Capítulo 9.

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El beso que me daba era diferente, profundo, con deseo, sin control

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El beso que me daba era diferente, profundo, con deseo, sin control. Su toque era diferente, sus manos se movían sin nada que las detuviera, porque lo primero que hizo fue ponerlas sobre mi trasero y apretarlo; me gustaba, era demasiado tentador el tener sus manos sobre mi y pensar en todas las cosas que podríamos hacer a partir de ese simple toque.

Ninguno de los dos quería terminar con el beso, pero la falta de aire nos obligo a separarnos, Caleb recostó su frente en la mía, subió una mano hasta mi mejilla y la acarició suave.

—Me parece que, si no nos vamos, terminaremos dando un show para adultos aquí mismo, en medio de toda esta gente y no creo que quieras eso —su voz sonaba bajito y sensual, a tal punto de plantearme hacerlo ahí, pero tendría que arriesgarme a que perdiera la motivación en el camino hasta la casa.

—Si nos quedamos más tiempo aquí de pie, voy a plantearme la idea de hacerlo —sonrió, me beso de nuevo, tomó mi mano y caminamos hasta la mesa donde Garret y Lena seguían jugando.

Ambos nos miraron, sonrientes, se estaban divirtiendo, Caleb se acerco a Garret, le dijo algo bajito, le entregó las llaves del auto y se acercó de nuevo a mí, tomó mi mano y caminamos fuera del bar, al salir detuvo un taxi del cual se acababan de bajar un par de chicas y subimos en el, su mano no soltó la mía en ningún momento y yo solo podía pensar en lo que iba a pasar al llegar a la casa, estaba ansiosa, quería que el taxista condujera lo más rápido que le fuera permitido.

—¿Tu casa es muy lejos? —pregunte, porque no tenia idea de la distancia exacta que recorrimos hasta la casa de Garret y luego al bar.

—No te desesperes Ariana —susurró y beso mi cien —Disfruta la anticipación.

Asentí, apreté un poco su mano y cerré los ojos, realmente tenía mis hormonas en una montaña rusa, girando y subiendo, de formas tan intensas que deseaba tener la habilidad de teletransportarme para llegar de inmediato al lugar en el que quería estar: La cama.

—Como me gustaría tener super poderes ahora mismo —él rio y entrelazo sus dedos con los míos.

—Al parecer voy a tener que enseñarte a tener paciencia, la espera a veces hace que todo sea mejor —me miró y sonreí.

—No soy muy paciente, me gusta tener lo que quiero en el momento que lo quiero —ambos hablábamos en voz baja para evitar que el conductor se enterara de nuestra conversación.

—Pues me voy a poner en la tarea de enseñarte lo satisfactorio que puede llegar a ser cuando esperas —sonrió de manera coqueta, levantó mi mano y dio un beso suave en el dorso de ella.

—Ya veremos si todo eso que predicas lo aplicas en el momento de la verdad —sonrió más.

—Cariño, créeme cuando te digo que la paciencia es una de mis mayores virtudes —y le creía, se veía demasiado tranquilo, él no demostraba la impaciencia como la que tenía yo.

Sin promesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora