Gina
Los días en Columbia fueron de locos. No sabía que la gente allí iba a reconocerme y mucho menos que me pedirían tantas fotos. Con todo lo ocurrido se me olvidó por completo quién era. Olvidé que Gina Stevens salía en portadas de revistas y caminaba en pasarelas importantes. Me sentí abrumada, pero traté de mantener siempre una sonrisa en el rostro. No podía dejar notar la incomodad a personas que seguían mi trabajo.
—¿Qué tal, muñeca? ¿Quieres conocer a un verdadero hombre?
Viré los ojos ante aquel comentario, el cual a la vez fue algo divertido. Al parecer, aún seguía siendo atractiva para los más jóvenes. No es que era una vieja, pero ya me encontraba casi rebasando los veinte.
Seguí el camino hacia el salón de clases bajo la atenta mirada de los que pasaban junto a mí y recibí sus saludos. Solo era cuestión de que pasaran los días y de que la gente se acostumbrara a mi presencia. Sin embargo, ahora mismo tanta atención me ponía los nervios de punta.
Un clic de una cámara llamó mi atención. Miré a mi alrededor, pero no vi a nadie. Quizá solo me volvía paranoica, aunque un movimiento detrás de una columna me puso alerta.
Llevé mis pasos a esa dirección con disimulo y me encontré de frente con un lente de cámara profesional. La aparté de mi rostro con molestia y el hombre me observó, sorprendido por mi atrevimiento. Lo escruté de arriba abajo con poco recato y pude darme cuenta de que no era un paparazzi o un fotógrafo de tabloides. A este sujeto le pagaban mucho dinero para sacarme esas fotos.
—¿Quién te está pagando? —le pregunté con enojo.
—No puedo revelarle eso, señorita Stevens.
Esto no fue al azar, porque si así fuera, él no sabría mi nombre.
—Son los Berlusconi, ¿verdad? ¿Sabe que esto es un delito? ¿Que puedo demandarlo y a la persona que le está pagando? —El temor arribó a su mirada y aquello me dejó desconcertada—. Llama a la persona que te mandó a hacer esto —dije al tiempo que sacaba mi celular y le tomaba una fotografía.
—Eso es confidencial, señorita.
—Y tomarme fotos sin mi permiso es un delito. —Comenzaba a perder la paciencia—. Acabo de tomarte una foto y no me temblara el pulso para usarla si tratas de huir, así que es mejor que llames a esa persona —le amenacé.
Sacó su móvil y marcó el número. Nunca aparté mi mirada de él. El sudor en su frente delataba lo nervioso que se encontraba. Yo tenía miedo, pues no sabía de lo que era capaz aquella familia. Aunque estos últimos meses estuve tranquila, había algunas cosas que me empezaban a perturbar, como muchas especulaciones alrededor de la familia Berlusconi, cosas que nunca imaginé. En la que ellos podrían encontrarse involucrados.
—Señor...
Le arrebaté el teléfono. Si alguien debía hablar, era yo.
—No sé qué está ganando con esto —me apresuré a decir—, pero si cree que le tengo miedo, está muy equivocado.
La persona al otro lado de la línea soltó un resoplido y me sentí indignada.
—Gina —soltó con voz ronca. Todo se detuvo a mi alrededor. Parecía que pasó una década desde que escuché su voz por última vez y mi cuerpo reaccionó al instante—. Lo siento, amor. Déjame explicarte, por favor.
Le entregué el teléfono al tipo y me fui al interior del edificio. Allí me percaté de que Alessio Lombardi tenía un efecto sobre mí que nadie tendría jamás.
Mi móvil vibró en mis manos. Al fijarme en la pantalla, vi que era un número de larga distancia. Conocía el código de área en Milán, así que no fue difícil deducir de quién se trataba. ¿Por qué me empeñaba en negar que lo extrañaba, cuando me pasaba los días anhelado que regresara? Me abrumaba. Estaba en un limbo sin saber qué podía esperar y sin saber si valía la pena aferrarme a aquel amor enfermizo. No obstante, muy dentro de mí, aunque quizá sonara fuera de lugar, quería seguir enferma de ese amor por él.
—¿Qué? —espeté con dureza.
Soltó un improperio.
—Lo siento, sigo haciendo las cosas que te molestan, pero dime qué hago si me muero por tenerte. —Su voz se oía lastimera.
Eso me desequilibró al instante.
— ¿Pagarle a un tipo para que me tome fotos es tu forma de mostrarme tu amor? Vaya forma. —Me sentía frustrada. Quería decirle que estaba bien, que lo entendía, pero en realidad no comprendía nada.
—Volveré a ti —dijo con voz suave—. Ya estoy resolviendo todo este lío, solo espera un poco más.
Entré en una de las aulas que estaban vacías y miré el reloj en mi muñeca. Llegaría tarde a mi clase, pero ya me encontraba demasiado descompuesta para asistir a ella.
—¿Por qué no me dices lo que pasa, Alessio? No saber nada me hace crear ideas erróneas en mi cabeza. Los secretos, las mentiras, todo eso hace que piense que quizá no valga la pena esta espera. —Sentí un nudo en la garganta al pronunciar aquellas palabras, pero era verdad. Esa agonía de no saber nada me hizo perder las esperanzas.
—Lamento no haberte dicho lo del vídeo el día de tu compromiso. —Le agradecía y odiaba que hubiese hecho aquello. Sin embargo, ya debíamos dejarlo atrás.
En nuestra última conversación en el hotel le dejé claro que no quería saber nada más de ese vídeo o del juego que tenía él con Camilo.
—Ya no importa —resollé sin más—. Debo ir a clases ahora. Además, sé que allá es de madrugada. —Alejé el móvil de la oreja, pero lo escuché pronunciar mi nombre.
—Gina —soltó con desesperación—, todo lo que estoy haciendo es para poder volver a ti. ¿Puedes prometerme que esperarás por mí?
Me quedé en silencio un largo momento sin saber qué decir. Aunque muy en el fondo conocía la respuesta, también sabía que me moría por decirle que sí.
—Solo regresa —susurré y terminé con aquella llamada.
Conocía el peso de una promesa y las consecuencias de aferrarme a ella, pero aun así anhelaba que Alessio regresara.
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La Oscura Obsesión de Alessio✔ (Libro #1 serie Oscura +18) Disponible en Amazon
RomansaGina Stevens es una modelo curvy estadounidense que ha escalado por su cuenta. Tomó la decisión de irse a vivir a Italia, donde se ha convertido en una de las modelos más solicitadas. Sin embargo, no todo es tan hermoso y maravilloso. El día de su f...