando la zona de Vinewood Hills, donde había bastantes movimientos de droga.
Revisando viejos casos relacionados con venta de estupefacientes habían descubierto que Volkov había detenido hacía meses a un grupo de cinco chavales en la zona, y uno de ellos era Kyle Asther.
Aun que no era un hilo consistente de donde tirar, era lo poco que podían hacer por el momento.
Si consiguieran pillar a un sujeto para interrogarlo ya podrían hacerse una idea global del tipo de organización que buscaban y tal vez detalles importantes de la misma para acortar el área de búsqueda.
El trabajo mantenía su mente ocupada durante gran parte del día, pero cuando le tocaba patrullar de madrugada con Volkov no dejaba de pensar en su última discusión con L.J.

"-Lo que me faltaba es que hubiera sido a propósito.- Dijo con un bufido sin pensar mucho en como le sentaría, arrepintiéndose poco después.

-Lo que me faltaba a mi era no verte durante días, disculparme, y que te desquites conmigo por como van las cosas en el trabajo. No sé que es esto, pero no me gusta.- Murmuró ella con la voz dolida mirándole fijamente pero sin conseguir alguna acción por su parte.

Greco sabía que estaba hablando por puro impulso.
En su interior se reforzaban de nuevo miedos perdidos en su pasado, lo último que deseaba era que de alguna manera Morgan acabase en medio de un enfrentamiento contra una mafia.
Alejarla tampoco iba a conseguir nada bueno, pero estaba tan cegado por su lado protector que ni tan siquiera trató de arreglar la situación con palabras.

-Nada te impide mandarme a la mierda si es lo que quieres.- Murmuró sin llegar a mirarla, sabiendo que sus ojos negarían todo aquel discurso. La mejor opción era no dañarla más y dejar que su vida siguiera adelante.

Por el rabillo del ojo percibió la expresión de L.J cambiar a una sorprendida, para luego volverse totalmente desolada, con los ojos brillantes por las inminentes lágrimas.

-No quiero escuchar esto ahora, sinceramente, espero que lo hayas pensado bien al decirlo.- Sentenció antes de salir del coche de un portazo, congelando el corazón del comisario en el proceso.

La quería, claro que la quería. Cada mes juntos había reforzado sus sentimientos, haciéndole ver que ella era como un bálsamo cálido, a veces ardiente, en su corazón y su alma.
Pero si había cosas que no cambiaban era el hecho de que ante peligros por su trabajo o miedo a perder a alguien irremediablemente prefería alejar a la gente de su entorno, protegiéndolos tanto de su terrible estado de ánimo, así como de sufrir físicamente.

Silencioso observó finalmente a la morena entrar en su casa rápidamente, desapareciendo de su campo de visión, tratando de recordarse a sí mismo el porqué de todo aquello."

Su compañero, pareciendo ajeno al declive emocional de su amigo carraspeó, trayendo a Greco de vuelta.

-¿Te encuentras bien? ¿Quieres que vayamos por un café?- Preguntó el ruso mirándole de reojo desde el asiento del conductor.

El barbudo asintió, dejando que su acompañante le llevase a una cafetería veinticuatro horas de la zona.
Tras bajarse ambos pidieron sus cafes para llevar, saliendo del local para tomarlos apoyados en el patrulla.

-¿Cuánto has dormido esta semana?- Cuestionó el peligris tendiéndole un cigarro y el mechero.

Aquella semana probablemente había dormido tres horas por día y siempre en el área de descanso de comisaría. Vivía prácticamente allí, ya que se pasaba muchísimas horas de servicio y el viaje no compensaba.

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