Azotea en las estrellas

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— ¡Maia!— buscó entre toda la gente que se amontona para poder bailar a Maia.
No he visto a James desde ayer que fui a su pelea, peor ni se molestó en buscarme.
Trina y Alex decidieron hacer una fiesta hoy y l casa está repleta de gente que no deja pasar.
Mi cuarto me parece demasiado silencioso y solitario así que decidí bajar a la fiesta.
Me arreglo mi chongo despeinado y no logro ver a ninguno de la casa.

— ¿ Eres Vanessa?—  volteo hacia ver a una chica con el pelo cortado como hombre y la cara llena de piercings. Asiento con la cabeza y me toma de la mano para hablarme afuera de la casa.
— !hey!— dejó que me lleve hasta afuera y veo como sus ojos están rojos y parece asustada.
— Tienes que venir conmigo.— voltea a todas partes y después me ve a los ojos.
Su cara sin nada de cachetes hace que sus ojos se ven más grandes y asustadizos.
— ¿perdón? ¿Quien eres tú?— le digo tratando de ver porque está tan nerviosa.

— Es sobre James. Te necesita.
La mención de su nombre hace que todo se vuelva más... intenso.
— ¿no pudo venir el?— le digo rodando los ojos y dando la vuelta para volver a entrar.
— Te necesita.— dice de nuevo pero recalcándolo.
No se porque asiento con la cabeza y dejo que me guíe hacia un taxi para poder ir con el.
¿Y si es una trampa?
Me muerdo las uñas en el camino, pero llegamos rápido. Se que por aquí no está su casa así que ahora yo soy la nerviosa.
— ¿donde estamos? ¿Y James?— le digo a la chica que no para de mover sus piernas pero al mismo tiempo parece en otra dimensión.

— Sígueme, no hables que me confundes— dice distraída bajándose del taxi.
Hago lo que me dice y veo como llegamos a un edificio abandonado.
— Corre, tal vez sea demasiado tarde...— no termina y entra en el edificio sin siquiera mirar atrás.
Yo si lo hago, el taxi ya se fue y solo queda un oscuro callejón.
Y el gran edificio enfrente de mi, estoy a punto de irme cuando veo una sombra en lo alto.
Algo me dice que es James así que entro por las puertas rotas de vidrio.
Parece una película de terror me cortarán las partes de mi cuerpo y después las venderán por el mercado negro.

Subo las escaleras de dos en dos sin tratar de pensar tanto en mi corazón que va a mil por hora.
Maldito James.
Desde suelo vi supe que serían problemas.
Llego a la azotea y casi grito cuando lo veo tambaleándose en la orilla.
— ¡No se le asusta a alguien así!— me dice la muchacha que me trajo aquí.
— ¿James?— me acercó lentamente y lo veo sonreír.
Solo que no es una sonrisa verdadera.
Está roto.
Sus ojos están rojos y le cuelgan unas grandes ojeras, su cabello parece que no se lo ha peinado en semanas y trae una botella en la mano.

— Pero si no es nada más que la princesa, ¿porque la trajiste Priscila?— la chica lo fulmina con la mirada.
— Se que la amas.
James se ríe y no se como reaccionar.
— ¿Porque estabas en la orilla del edificio James?— le pregunto acercándome lentamente.
— ¡Solo quiero que termine!— alza los brazos y grita destrozado.
Me trago las lágrimas.— No así.
Me acerco y veo como me mira alarmado.— ¡No actúes como si te importara!
— ¡Me importa James! ¿No lo ves? Siempre estaré aquí.
Un aire frío viene y hace que James se tambalee y cierre los ojos por un segundo.
— No lo entiendes.
— James... por favor. No.— me quito una lagrima de la cara y continúo congelándome.— No me hagas esto.
Alzó el brazo hacia él para que baje de ahí, me mira un instante con los ojos llorosos como los míos y se que no podría soportar no estar con él, se volvió mi aire.
Toma mi mano y baja para después acurrucar su cabeza en mi hombro. — No puedo— me susurra mientras lo sostengo junto a mi.
— Está bien...— nos quedamos así un buen rato, no se cuanto pero solo espero poder ayudarlo en lo que pueda.
Cuando nos separamos veo que la muchacha que me trago ya no está.
Me quedo sin habla por cómo me ve.— ¿qué me hiciste Van?
— Tranquilo...— le doy un beso en el cachete y después nos movemos lentamente y tocamos labio con labio haciendo que me derrita.
Me acaricia la mejilla con la suavidad de sus dedos haciendo el beso muy tierno.

No puedo controlarme y lo traigo conmigo hacia el suelo de la azotea, se inclina hacia abajo conmigo sin dejar de besarme. Lo deseo tanto.
Me devuelve el beso como si fuera droga, como si los dos no pudiéramos vivir sin el otro. Y en cierta forma es así.
Suelta un gruñido y desliza su mano por mi pelo acomodándolo en el suelo mientras descienden por la espalda hacia mi trasero bajándome los pantalones.
Se separa con los ojos entrecerrados y llenos de lujuria, como preguntándome yo solo asiento rápidamente, mientras el deseo me invade como la adrenalina arrasando a todo consigo.

— Te necesito— le digo mientras alzo la vista para verlo a los ojos y poder ver las estrellas detrás de él.
— No solo ahora, siempre.
James me baja todo el pantalón y siento el frío recorren mis piernas desnudas pero al mismo tiempo la cercanía de él hace que sea más débil ese sentimiento.
— Priscila tenía razón.— apoya sus codos al lado de mi cuerpo para quedar viéndome desde arriba, inclinó la cabeza relamiéndome el labio mientras sonrió.
— ¿me amas?– muevo mis manos por su pecho que se estremece a mi contacto y le quito la camisa en un movimiento.
— No te emociones— me contesta.
Le sonrió y me devuelve la sonrisa, con mis labios beso cada una de sus cicatrices en su pecho.

— Yo también te amo.— enredo mis manos en su cabello y en un instante esta dentro de mi. Sujetándose con los codos en el suelo me penetra con fuerza y hasta el fondo.
Gimo y me muerdo el labio al verlo así arriba de mi.
Enroscándole las piernas en la cintura lo abrazo de la única forma que puedo, mientras él me mira con un brillo intenso en esos ojos azules que resaltan entre las estrellas.
Empieza a moverse, más duro cada vez y me encanta.
Gimo.
Es tan real.
Tan fuerte, crudo, piel con piel que me excita tanto.
Lo gozo, lo siento dentro de mi y su pasión sacia la mía. Es como si nunca hubiera tenido sexo hasta ahora.

Se mueve con facilidad, gozándome su boca entreabierta cerca de la mia, a los dos se nos acelera la respiración y giro las caderas haciendo que entre hasta lo más profundo haciendo que gruña.
Cierro los ojos sintiendo como se aproxima el climax y me empuja cada vez hasta el fondo. Mis entrañas se estremecen, por cómo vive ritmo haciendo que nuestros cuerpos se muevan al compás, notó cómo se me agotan las piernas.
— Dámelo todo.
Me incita entre dientes, el deseo de voz me hacen llegar.
Lanzo una súplica silenciosa y apasionada en la azotea al aire libre. Por debajo de las estrellas. Agarra mi mano y la aprieta fuerte, soy toda de el.

Viviendo SIN sexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora