𝕻𝖗ó𝖑𝖔𝖌𝖔.

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San Petersburgo, Rusia.

En el sótano de la propiedad privada de villa Bogdanov, situada a las afueras de San Petersburgo, se encontraban los dos hombres más influyentes de Rusia, así como los dos de los más temidos en el bajo mundo y sus alrededores, con ellos también estaba el abogado Vok, esposado a una silla de hierro que se hallaba en el centro del recinto cerrado y poco iluminado.

-Yo de verdad había creído que mis movimientos jurídicos, eran guiados por una mente maestra, astuta... pero creo que me equivoqué -irrumpió el silencio sepulcral, la voz gruesa, enronquecida y temible de aquel hombre alto, de piel blanca, barba cerrada y cabello rubio oscuro, con ojos temibles como los de un León y de color pardo.

-Señor... y... yo... en verdad lo lamentó -respondió nervioso, el hombre esposado a la silla de metal.

Los dos hombres frente a él, solo se carcajearon, mientras que el líder tomaba una silla, sentándose en ella, dejando el espaldar entre sus piernas, para así posicionar sus brazos cruzados encima de está.

-Yo en realidad no lo lamento... ¿tú lo lamentas Andreį? -señalando al aludido, haciéndole aquella pregunta y el cual devolviendole una sonrisa, como anticipó a aquella a un respuesta común y corriente, proviniendo de él.

-De hecho no... a mi me gusta jugar al hospitalito, lo malo es que cuando hacemos la operación de corazón abierto, nunca nos sobreviven.

Agregó en un tono divertido, mientras observaba el rostro pálido, lleno de pánico de su víctima, era algo que disfrutaban, al momento de jugar con sus presas.

-Señor yo tengo una familia... no puede hacerme esto -suplicó entre lágrimas el hombre de edad madura y cuerpo fornido, que respondía al nombre de Nikolais Vok, abogado penal de los Bogdanov.

-En eso lo debiste pensar tú, yo no... pero sabes me queda una inquietud y grande... ¿qué te llevo a cometer tal gilipollez? -Preguntó con aquella paciencia y tranquilidad que lo caracterizaba al momento de atacar a su presa.

-Señor yo... de verdad no se que me paso y el señor me ofreci...

-Ya no digas más, me aburres, total digas o no digas estarás muerto y de la manera en que me gusta... es una lástima, que aún sabiendo quienes están en mi nómina, por que joder... es algo que manejas con mi contador, le hallas dado las pruebas para hundirme al equivocado.

》Eres una vergüenza y como si fuera poco aún sabiendo que tengo ojos hasta en mi culo, aliarte con el puto de D'agostino, eso fue lo más huevon, no tienes nada para pensar amigo... tú mismo te mataste... lástima.

Se levantó de la silla para así ponerse hombro a hombro con su amigo, dirigió la última mirada a su víctima, quien aterrorizado ya sabía su final -Confío en que jugaras muy bien, al hospitalito... es todo tuyo Andreį, diviértete.

Palmando varias veces el hombro derecho de su amigo, después de aquella orden, se dirigió por las escaleras, hacia la salida de aquel lugar oscuro, que solo habitaba muerte y más muerte.

La muestra de un botón, eran los gritos desgarradores de su ex abogado.

El cual seguramente aquel dolor era provocado por su escalpelo con hoja de corte favorito.

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Ok... me salió la idea de esta nueva novela, será una completa locura, por que nunca me he metido en el embrollo de escribir dos historias al mismo tiempo, por que me parece una locura suicida, pero mirenme... aquí estoy, espero sea de su agrado y me tengan paciencia con las dos que estarán en proceso, besos.

𝖀𝖓𝖆 𝖆𝖇𝖔𝖌𝖆𝖉𝖆 𝖕𝖆𝖗𝖆 𝖊𝖑 𝔹ℝ𝔸𝕋𝕍ÁDonde viven las historias. Descúbrelo ahora