Capítulo 28. Algo pasajero

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Alessio 

Gina se acomodó lo más alejada de mí y me regaló una sonrisa incómoda cuando Marco nos presentó. Evitaba por todos los medios mi mirada y aquello me hacía sentir satisfecho. Eso quería decir que le afectaba, que mirarme a los ojos la delataba. Me hizo sentir victorioso; mi ego se alimentaba cada vez más y ella inocentemente no se daba cuenta.

—¿Gusta un trago, señorita Stevens? —le preguntó Rudy, el hermano de Marco.

—Llámame Gina, y sí, por favor. —Le dio una simpática sonrisa.

Me molesté. No lo hacía para joderme, pero aun así aquel gesto me hizo hervir la sangre.

Rudy le pasó la bebida y se sentó a su lado. El chico era aparente y venía de buena familia. No obstante, nunca sería como yo. La mujer a su lado era mía. Gina se echó para atrás y se apoyó sobre sus brazos. Sus pechos quedaron más exhibidos de la cuenta y no sabía si lo hacía para tocarme los cojones o era demasiado inocente para darse cuenta de que el chico a su lado no apartaba la vista de ellos.

—Rudy —le llamé. Él se disculpó con Gina y caminó hacia mí. Tenía que marcar mi maldito territorio para que ningún inútil creyera que podía acercarse a ella—. Es hermosa, ¿verdad?

Me miró algo confundido.

—¿Quién? ¿Gina? —Asentí—. Es preciosa, hombre. No necesita nada más, solo mira sus pechos y ese culo.

Lo tomé con fuerza por el cuello cuando pronunció aquellas palabras y lo acerqué a mí.

—Es mía. Si no quieres que te saque los ojos, es mejor que dejes de mirarla.

Lo aparté de mí con brusquedad, cosa que no pasó desapercibida por su hermano. Se miraron. Eso había dicho todo y entendió que debía apartarse de Gina.

Miré en su dirección; ella fijó su intensa mirada en mí. Se había dado cuenta, pero me importaba una mierda si se enojaba o no. No permitiría que se anduviera exhibiendo como si fuese cualquier mercancía. No me importaba que se encabronara, porque de todas formas iba apartar a todo hombre que se le acercara. Se puso de pie y caminó hacia su hermana. Genave le señaló un lugar y Gina bajó las escaleras, apresurada.

Me puse de pie con disimulo y bajé con tranquilidad. La vi perderse en uno de los pasillos que llevaba a las duchas y la seguí en silencio. La intercepté en el momento justo. Ella simplemente bajó la guardia. Cubrí su boca, nos resguardé detrás de una columna, vigilé que nadie viniera y me froté contra ella.

—No sabía cómo lo haría, pero algo o alguien debe estar de mi lado. Mi cabeza iba a explotar. No sabía si podría verte antes de irme, tocarte de nuevo...

Me contempló con enojo. Sin embargo, le encantaba tanto como a mí aquella cercanía.

Apartó mi mano de su boca.

—¿Qué le dijiste a ese chico? —masculló.

—Solo le hice saber... —la miré y mordí mi labio por la anticipación de besar los suyos— que no debe poner sus ojos en ti.

—No soy tuya —resolló ahora enojada—. No te pertenezco.

Apreté los dientes y la sujeté con más fuerza. Perdía la paciencia. Sin más, cumplí mi maldito deseo y la besé. Al principio se resistió, pero luego dejó de luchar. Deslicé mi mano por su espalda desnuda y la agarré con posesión por la cintura.

—Alessio —dijo en tono de súplica.

Yo no pensaba detenerme. No podía dejarle pensar que podía ser de otro cuando ya era mía.

Resbalé mi mano por su pecho y acaricié su pezón. Se puso duro al instante y no pude resistirme, entonces aparté con delicadeza su traje de baño y me llevé su seno a la boca. Lamí y mordí su pezón, que no tardó en ponerse duro, tanto como lo estaba yo. Levanté su mentón y besé su cuello. Su respiración se había acelerado y apretaba mi camisa con fuerzas.

No entendía por qué se resistía cuando estaba tan loca por mí, como yo por ella. No sabía por qué ponía resistencia a algo que iba a ocurrir tarde o temprano.

—Dejaré que lo pienses —opiné sin dejar de tocarla—, pero no prometo no acosarte. —La tomé por el rostro y la hice mirarme a los ojos—. Ya tienes mi marca y no se puede borrar, Gina. —Atrapé su labio inferior y lo chupé hasta que se hinchó.

Debía permanecer en su cabeza y enloquecerla hasta que no pudiera resistirse más. La arrastraría a la oscuridad de aquel profundo deseo. La haría obsesionarse tanto conmigo, así como yo lo estaba con ella. La arrastraría al infierno para quemarnos juntos...

Sus siguientes palabras me dejaron congelado.

—No tengo nada que pensar. —Su mirada se había ensombrecido—. Esto solo fue algo pasajero —declaró con frialdad y me apartó de ella—. No te equivoques. —Comenzó alejarse de mí.

Toda la maldad que había dentro de mí empezó a alimentarse.

Me juré allí mismo que la haría arrepentirse de sus palabras y que la haría tragarse cada una de ellas.

La Oscura Obsesión de Alessio✔ (Libro #1 serie Oscura +18) Disponible en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora