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—𝓒.𝓑─

Era una fría y oscura noche de verano, un escenario inusual pero tristemente familiar en aquel rincón de Inglaterra. Sentía que el clima se mofaba de mí, como si estuviera conspirando en complicidad con mis sentimientos vacíos y sombríos. Me preguntaba si tenía el poder suficiente para influir en eso; a estas alturas, nada me sorprendería.

No hace mucho el ciclo escolar en Hogwarts había culminado, y dio paso a las vacaciones de verano, que en comparación con las anteriores, no habían sido nada divertidas. Ni siquiera el sol se atrevía a salir.

Los días se estiraban hasta la eternidad y el dolor parecía no tener fin.

El verano se vestía de invierno, congelado y frío.

—Buenas noches —escuché a Narcissa entrar al salón con una voz apagada y vacía. Tomó asiento frente a mí y retomó el libro que parecía haber estado leyendo anteriormente sobre plantas mágicas.

—Buenas noches —la saludé, con un semblante igualmente sombrío.

En ese momento, me sentía perdida en la mansión Malfoy. El lugar, que solía cargar un ambiente lúgubre y misterioso, ahora parecía desprovisto de sentido. Estaba vacío y apagado, incluso el terror que antes emanaba era añorado por sus propios elfos domésticos.

—¿Has descubierto algo nuevo? —intenté entablar una conversación con ella, consciente de que esta situación también era difícil para Narcissa. Su esposo estaba encarcelado y su hijo se había convertido en un fantasma en su propia habitación.

Mi madre venía a visitarla constantemente, ofreciéndole su apoyo incondicional como a una gran amiga. Yo, por mi parte, acudía durante las tardes o las mañanas, aunque aquella noche fue la excepción. Rara vez pasaba tiempo con Narcissa, pero horas antes había recibido su invitación a cenar. No podía rechazarla, no cuando todos mis pensamientos se centraban en ver a Draco en los breves momentos en los que se aventuraba fuera de su habitación.

Creíble o no, no había visto a Draco desde que regresamos de Hogwarts. Los primeros días pareció haber un acuerdo silencioso entre nosotros, como si necesitáramos un tiempo aparte. Pero a medida que esos días se extendieron y se convirtieron en semanas, supe que algo no estaba bien. El vacío que se había instalado entre nosotros se volvió cada vez más abrumador. No podía evitar preguntarme qué estaba pasando por la mente de Draco, qué demonios estaba ocurriendo en su habitación mientras yo intentaba desesperadamente mantener la calma en la mía.
La incertidumbre me carcomía por dentro. Me preguntaba si él también sentía ese dolor punzante en el pecho, si se encontraba atrapado en un torbellino de pensamientos y emociones como yo. Pero no podía acercarme a él, no podía romper esa barrera invisible que nos separaba. Era como si nuestros mundos se hubieran alejado, y me sentía impotente para cambiarlo.

Pasaba las noches en vela, con la mirada fija en el techo, tratando de descifrar qué estaba pasando. Las lágrimas se deslizaban silenciosamente por mis mejillas mientras me repetía una y otra vez que esto no era lo que imaginé para nosotros. El miedo a perderlo se apoderaba de mí, alimentando el nudo en mi estómago. Intentaba aferrarme a los recuerdos felices que compartimos, a esos momentos en los que éramos inseparables, pero se volvían cada vez más difusos. ¿Dónde se habían ido esas risas contagiosas, esas miradas llenas de complicidad? ¿Dónde estaba el amor que nos unía?

Realities | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora