Ɓittɛrswɛɛt Tragɛɖɣ

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Aunque cada momento con su Hyung estaba lleno de una emoción desbordante, Zhong estaba ansioso, ese sería el día más feliz de sus vidas.

Se miró una vez más en el espejo revisando que todo estuviese bien. Su cabello se veía mucho más sedoso, su rostro levemente sonrojado y aquel hermoso traje blanco con detalles azules, mientras que el de su novio los tendría en dorado. Sonrió al pensar en cómo se verían juntos.

–Te ves espléndido, cariño– Se volteó con un horrible escalofrío en su cuerpo –Creí que vendría muy formal para la ocasión, en cambio, tú estás muy llamativo, ¿no lo crees?–

Allí había un hombre bajo, vestido perfectamente de frac y a penas se comenzaba a ver el paso de los años en su cabellera.

Aquella mirada vacía y la sonrisa cínica de su rostro era lo que más asco le daba al chino –Sabes que yo cumpliré con mi promesa y qué debes hacer, hermoso–

Corrió con pánico hasta el otro extremo del lugar, pasó entre los pocos invitados que habían, sin importarle chocar con algunos para llegar hasta su prometido.

–Lele, ¿qué sucede?– Le preguntó exaltado.

–No nos podremos casar, discúlpame–

–¿Por qué?– Su voz sonaba entrecortada, sentía el miedo meterse bajo su piel.

–Ya lo sabes– Murmuró y lo miró suplicante –No puedo colocarte en peligro–

–Soy consciente de él, sin embargo, no me importa. Tomé la decisión de estar juntos sin importar qué y no me arrepentiré, es mi decisión aceptar ese riesgo–

–Prefiero verte feliz desde lejos y vivir de los recuerdos a tu lado. Jamás podría permitir que te lastimaran–

–Bebé, por favor, no lo hagas. Huyamos, no nos encontrará–

–Ya lo hizo, nos perseguirá hasta el fin del mundo y nos matará a los dos–

–No puedo dejarte ir con él –Dijo mientras unas lágrimas amargas bajaban por sus mofletes.

–Estaré bien, él es mi padre, no me hará nada–

Tomó con delicadeza el rostro del más alto –Eres lo mejor que me ha pasado, tú me enseñaste la felicidad. Recuerda que siempre tendrás mi corazón–

–Te amo y te puedo prometer que lo haré por toda la eternidad– Dijo con dolor la frase con la que sellarían sus nupcias.

–Mi hermoso Makku, puedes amar a quién desees, lo aceptaré– Con sus pulgares secó los caminos en las mejillas del mayor –Con ver tu sonrisa tendré suficiente–

–Renunciaré a tenerte, pero debes irte, no dejes que te encuentre– El chino lo besó con todo el amor que había en su interior y le sonrió.

Por esos escasos momentos ambos habían olvidado lo cruel que podría llegar a ser el destino.

Al salir por la puerta su padre lo rodeó por los hombros con su brazo y dos hombres le impidieron el paso al Lee, quien sólo pudo ver lleno de desesperación cómo desaparecía de su vista el amor de su vida junto a aquel ser vil y despreciable, aquel que no sentía ni un poco de empatía por su 'pequeño ángel', pues la imagen de su familia perfecta valía incluso más que la sonrisa o la vida de su propio hijo.



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