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—𝓒.𝓑─

—Entonces... podemos ordenar pizza o preparar la lasagna que vi hace unos días...

—Cualquier cosa está bien.

Mi madre soltó un suspiro, a la vez que dejaba el teléfono sobre la isla de la cocina. Al alzar la mirada, dejé mi celular también sobre este y me crucé de brazos, a la espera de su regaño.

—¿Que sucede? —preguntó, acercándose un taburete y tomando asiento frente a mí. Sostuve mi rostro entre mis manos y bajé la mirada, evitándola por completo—. No puedo ayudarte si no me dices que sucede, Camila.

Y sin más, me dejé caer sobre la isla, soltando un largo bufido y pataleando sobre mi asiento.

—Se que es raro volver luego de tantos años, ¿acaso no extrañabas este lugar?

—Lo hago, pero se siente diferente —musité, aún con la mitad del cuerpo sobre la isla.

—Es nuestro hogar —insistió mamá, pasando una de sus manos por mis hombros y dando suaves caricias.

Luego de haber seguido en constantes mudanzas, mamá y yo decidimos volver a nuestro antigua casa, la cual terminó remodelarse hace algunas semanas; lo que implicó un nuevo cambio de escuela, por ende, nuevamente no pude conocer a alguien por quien valga la pena intentar ponerle un fin a este ciclo repetitivo.

—Te prometo que aquí estaremos mejor, ya no más mudanzas ¿está bien? —musitó en un tono lo suficientemente convincente como para lograr que alce la cabeza.

Algo dudosa, dirigí mi meñique hacia ella, y así, sellamos nuestra promesa.

—Ayudarte con esa lasagna no suena tan mal —confesé sonriente, su mirada se iluminó y rápidamente se agachó y sacó un recipiente en el cual se colocaría nuestra cena.

—Manos a la obra.

Las horas pasaron realmente rápidas, mamá y yo quemamos parte de la salsa de tomate, pero aún así, quedó deliciosa. No puedo quejarme de tener una madre así, es la mejor.

—Debo admitir que me aterraba quemar todo. No puedo creer que me dejaras cocinar todo casi sola —exclamé, tomando hasta el último trozo de carne molida que había en mi plato.

Entre juego y juego, empezaba a sentirme cansada. Juraba que al llegar a mi habitación caería rendida sobre mi cama, y eso, será muy satisfactorio: un merecido descanso.

—Algún día no estaré... tienes que aprender a cocinar o morirás de alguna enfermedad de tanto comer comida rápida —dijo mamá, alzándose de hombros y dejando su cubierto sobre la mesa. Con el entrecejo fruncido, imité su acción y me retuve de servirme otro trozo de lasagna.

Realities | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora