°Ƒɛliz Hallɔwɛɛŋ°

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Los Dreamies abrieron la puerta de lo que sería su nuevo hogar.

–Sin duda es más grande– Soltó Jaemin con emoción.

–Hay algo extraño en la casa, siento mi piel erizarse– Susurró Zhong, mas nadie le escuchó.

Las cosas paranormales solían pasar en casonas antiguas, en cambio, ésta era moderna y llena de iluminación.

–De acuerdo, cada uno a su habitación– Renjun indicaba dónde estaba cada una.

–¿Qué hay abajo?– El mayor del grupo preguntó con curiosidad.

–Es una oficina, pero queremos adaptarla para que Haechan y tú puedan usarla cuando vengan a visitarnos–

Todos se dispersaron por el lugar y él bajó las escaleras. Cuando abrió la puerta vio todo en perfecto estado, incluso habían autos coleccionables en los estantes.

Sintió un escalofrío en su espalda y al girarse quedó petrificado. Allí estaba una mujer de tez blanca como la nieve, observándolo fijamente.

Aquella persona traía un vestido y peinado de una época antigua. Lloraba en silencio mientras sus ojos mostraban que había sido traicionada, que el rencor le carcomía el alma.

Era un fantasma, un alma en pena, lo supo porque cuando caminaba aparecían pétalos de rosas rojas.

Mark intentaba subir las escaleras con todas su fuerzas, pero sentía que los pétalos lo comenzaban a succionar. Desde la cúspide ella lo miraba sin emociones.

Quería escapar de ese lugar junto al resto, no obstante, también sentía que debía ayudarla.

Corrió con todas sus fuerzas hasta quedar frente a la dama. Allí estaban los Dreamies suplicándole con la mirada que escaparan del lugar. Ella le sonrió con desprecio y le tiró una daga.

Mark vio su acción en cámara lenta y esperó el impacto, el cual simplemente no llegó. Una cabellera negra se puso delante de sus ojos y se desplomó.

–Chenle– Susurró con un hilo de aire.

No habría forma de salvarlo si esa mujer desaparecía. Mientras los demás corrieron a socorrer al menor, él sujetó a la otra de los brazos y con sus faroles húmedos le pidió ayuda –Quiero ayudarte, pero por favor, no lo dejes morir–

Ella se desplomó en el piso, su alma estaba destrozándose ante los recuerdos de su vida, de la horrible traición que sufrió.

Tomó la mano del canadiense y tras unos instantes se puso de pie. Lo miró hasta ver su alma y lo besó.

Luego se volteó hacia Zhong y se dejó caer a su lado. Lo envolvió en sus brazos y en la frente del menor cayó su última lágrima.

El lugar se llenó de pétalos, cubriendo a la mujer y al menor. Cuando estos se disiparon ella ya no estaba.

Mark corrió hasta Chenle y entrelazó sus dedos esperando que haya funcionado.

–Lele, no me dejes– Había tantas cosas que quería decirle, mas su voz quebradiza y el temor se lo impedían.

El chino lo miró con cariño y el otro temió lo peor, esa no podía ser su despedida.

–Makku, te quiero– Susurró haciendo que el mayor rompiera en llanto.

–Te amo– Lo besó y en sus rostros demacrados se dibujaron unas sonrisas, como un pequeño rastro de luz entre la obscuridad.

El cuerpo menudo del más bajo temblaba levemente, al igual que la mirada del mayor.

–Te amo, no me dejes– Era lo único que salía de sus labios.

Comenzó a sentirse débil y se aferró aún más al menor. Su cabeza comenzaba a dar vueltas y sus extremidades se sentían débiles. Entonces despertó y comenzó a buscar al menor por toda la casa.

–Taeil-Hyung ¿Dónde está Chenle?– El nombrado lo miró por unos segundos antes de responder.

–¿Quién?– Perdió la fuerza de su cuerpo como si su mundo entero se hubiera caído al suelo. En ese momento comprendió que Zhong también había sido parte de su sueño.



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