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Dylan

Tal como imagine, Beatriz estaba muy hiperactiva el día de hoy. Corría de un lado a otro y me traía montones de muñecos para jugar. Pasar tiempo con ella siempre era divertido, pero hoy, luego del día que había pasado, rogaba que Savannah no se tardara.
Al parecer todo lo ocurrido no había sido suficiente y al llegar a casa de los Green, me entere que Haley, la abogada y amiga de mi madre, había viajado de urgencia, junto a su marido y a su hija, a la ciudad. No es que no acostumbraran a hacerlo, pero desde hace días mis padres se comportaban extraño, siempre nerviosos, como escondiendo algo.

-Ya no quiero jugar con las muñecas.- gracias a Dios, ya no sabia donde pondría la siguiente.

-Muy bien chiquita ¿A que quieres jugar ahora?- pregunte apoyándome sobre mis rodillas, para poder ponerme a su altura.

Beatriz era tan bonita con su cabello rubio ceniza y sus mejillas coloradas, era como un pequeño ángel, algo que combinaba con su tierna personalidad. Algo muy diferente a mi hermana Faith, ella era un demonio de cabello negro.
Muchos creerían que al ser hija de un comisario, Faith seria alguien inocente, pero mi hermana estaba lejos de ello. Siempre acompañada por los gemelos Doll, Laurie, Cedric y Uriel. A pesar de que Aryeh y Uriel trataban de disminuir las travesuras, fallaban y siempre terminaban igual de castigados.

-Quiero jugar con tu teléfono.- respondió señalando el aparato en mi bolsillo.

Mire a la pequeña debatiendo mis opciones, podía negarme y no prestárselo, pero eso significaría que debería escucharla llorar y no creía que pudiera calmarla muy rápido. La otra opción seria prestárselo y exponerme a que ingrese a cierta pagina que no debería. Esa opción era la más acertada, después de todo era una niña, no sabría lo que allí aparece.
Centre mi mirada en sus tiernos ojos café y suspire ¿Por qué hoy me lo ponían tan difícil? ¿Hacerla llorar o ceder?

-No. Podemos jugar a otra cosa, pero no con mi teléfono. -Lo sentía por ella, pero no había oportunidad de que se lo prestara. Si quería llorar, podía llorar, de igual forma en algún momento se cansara.

-Yo quiero jugar con el teléfono- repitió con sus ojos comenzando a aguarse.

-Pero eso es aburrido.

-¡Yo quiero!

-Mejor juguemos a las princesas ¿Quieres ser una princesa?-  pregunte, poniendo una sonrisa tan grande y tan falsa que seguro le daría pesadillas esta noche.

-No quiero, yo quiero el teléfono.-zapateo tres veces en el lugar, dándome la impresión de que era Dorothy y de que en cualquier momento estaríamos frente a la bruja mala del oeste. Aunque a juzgar por la expresión de Beatriz, ese papel me lo había asignado a mi.

-Y yo quiero ser una princesa. ¿Sabes que quienes juegan a las princesas ganan un premio?- no tenia idea de que demonios le daría a la niña si aceptaba, pero no iba a dejar de intentarlo.

-¿Qué premio?

-Eso es una sorpresa, pero ¿Quieres descubrirlo? ¿O deberé preguntarle a Lyra si ella no tiene miedo de jugar?- en cuanto mencione a la hija de Megan, Beatriz cruzo sus brazos de manera desafiante.

La pequeña era muy celosa y Lyra era a quien más cuidaba, lo que la posiciona como competidora número uno por la atención de su niñera, es decir, la mía.
Sabia que usar esa competencia entre ambas era un golpe bajo, pero no estaba dándole mi teléfono, el cual ahora parecía olvidado.

-Soy valiente.-sonreí consciente de que esta batalla la había ganado.

-Muy bien, pero hay regla, no puedes aburrirte y querer dejar de jugar o perderás y debes ser la princesa que elegiste o tendré que descalificarte y eso también te haría perder.

-Quiero ser Blanca nieves- dijo con dificultad, pero era justo la princesa que esperaba eligiera.

-Ya lo eres pequeña, eres la más hermosa de este reino.- respondí, haciendo una pequeña reverencia.- Pero espera aquí, si eres Blanca nieves nos falta algo.

Mientras corrí a la cocina en busca de la manzana, me pregunte ¿Por qué los demás no serian tan buenos como ella?
Cuando regrese la encontré en la misma posición, esperándome.

-Blanca nieves mordía la manzana y esperaba dormida a su príncipe.- explique entregándole la fruta.

-Mi papi es mi príncipe.- asentí, sabiendo que ella se quedaría dormida en medio del juego.- También mi tío Michael lo es.

-¿Te cuento un secreto?- en cuanto asintió, continué- Michael también es mi príncipe, pero no le digas a nadie.

-No se lo diré.

-Muy bien comencemos el juego, mientras tu esperas al príncipe, yo seré Cenicienta y limpiare todo lo que dejamos tirado. -mientras mordía la manzana y se acomodaba en el sillón, comencé a juntar cada muñeco que estaba en el suelo.

Para cuando termine de levantar y guardar cada cosa en su lugar, la pequeña se había quedado dormida. Por lo que saque varios cuadernos de la escuela, por si alguien aparecía.
Pero lo que si hice fue escribir en el buscador de mi teléfono, el nombre del hombre que me atormentaba desde hace años.

Alex Sherman, mi verdadero padre, uno al cual no le importe hasta que me alejo de mi madre. Recuerdo como cada día lloraba por ella, mientras la abuela Roxy, como me hacia llamarla, me decía que mi madre estaba ocupada y vendría cuando pudiera.
Recuerdo como al llorar se enojaba y me gritaba, llegando en dos ocasiones a golpearme, algo que nunca había compartido con nadie, no quería reabrir viejas heridas.

Con los años descubrí que estaba detenido, sentenciado por mucho tiempo, tras varios robos y asesinatos. Pero siempre supe que volvería por mamá y por mi, es por eso que nunca deje de investigarlo.
El hecho de que Haley se fuera con tanta urgencia, debió ser una advertencia de lo que encontraría, pero de todas formas no pude evitar sorprenderme y asustarme cuando abrí el primer resultado.

Mi padre, el verdadero, seria libre en tres días. Su abogado había conseguido que lo dejaran en prisión domiciliaria, pero sabia que para alguien como él, no seria un impedimento para fugarse.
¿Qué podría hacer ahora? ¿Se atrevería a venir hasta aquí? Mientras me lo preguntaba, sabia que él lo haría.

Volví a mirar a Beatriz, extrañando ser una niña, la niña que era antes de ser alejada de mamá, la que no temía que la volvieran a secuestrar. Una niña que lucia como la pequeña en el sillón, inocente y feliz.

Por motivos religiososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora