Según dogmas religiosas si aún demonio se le da a beber, para saciar su sed, es darle fuerzas, hasta el punto de hacerlo invencible.
Y eso estaba pasando con los demonios de Maïa, les habían dado de beber, esos que con su frialdad y sadismo habían sido despiertos y amamantados en aquel abandonado lugar.
La noche había caído en una espesura y tenebrosa neblina fría en aquel recinto en donde se encontraban Nazly, Carlo y al mismo tiempo Aņieli, junto a sus hombres en busca de la escurridiza mujer, era el escenario perfecto para una mujer como la griega.
Para la griega era confirmado que por aquel impulso de venganza, junto a gritos desolados de la turca, significaban que su padre había muerto por una bala que ella misma le habia proporcionado en su grasiento dorso, lo cuál generaba satisfacción en el corazón frío y hambriento de Maïa.
Maïa que se resguardaba detrás de un vagón oxidado, afino sus oídos para escuchar cualquier paso acercarse hasta su lugar, esto; mientras se permitía buscar entre tanta basura algo que la ayudase a defenderse y lo encontró.
Aquello era un pedazo grande de hierro, que tenía una punta filosa y los costados en cortes disparejos, que al ella infringir fuerza podría causar heridas, quizás no mortales, pero en compañía del óxido, si, infecciosas.
Por lo que luego de Maïa tomar aquel objeto entre sus manos, decidió subir al vagón en donde vería con facilidad cada movimiento de sus víctimas y así mismo se las arreglaría para usar a su favor la densa noche, para marcharse de aquel recinto, pero con su mentón en alto.
-¿A donde ha ido esa puta de mierda? -escuchó a la turca susurrar con desespero, sabía que ahora ella misma estaba cegada por el dolor de su pérdida, lo cuál jugaría a favor de la griega, pero lamentablemente encontra de la turca.
Por lo que la fémina al ver cómo dejaban sola a la turca, dirigiéndose ambos hombres a lados opuestos y muy lejanos a donde estaban ambas mujeres, lo cuál usó para su provecho Maïa quien se colocó a espaldas a la turca, teniendo acceso a la salida solitaria de la parte trasera del lugar.
Maïa se iría ella lo tenía claro, pero no lo haría sin primero despedirse como era debido de su rival de guerra.
-Espero que alcances a darle santa sacristía a tú papi -la turca quien estaba de espalda a donde sonaba aquella voz que tanto despreciaba, giró su cuerpo en un movimiento brusco, llevando así mismo su arma al frente, la cuál apuntaba a la griega quien le sonreía sin inmutarse ante lo obvió.
-¡Te vas a arrepentir por haberle hecho eso a mi papá! ¡te mataré! -hablaba desesperada pues aquella herida estaba aun fresca sobre el desolado corazón de la turca quien estaba llena de culpa.
-Si... claro -respondió de manera calmada la griega que estaba para ese momento rodeada por los hombres de Nazly, la presencia de Carlo y su abuelo quienes solo eran espectadores de lo que se decían, pero a la vez preparados para cualquier enfrentamiento.
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𝖀𝖓𝖆 𝖆𝖇𝖔𝖌𝖆𝖉𝖆 𝖕𝖆𝖗𝖆 𝖊𝖑 𝔹ℝ𝔸𝕋𝕍Á
Roman d'amourDUOLOGÍA DIOSAS Parte I Ellos son hielo, pero también pasión, son sangre y destrucción. El diablo creía ser invencible, hasta que una diosa griega maldita lo captura En muchas relaciones el amor no es suficiente para sopo...