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—𝓒.𝓑─

Harta de pillarnos por todas partes, la profesora McGonagall había dado permiso a Harry para usar el aula vacía de Transformaciones durante la hora de comer. No tardó en dominar el embrujo obstaculizador, un conjuro que servía para detener a los atacantes; la maldición reductora, que le permitiría apartar de su camino objetos sólidos, y el encantamiento brújula, un útil descubrimiento entre Hermione y yo, que haría que la varita señalara justo hacia el norte y, por lo tanto, le permitiría comprobar si iba en la dirección correcta hacia el centro del laberinto. Sin embargo, seguía teniendo problemas con el encantamiento escudo. Se suponía que creaba alrededor del que lo conjuraba un muro temporal e invisible capaz de desviar maldiciones no muy potentes, pero Hermione logró romperlo con un embrujo piernas de gelatina bien lanzado. Harry anduvo tambaleándose durante diez minutos por el aula antes de que ella diera con el contramaleficio.

—¿Tendrá algún micrófono o algo así? ¿Alguna grabadora? —musitó Ron, mientras observábamos por la ventana a Malfoy.

Draco, Crabbe y Goyle estaban abajo, a la sombra de un árbol. Los dos últimos sonreían de satisfacción, al parecer vigilando algo, mientras Draco hablaba cubriéndose la boca con la mano.

—Ya te lo dije, Ron... eso es imposible —musité, tratando de esforzar más mi vista—. Lo he notado en varias ocasiones así, igual que a Pansy —dije entrecerrando los ojos y observándolo unos segundos más, para luego dar vuelta y ver el entrenamiento de Harry.

—Pero si lo estás haciendo estupendamente —lo animó Hermione, comprobando la lista y tachando los encantamientos que ya tenían bien aprendidos—. Algunos de éstos te pueden ir muy bien.

—Vengan a ver esto —dijo Ron. Seguía observando los terrenos del colegio—. ¿Qué estará haciendo Malfoy?

Fueron a ver.

—Parece como si estuviera usando un walkie-talkie —comentó Harry intrigado.

—Es imposible —repuso Hermione—. Se los he dicho: ese tipo de aparatos no funcionan en Hogwarts.

—Es lo mismo que le dije a Ron —dije alzándome de brazos y sentándome en un pupitre junto al pelirrojo. Hermione negó levemente con la cabeza y volvió a lo que estaba.

—Vamos, Harry —dijo enérgicamente, dejando la ventana y volviendo al centro del aula—. repitamos el encantamiento escudo.

Por aquellos días, Sirius nos enviaba lechuzas a diario. Al igual que Hermione, parecía que su interés primordial era ayudar a que Harry pasara la tercera prueba, antes de preocuparse por otros asuntos. En cada carta le recordaba que, ocurriera lo que ocurriera fuera de los muros de Hogwarts, ni era asunto suyo, ni podía hacer nada al respecto. Si Voldemort está realmente recobrando fuerzas —escribía—, lo primero para mí es tu seguridad. No te puede poner las manos encima mientras estés bajo la protección de Dumbledore; pero, aun así, es mejor no arriesgarse: entrénate para el laberinto, y luego ya nos ocuparemos de otros asuntos. Estos días fueron más tranquilos que otros, ya que nuevamente tuve que forzarme a alejar mis pensamientos para poder ayudar a Harry, y mantenerme alerta de que las cosas estén bajo control. Draco y yo parábamos por nuestro lado, el beso no había cambiado las cosas a gran magnitud como había supuesto, tal vez por el hecho de que yo evitaba hablar sobre eso, al igual que la charla con Cedric y Cho. Ambos me aconsejaron que debía de hablar con George, y a pesar de que luché con mi orgullo, traté de ser yo quien diera el primer paso, resultaba extraño almorzar con los Gryffindor y tener algunas miradas por parte de él o Fred. Sirius amablemente se ofreció a ayudarme con cualquier cosa que se interpusiera en mi mente durante estos días, a cambio de que pudiera ayudar a Harry a mantener la calma. No pude negarme, jamás dejaría que mis problemas me evitaran ayudarlo.

Realities | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora