Capítulo 1.

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Los ruidos que hacían los árboles al mecerse fuera de mi casa eran, en ese momento, aterradores para mí, al igual que cualquier otro sonido que viniera desde afuera

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Los ruidos que hacían los árboles al mecerse fuera de mi casa eran, en ese momento, aterradores para mí, al igual que cualquier otro sonido que viniera desde afuera. El solo pensamiento de que al otro lado de mi puerta podrían estar los dos tipos que habían asesinado al de la bodega sin pensarlo dos veces, me hacía querer salir corriendo cada vez que se escuchaba algo extraño proveniente del exterior. Mi cabeza dolía más que nunca y mi pierna derecha no podía permanecer quieta un segundo, estaba comiéndome las uñas poco a poco o apretando tan fuerte la cobija que me dolían los dedos. nunca en mi vida había sentido tanto miedo. Ellos vendrían por mí, estaba segura de que al menos uno de ellos me vio después que empezara a llorar por el pánico que sentía.

Era cerca de las dos de la mañana cuando dos golpes en mi puerta principal hicieron que las lagrimas empezaran a salir nuevamente; eso era todo, mi vida iba terminar por un estúpido juego con un montón de adolescentes en la calle y mi asesinato quedaría en el olvido; ya que no tenia una familia que me buscara o amigos que me extrañaran, nadie se daría cuenta de que había una persona menos en el mundo. Dos golpes suaves volvieron a sonar y un par de minutos después, la puerta rompiéndose por un golpe mas fuerte, se estrelló contra la pared, cerré mis ojos lo mas fuerte que pude y empecé a orar, no era la persona con más fe del mundo, pero no tenia a nadie a quien recurrir, solo me quedaba eso, pedir por mi salvación a un ser supremo que ni siquiera estaba segura de que me escuchara.

Espere que de inmediato se escucharan disparos, pero en lugar de eso una voz que conocía, una que logro calmar mi miedo, llego a mis oídos.

—No tengas miedo — abrí los ojos cuando la reconocí y frente a mí estaba el hombre que me ayudó a escapar de la bodega —No tenemos mucho tiempo, no puedo explicarte nada ahora mismo, así que solo sigue mis instrucciones ¿de acuerdo?

Mis labios eran incapaces de abrirse y mi garganta no emitía sonidos, había sentido tanto miedo que no podía hablar. Solo asentí, lo cual hizo que él empezara a caminar por toda la habitación, saco las dos maletas que tenía guardadas en un rincón del closet, las abrió y estiro su mano hacia mí.

—Están buscándote y no va a ser muy difícil encontrarte, debes ayudarme a poner la mayor cantidad de tus cosas que quepan en estas maletas y tenemos que irnos, hay que salir de aquí lo más pronto posible — su voz era profunda, pero tranquila y sus ojos miraban directo a los míos cada vez que decía algo, como si le hablara a una niña pequeña.

No dije nada, no hable; lo único que hice fue limpiar mis mejillas, levantarme y meter toda mi ropa en una de las maletas mientras que el buscaba por todos los cajones y cada vez que encontraba un papel lo miraba por ambos lados y después lo desechaba o lo guardaba dentro de la otra maleta. Me sentía confundida por el sentimiento de tranquilidad que me generaba ese hombre y por lo dócil que estaba siendo en ese momento acatando todas las órdenes que suavemente iba dando. Quería preguntarle cómo había dado conmigo tan rápido, que era lo que estaba haciendo en mi casa y porque estábamos empacando mis cosas, salir era más peligroso que quedarnos adentro, la mejor opción era llamar a la policía, pero no lo haría, por mi mente solo podían pasar imágenes de los policías entregándome a esos hombres, porque la corrupción estaba en todos lados y yo no era nadie importante y no tenía dinero para ofrecer a cambio de mi libertad, así que si, el extraño tenía razón; irnos era la mejor opción.

Sin promesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora