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—𝓓.𝓜─

Si había algo de lo que estaba completamente seguro, era que Camila había dejado de ser la misma desde hacía mucho tiempo. No sabía exactamente cuándo había sucedido, pero me sentía decepcionado por no haber notado su marcada transformación antes. La chispa que solía iluminar sus ojos se había desvanecido, dejando únicamente un azul apagado que carecía de vida y vitalidad. No era que su vida se hubiera vuelto miserable; de hecho, todo lo contrario. Sin embargo, la ausencia de felicidad en su mirada había dejado una huella profunda en lo que alguna vez fue Camila Bellerose. Mi Camila.

No supe hasta qué punto la habían dañado hasta que me vi obligado a presenciar su sufrimiento sin poder hacer absolutamente nada. Me sentía un maldito cobarde.

Sus manos y piernas temblaban, desesperadas por encontrar algo en qué sujetarse, cómo detenerse. Expulsaba un líquido negro y espeso por la boca, llenándome de alarma pero dejándome completamente paralizado, incapaz de avanzar hacia ella. Simplemente, no podía.

La vi llorar. Sus lágrimas eran inocentes, llenas de la esencia de alguien que había sido condenada injustamente.

La vida cruel me había arrebatado lo único verdadero que alguna vez conocí. Un destino injusto había cruzado en mi camino a alguien que estaba destinado a destruirme.

No fue hasta que Pansy sostuvo a Camila entre sus brazos que sentí algo quebrarse dentro de mí. Podía ver con claridad toda la escena frente a mí: la persona a la que más amaba desmoronándose ante mis ojos, y me sentía incapaz de pronunciar siquiera una palabra. Incluso respirar se convirtió en una tarea difícil. Tal vez era vergüenza o simplemente miedo. No estaba seguro. Lo único que tenía claro era que debía hablar con Camila lo más pronto posible.

—Déjamelo a mí. —le pedí a mi amiga, acercándome a ellas con prisa. Pansy me miró incrédula, lanzándome un rotundo "no" con la mirada.

—Estás en shock, Draco. —musitó, colocando su brazo alrededor de la cintura de Camila— Sigue al resto, yo me encargo.

De alguna manera, esas palabras sonaron tan irreales, como si el hielo derretido se hubiera escabullido y congelado mi cerebro. Me sentía atrapado en una pesadilla.

Tal vez era el precio que debíamos pagar... Una entrada al paraíso no era gratuita. Eso estaba claro.

• • •

Había mucho pasando por mi cabeza, pensamientos precipitados que seguían atormentándome incluso cuando mi cerebro luchaba por reconectar con la realidad después del trágico episodio. Era curioso y, a la vez, frustrante cómo esos pensamientos seguían persiguiéndome.

Camila estaba a mi lado, descansando en una camilla, en calma y en paz. Mi mirada inexpresiva se posaba sobre su rostro dormido. A pesar del misterio que la envolvía, seguía siendo peligrosamente hermosa. Sus pestañas se curvaban suavemente en sus párpados, que ocultaban sus hermosos ojos azules, pero su atractivo seguía siendo evidente. Sus mejillas tenían un rubor natural, como si acabara de recibir un cumplido, y sus labios permanecían rojos, por la técnica de maquillaje que había aprendido de mi madre en verano. Ella realmente la adoraba, y ¿quién no lo haría? Camila era impresionante, una chica tan única y, al mismo tiempo, tan misteriosa.

Realities | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora