Capítulo 57. Lobo feroz

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Alessio

Los celos eran algo que te cegaban y yo lo tenía más que claro. Sin embargo, al mirar cómo aquel hombre sostenía a Gina por la cintura, se me nubló la mente. Una oscura capa comenzaba a cegarme. Traté de mantenerme a raya y distante, pero al ver que él la sostenía con más firmeza, como si fuese suya, no lo soporté. Caminé hacia ellos, aparté su mano con brusquedad, agarré a Gina del brazo con salvajismo y la arrastré conmigo fuera de allí. Quería escuchar lo que tenía que decir al respecto y deseaba que me aclarara por qué dejaba que otro hombre la tocara.

—¡Suéltame! —Escapó de mi agarre a mitad del pasillo—. ¿Qué demonios crees que haces? —masculló.

—¡¿Qué crees que haces tú?! —bramé—. ¿Así es como piensas regresar a mí?

Nos sostuvimos la mirada. Mirarla así tan enojada me daba unas ganas inmensas de besarla. Se veía tan hermosa. Sin importar lo encabronado que estuviera con ella, la seguía viendo espléndida. Para hacer el momento aún más tenso, el cabrón con cara bonita de hace rato apareció nuevamente frente a nosotros y empezó a acercarse demasiado a mi mujer.

—¿Qué está pasando, Gina? —le preguntó.

Le vi con intenciones de poner la mano sobre su hombro y me apresuré a quitarla.

—Ni se te ocurra volver a tocarla —siseé con los dientes apretados.

—Hardin, no pasa nada. Vuelve a la fiesta, ¿sí? —Odié la forma en la que ella se dirigió a él, pero me tragué mis malditas palabras y dejé que se marchara.

Gina depositó su mirada enfurecida sobre mí y tuve que contenerme para no cogerla allí mismo. Me pasé la mano por el cabello con frustración y aparté la vista de sus ojos. Ella caminó delante de mí y se apresuró a salir del edificio. Aquel vestido la hacía ver como una princesa. Era la misma chica inocente de siempre, aunque su fiereza no dejaba de sorprenderme. Era cada vez más arriesgada y osada, pero yo iba a enseñarla a respetarme.

—Sube al auto —demandé mientras el chófer abría la puerta y nos regalaba una mirada extraña—. ¿Prefieres que te cargue y te meta a la fuerza? —amenacé.

Se subió al coche a regañadientes.

El vehículo se puso en marcha. Clavé el interés en el camino. Apreté las manos sobre mi regazo, ya que, al igual que ella, tenía el orgullo herido y no podía demostrarle mucho más lo rendido a sus pies que me encontraba. Corrí hacia ella porque no soportaba su ausencia y lo último que me esperé fue encontrarla bailando de lo más feliz con el tal Hardin. El maldito imbécil se hallaba en mi lista negra junto a Camilo Berlusconi.

—¿Quién era? —le cuestioné sin poder soportarlo más.

—¿Qué te importa? —La tomé por cuello y la obligué a mirarme a los ojos. Volvía a desafiarme y tenía que demostrarle quién mandaba aquí.

—Escucha bien, el que esté enamorado de ti no significa que voy a dejar que me domines. —Rocé mis labios con los suyos—. ¿Entendiste? —Apartó mi mano con brusquedad y yo sostuve la suya de igual forma—. No me tientes, Gina Stevens.

—¡Y tú ni siquiera esperaste para salir en todas las portadas del brazo de otra mujer!

Aquella maldita foto no iba a ayudar para nada, pero solo era trabajo. No existía, ni iba a existir nada entre esa mujer y yo.

—Ella es nadie. —La observé—. Estoy loco por ti.

El coche se detuvo frente a The Langham y tuve que sacarla a la fuerza para que bajara. Estaba encolerizado. Gina se había ganado unos buenos azotes. Ella conoció solo una pequeña parte del demonio que llevaba por dentro e hizo que se desatara. Me llevaba al límite de mi paciencia. Aunque la amara, iba a castigarla.

Entramos en el ascensor. Se estrujó las manos con ansiedad. Se moría por decir algo listillo, pero no le permitiría pronunciar ninguna palabra. Detuve el elevador y ella me miró con sospecha. Aquel vestido me dificultaría el viaje de mis manos por debajo del mismo, pero su cuello y sus labios estaban a mi merced. Eran una maldita tentación. La haría desearme y arrepentirse de haberme dejado. Esperaba con ansias escuchar de sus labios aquellas palabras.

—Alessio...

Impacté mi boca contra la ella. Intentó apartarme, pero sostuve con firmeza sus manos en su espalda, así no podría moverse.

Mordí el lóbulo de su oreja, pasé mi lengua por sus labios y chupé el inferior hasta dejarlo hinchado. Mi corazón estaba acelerado y mis manos picaban por el deseo ardiente de darle unas buenas nalgadas por desafiarme, por atreverse a dejarme, por dejar que otro hombre pusiera las manos sobre su cintura y por no decirme que me amaba.

—Esta noche conocerás al lobo feroz, caperucita. —Introduje mi lengua en su oído. Se estremeció—. Le haré justicia a aquella frase "para comerte mejor".

Quité el stop y el ascensor continuó hacia su destino. Agarré su mano cuando se detuvo en mi piso y la escolté a esa habitación.

Esta noche caperucita aprendería que nunca más debía retar a este lobo feroz.

La Oscura Obsesión de Alessio✔ (Libro #1 serie Oscura +18) Disponible en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora