°Ɛspɛcial Sɔmɓríɔ°

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El Sol ya se ocultaba con esa dulce mesura que contrastaba estruendosemente con el sonido del claxon averiado de Jeno, quien no tenía ni el más mínimo interés en llevarme a esa absurda fiesta, como la llamaba cada año y tras las insistencias del resto de rostros largos en el automóvil.

No quise preguntar qué pasaba, sus miradas ya me entregaban destellos de sus relatos tergiversados y tampoco quería saber el ambiente más débil con una broma sobre sus ropas ¿Por qué parecían sacados de una película de Tim Burton?

Reprimí mi suspiro mientras intentaba grabarse en la memoria cada calle recorrida. Jeno no era de beber, pero algo me decía que sería distinto esta vez y yo tendría que arriesgar nuestras vidas entre las curvas de carreteras para volver a nuestras casas y cuidar de los tres.

Haechan tarareaba una canción infantil espeluznante entre cada rumor del que nos ponía al tanto. Gracias a sus nervios de punta pude saber que la familia Park-Lee estaba en desacuerdo con las fiestas de Halloween que realizaban sus hijos, pero que tampoco podían decirles que no. Aquello me pareció ridículo, ¿qué clase de padres no pueden decidir sobre sus propios hogares y lo va divulgando por allí?

De pronto Renjun le tapó su boca con fuerza, yo pude ver sus ojos brillantes de terror a través del espejo retrovisor, y apuntó hacia la ventana con un pulso impropio de él.

–Es Noche de Brujas, ¿qué esperabas, Injunnie?– Se quejó cuando el mayor nos permitió respirar, cuando nos hallábamos lo suficientemente lejos de aquello que lo espantó y que ciertamente yo no divisé.

–Sus ojos rozaron los míos como espinas en un corazón sangriento– Quiso decir: –Algo malo va a pasar, lo presiento en mis huesos–

Todos reímos de manera romántica de sus palabras pese al frío devastador que se sentía desde su reparo en aquella presencia, pese a que yo comenzaba a sentirme morir con una lentitud gratificante. Supuse se debía a la magia de Halloween.

Sin darme cuenta de lo que sucedía a mi alrededor, la puerta a mi costado se abrió haciendo un sonido sólido, en calma un chico con labios de corazón me recibió.

–Tus amigos te esperan hace varios minutos–

Entonces caí en cuenta de que ya todos estaban dentro de la fiesta y yo entumecido en la soledad del cacharro.

Le agradecí con una sonrisa gentil y me dejé guiar por sus hombros elegantes entre la muchedumbre multicolor. Yo sólo llevaba un conjunto con aires de silfo, nada tan intenso como para que el chico frente a mí humedeciera sus labios de manera seductora. Lo ignoré y me perdí en la sensualidad del cabello sedoso de quien simulaba ser un demonio, mas su rostro demostraba su inocencia fingida, tal vez sí era el Diablo.

Intenté encontrar con la mirada a mis amigos de infancia, a algún compañero o vecino conocido sólo por nombre, a quien fuese que cambiara mi suerte.

Me decidí por recorrer las escaleras que parecían de marfil puro, de aspecto agrietado y antiguo, como si las hubiesen creado para esa época del año o como si jamás la hubieran encerado.

No hubo caso, cada paso que daba era como un kilómetro de desvaríos en un laberinto. La bella casa de sonidos molestos se convirtió en una especie de paseo por los extramuros del Infierno.

Miré hacia la planta baja y me sujeté con fuerza del barandal para afinar mi vista, no quería perder el balance y caer. Allí estaban, mis ojos me lo confirmaban, pero apenas parpadeé sólo quedó una botella de vino rota sobre la pequeña mesa y ningún rastro de que mis amigos hubiesen estado alrededor de ella.

Me encerré en uno de los baños y me dejé caer ante el mareo súbito del piso. No había bebido, nadie se me había acercado como para decir que me habían drogado o seducido, nada parecía tener sentido.

Oᥒᥱ-Shots MᥲrkᥴhᥱᥒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora