Capítulo 11. Escapar

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Gina

Tenía una sensación extraña en el estómago que me acompañó todo el día, pero al caer la tarde se esfumó. Una cosa era ensayar frente a las modelos y el personal de la firma y otra muy diferente era mostrarme en ropa interior ante todas esas personas. No me malentiendan: me sentía muy cómoda con mi cuerpo, pero no con las miradas que aún no se acostumbraban a las modelos como yo.

—¿Y esa cara? —cuestionó Diana, la maquillista, quien terminaba de retocar mi maquillaje.

—Esto de la lencería me gana.

Me sonrió con dulzura y giró la silla para que la mirara a los ojos.

—¿Te digo un secreto? —Susurró—: Eres la más hermosa y real de todas las chicas que están aquí. Vas a deslumbrarlos.

Le agradecí con una sonrisa y me puse de pie para ir a cambiarme.

Paolo terminó de ajustar mi sujetador y me cubrió con la bata. Le regalé una de esas miradas que dicen todo. Me abrazó, un gesto que me tomó por sorpresa. Él no era de muestras de cariño, ni siquiera nos hablaba con delicadeza. Sin embargo, esta noche en particular aquel abrazo me cayó como anillo al dedo.

—Sal a matarlos —murmuró y me dio una nalgada.

Me puse en posición para salir.

Planté una sonrisa y comencé a caminar por la pasarela, desamarré la bata y dejé que esta se deslizara por mi cuerpo. Los flashes y los murmullos me abrumaron por un momento.

Cuando vi aquella intensa mirada sobre mí, una sensación extraña se apretó con más fuerza en mi estómago. Debía quedarme unos segundos allí parada y no pude apartar mis ojos de los suyos. Alessio Lombardi se relamió los labios y luego mordió su labio inferior.

Traté de recuperarme y di media vuelta para seguir con el desfile, pero algo pasó en ese segundo, algo que no comprendía y que no deseaba comprender.

***

El desfile fue todo un éxito. Paolo invitó a todas las modelos a cenar aquella noche. Me excusé diciendo que estaba exhausta y que él sabía que debía prepararme ahora para el compromiso. Después corrí prácticamente a casa.

Deyna insistió en llevarme, pero le dije que acompañara a Paolo por esta noche.

Agradecí al conductor, quien esperó amable a que yo entrara en la casa. Le hice un gesto con la mano y él se puso en marcha. Encendí el interruptor del recibidor y me quité aquellos tacones porque no soportaba los pies. Llevé mis pasos a mi habitación. Sin embargo, algo me detuvo: una figura sentada en uno de los sillones de la sala de descanso en medio de la oscuridad.

—¿Quién está ahí? ¿Eres tú, Camilo? —indagué algo nerviosa.

La persona encendió la lámpara que se encontraba a su lado y todo el lugar se iluminó.

Tenía la camisa doblada hasta los codos y los primeros botones sueltos, dejando así ver su pecho tatuado. Se incorporó y caminó hacia mí. Di algunos pasos hacia atrás.

¿Cómo demonios entró en mi hogar? ¿Qué hacía este hombre aquí? ¿Por qué me sentía tan abrumada con su presencia? ¿Qué cambió entre nosotros?

—Te veías demasiado hermosa esta noche —comentó con voz suave.

Agarró mi cintura con posesión y me llevó muy cerca de él.

Y un pensamiento pasó por mi mente.

Debía escapar. Tenía que alejarme de aquel hombre antes de que fuera demasiado tarde.

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