[𝕽] El cambiar de universo comenzó siendo un simple juego para Camila; jamás imaginó que su vida cambiaría en una simple noche.
Conocer a Draco Malfoy fue lo mejor que pudo ocurrirle, pero enamorarse de él fue sólo el inicio de su destrucción.
Tal...
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𝕽| 𝒄. ₀₁₉ —𝓒.𝓑─
El regreso a casa no resultó ser tan placentero como inicialmente anticipé. Mamá y yo compartimos el viaje con Narcissa Malfoy, quien pareció sumida en un estado de histeria desenfrenada al ver el estado en que se encontraba Draco al descender del tren, tras haber recibido una serie de maleficios.
—¿Estás segura de que no viste quién lo hizo? —repitió mi madre una vez más durante el largo trayecto, hasta que finalmente llegamos a un lugar en particular.
—No, madre, en ese momento estaba con una amiga de Ravenclaw —respondí, mientras observaba detenidamente el entorno en el que nos encontrábamos.
El lugar donde pasaría mis vacaciones resultó ser la residencia más suntuosa y espectacular que jamás hubiera visto. La asombrosa impresión que Hogwarts me causó palidecía en comparación con la reacción que esta mansión me provocaba en este momento.
Exquisitos encajes de vegetación cubrían la mayor parte de las imponentes paredes que rodeaban las extensas hectáreas de la mansión Bellerose, creando una primera impresión de majestuosidad. Un camino de piedra cuidadosamente trazado conducía directamente hacia la mansión, con setos perfectamente recortados flanqueando el camino no demasiado estrecho. En los terrenos, se alzaban arbustos y pavos reales que deambulaban con elegancia, mientras dos fuentes aportaban un toque de serenidad, aunque la palabra "simple" jamás cruzaría por tu mente al adentrarte en este lugar. La puerta de la mansión se elevaba sobre el suelo a través de amplias escalinatas de piedra. Las ventanas eran en su mayoría rectangulares, con la excepción de algunas ventanas con arcos que adornaban el centro de la mansión.
Al ingresar a la mansión, me recibió un amplio vestíbulo, inundado de luz y exquisitamente decorado, con una generosa alfombra que cubría gran parte de su suelo. En el vestíbulo, se destacaba una robusta puerta de madera con una manija de bronce que conducía a la siguiente estancia, un espacioso salón. Este salón se asemejaba a una gran sala, con una hermosa chimenea de mármol, adornada con una ventana dorada y un espejo con un elegante marco dorado sobre ella. El suelo de la habitación lucía pulido y, en parte, cubierto por una lujosa alfombra, mientras una majestuosa lámpara de araña colgaba del techo.
Este lugar era un auténtico sueño hecho realidad, ofreciendo todo lo necesario sin llegar a parecer ostentoso. Cada rincón había sido decorado con precisión y una dedicación excepcional. A pesar de los lujos presentes, transmitía una sensación de paz, y los colores cálidos aportaban una sensación de familiaridad en cada habitación y en cada pieza de arte cuidadosamente ubicada.
—Camila, ven un momento.
El sonido de los tacones de mi madre me arrancó de mi fascinación por el lugar. Las enormes puertas dobles se abrieron de par en par, y Josephine entró en la sala de estar con una naturalidad que daba la impresión de que el lugar reconocía quién era y actuaba a su conveniencia.