Alessio
Alfredo Berlusconi no tardó en contactarme después de haber hecho aquella jugada. No me limité y llevé un equipo de seguridad altamente capacitado a esa reunión. No quería sorpresas y pondría mi última carta sobre la mesa esta noche. Ellos tendrían que decidir si jugar o no. El club Velmez era un lugar exclusivo para reuniones extraoficiales. Todos los mafiosos y doble cara de la alta sociedad utilizaban este sitio para hacer sus planes. Los Berlusconi no eran la excepción.
Alexander puso cara de pocos amigos cuando le dije el lugar al que nos dirigíamos.
—Estás realmente loco—comentó descontento.
—No tengo miedo —le respondí—. Ellos deben temerme a mí.
Aunque mi padre y yo teníamos una relación de mierda, acudí a él para que me diera algunas instrucciones. Mi padre trató mucho tiempo con la escoria. Pese a que dejó la compañía y a su familia fuera de ello, algunas cosas terminaron filtrándose en su momento, cosas que me llevaron a quedarme al frente del conglomerado Lombardi a pesar de que los hermanos de mi padre estuvieron en desacuerdo con aquella decisión. «¿Qué sabrá un joven de veinticinco años para manejar una empresa como esta?», dijeron ellos. Hice que se tragaran sus palabras cuando en el primer año de mi administración las acciones comenzaron a subir.
La limosina se detuvo frente a aquella elegante edificación. Miré a Alexander con una ceja alzada; no se limitó a regalarme aquella maldita mirada suya. No había vuelta atrás y él sabía más que nadie que no me intimidaría. Si esta era la forma que los Berlusconi buscaban para que retrocediera, estaban muy equivocados. En este mundo llevaba la delantera el que más poder tenía sobre el otro. En este caso el más poderos era yo.
Los guardaespaldas me rodearon. Alexander entró delante de mí en el edificio.
Nos adentramos en un largo pasillo con el piso de terciopelo rojo. Las paredes estaban pintadas de un gris oscuro y las luces que las iluminaban se encontraban en candelabros realmente costosos. Esta gente no escatimaba en gastos. Mi padre me habló al respecto y también me dijo que mi aspecto me ayudaría a no parecer fuera de lugar. Quién diría que aquellos tatuajes iban a ayudarme algún día.
—Señor Lombardi —me saludó con mucho entusiasmo Alfredo Berlusconi. Camilo estaba sentado en uno de los rincones y no se movió de allí—, bienvenido a mi sala especial.
Observé mi entorno con poco disimulo y luego llevé mis ojos de vuelta al hombre frente a mí.
—Vamos al punto. —Mi mirada se oscureció—. Todos sabemos que esto no es una visita de cortesía. —Me acomodé en uno de los muebles y Alexander me pasó el sobre que tenía en la mano.
Alfredo Berlusconi se acomodó a una distancia prudente de mí. Mientras tanto, le hacía un gesto a su hijo para que saliera de su escondite. Ganas no me faltaron de romperle la cara, de sacar toda esta rabia que tenía por dentro por lo que le hizo a Gina. Mirarlo me causaba náuseas. Camilo estaba al tanto de mis intenciones, pero no me ensuciaría las manos con una basura como él. Con lo que pasaría esta noche era más que suficiente para que se diera cuenta de quién estaba en la cima de la pirámide. Le entregué el sobre al señor Berlusconi. Por lo pálido que se puso, supe que di en el clavo.
—¿Cómo obtuvo esto? —cuestionó con incomodidad.
—Soy un Lombardi —contesté con altanería—. La diferencia entre usted y yo, es que yo no tengo las manos manchadas. —Una sonrisa maliciosa adornó mi rostro.
—¿Qué es lo que quiere de nosotros? —indagó con cautela.
—Quiero aquí y ahora que transfieran el monto de una cuenta a nombre de la ex prometida de su hijo a la de cualquiera.
Alfredo contempló a su hijo.
—¿De qué cuenta está hablando el señor Lombardi, hijo? —le inquirió.
—Necesitabas una cuenta más y utilicé a Gina. No sabía que la muy perra se acostaría con Lombardi.
Me levanté con rapidez y no pude resistirme a impactar mi puño en su cara. Alexander puso distancia entre nosotros y me encantó ver la mancha de sangre en su barbilla.
—No te atrevas a hablar mal de ella. Ni siquiera te atrevas a pronunciar su nombre.
Alfredo no se acercó a su hijo, agarró su laptop y procedió a hacer lo que le había pedido mientras lo miraba con intensidad. Al parecer, el niño de papi hizo cosas a sus espaldas.
Alfredo me pasó el ordenador, pero Alexander fue quien lo tomó por mí. Él sabía todo sobre tecnología. Parte de su vida la pasó manejando todos los asuntos financieros de la empresa y sabía mejor que nadie todos los trucos que podían usarse para un engaño. Por eso aquel tipo, a pesar de no respetarme la mayor parte del tiempo, aún seguía a mi lado. Sin él fue imposible llegar hasta este punto. Sabía mejor que nadie las piezas que debía mover.
—No queda rastro. Todo listo. Gina está limpia. —Dejó sobre la mesa aquella computadora.
—Entonces ¿estamos a mano? —preguntó Alfredo. Podía notar el nerviosismo en su voz.
«Haz aquel movimiento y salva a esa chica —dijo mi padre en nuestra conversación—, pero no te involucres más allá. Derramar sangre en su especialidad». Quería hundirlos, deseaba publicar todos aquellos datos, pero aquello sería un arma de doble filo. Si sabían que haría otro movimiento en su contra, utilizarían mi única debilidad: Gina.
—Creo que tenemos una tregua. —Una sonrisa aliviada apareció en la cara de aquel hombre—. No volveremos a meternos en su camino mientras ustedes se mantengan muy lejos del mío. —Le di la espalda y me apresuré a salir de esa asquerosa cueva.
Me aflojé la corbata y miré a mi costado, en donde se encontraba Alexander.
—El jet está listo —informó.
Ya comenzaba a imaginarme las miles de formas en que cogería a la protagonista de mis fantasías más eróticas.
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La Oscura Obsesión de Alessio✔ (Libro #1 serie Oscura +18) Disponible en Amazon
RomanceGina Stevens es una modelo curvy estadounidense que ha escalado por su cuenta. Tomó la decisión de irse a vivir a Italia, donde se ha convertido en una de las modelos más solicitadas. Sin embargo, no todo es tan hermoso y maravilloso. El día de su f...