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—𝓒.𝓑─

George se llevó un dedo a los labios y precedió de puntillas; pasamos por delante de un par de largas y apolilladas cortinas, detrás de las cuales supuse que debía de haber otra puerta, y tras esquivar un gran paragüero que parecía hecho con la pierna cortada de un trol, empezamos a subir la oscura escalera y pasamos junto a una hilera de cabezas reducidas montadas en placas, colgadas en la pared. Las miré de cerca y vi que las cabezas eran de elfos domésticos. Todos tenían la misma nariz en forma de hocico.

Mi perplejidad iba en aumento a cada paso que daba. ¿Qué demonios hacían ellos en una casa que parecía la del más tenebroso de los magos?

—¿Por qué...?

—Vieja tradición de los Black, según Sirius —susurró George cuando terminamos de subir aquel tramo tramo—. No te imaginas todo lo que encontramos a medida que volvíamos esta pocilga en un lugar habitable.

—Ya lo creo... —reí por lo bajo.

—Mi habitación está en el siguiente piso —volvió a susurrar, tomándome de la cintura y guiándome por otro tramo de escaleras.

¿Su habitación?

Al momento de llegar, crucé el lúgubre rellano, George giró el pomo de la puerta, que tenía forma de cabeza de serpiente, y la abrió.

Vislumbré una habitación sombría con el techo alto y dos camas gemelas. El sonido de la puerta cerrándose me hizo dar un brinco del susto; volteé hacia George, quien me rodeó y fue hacia la cama más cercana, sentándose sobre ella y palmeando el colchón para que tomase asiento a su lado.

Se valiente, Camila.

Al carajo, soy Slytherin, no Gryffindor.

Haciendo caso a la invitación de George, tomé asiento a su lado; al momento de hacerlo, fue como si el telón cayera y dejara al aire la incomodad del ambiente, y las preguntas nadando a nuestro alrededor esperando ser cogidas por alguno de los dos.

—¿Qué tal las vacaciones? —preguntó entonces.

Bajé la mirada hacia el edredón que cubría la cama y empecé a tirar de rebeldes hilos que salían de esta.

—Increíbles —musité sonriendo cabizbaja.

Claro, aquí tienes una versión mejorada del texto:

—Tú también irradias belleza —respondió Draco, sin apartar la mirada de mí.

Su sonrisa era única, algo que nunca antes había visto en él. No pude evitar soltar una risa nerviosa ante la presencia de Draco. Una sensación inexplicable se apoderó de mi pecho, envolviéndome en una cálida emoción mientras me permitía disfrutar de ese momento.

—¿Crees que soy gracioso? —preguntó Draco, arqueando una ceja y acercándose peligrosamente.

Mi respiración se volvió pesada y mi mirada se desvió nuevamente hacia sus labios.

Realities | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora