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Logan

Sabia que no debí besarla, que al hacerlo me volvería una especie de adicto, necesitando sus besos cada momento.
¿Cómo la llevare ahora al convento? Seria como firmar mi sentencia de muerte, como si yo mismo estuviera cavando mi tumba.

¡Era un maldito masoquista!

Pague los medicamentos y salí de la farmacia, rumbo a mi casa, pensando en que podría decirle. Evaluando si podría dejarme volver a besarla.
Quería hacerlo con todas mis fuerzas, lanzarme a ella y no dejarla ir.

Al entrar, encontré a Sophie recostada en el sofá, temblando y cubierta en sudor. Al parecer la fiebre aumento en el tiempo que me tarde.
Su cabello se pegaba a su frente y a su cuello, su nariz y mejillas estaban tan rojas como una manzana y su boca, entreabierta, estaba totalmente seca.

Camine hasta la cocina, sirviendo un vaso de agua y acercándome a la bolsa con medicamentos.
Lograr que Sophie los tomara fue la tarea más dificil que pude hacer, ella se comportaba como una niña pequeña.

-Vamos Sophie, tienes que tomar esto. Si no lo haces, no te repondrás.- la senté de modo que pudiera tomar el agua.

-Tengo mucho frio, quédate conmigo Logan.- ella podría tener frio, pero su cuerpo estaba hirviendo.

Se abrazo a mi con fuerza, como si fuera un salvavidas, lo único seguro a lo que agarrarse.
Y me encantaba que me sintiera de esa forma, porque quería serlo, quería estar con ella apoyándola.

-Estoy aquí pajarito, pero ahora te llevare arriba, te acostare y vendré a prepararte una sopa o algo. ¿Tienes hambre?- asintió contra mi pecho, para luego dejarlo quieto allí.

-Siempre tengo hambre, pero quiero que me abraces, hueles rico.- reí entre dientes, ante ese comentario.

-Es bueno saber que tengo tu aprobación pajarito, ahora vamos a la cama.- la tome por debajo de las rodillas, llevándola conmigo a al habitación.

-Recuerda que aún soy una postulante Logan, deja de intentar corromperme, terminare dejándome.- esperaba que siguiera con esta idea, una vez que este mejor.

-Me gusta corromperte pajarito, así me recordaras cuando vuelvas a ese frio lugar.- iba a intentar convencerla, aún no todo estaba perdido.

-Me gustas mucho como para no recordarte. Pero ahora estas muy caliente.- no tenia idea…

-No Sophie, tú lo estas por la fiebre, pero ya pasara y comenzaras a sentirte mejor.-la acosté en mi cama, tapándola con las mantas.

Cuando intente salir de la habitación, tomo con fuerza mi mano.

-No me dejes sola Logan, quédate.- su voz comenzaba a sonar cansada, estaba preguntándome si debería hacer venir al médico.

-Solo iré a buscar algo y volveré. Tranquila, solo serán unos segundos.- soltando con cuidado mi mano, baje y tome un paño y una fuente con agua fría, la cual esperaba que ayude a bajarle la temperatura.

Cuando volví, no estaba en la cama, sino acostada sobre el frío suelo.

-¿Qué haces allí pajarito? Te hará peor si no te acuestas.- dejando las cosas sobre la mesa de noche, volví a levantarla para depositarla en la cama.

-¡No! Déjame así, me estoy quemando y aquí se siente bien.- a pesar de sus quejas, la acosté y tape.

Tome el paño y lo remoje, antes de escurrirlo y apoyarlo en su frente.
Sophie, al sentir el frio, hizo una mueca de disgusto e intento quitárselo.

-¡Esta frio! Muy frio, duele.- suspire, sabiendo que esta seria una larga noche.


                               (***)



-Apúrate Rosario, si la hermana Socorro nos descubre nos dejara en ayuno tres días. ¡Por las barbas de Moisés! Solo toma los dulces y corre.

Sophie había estado alucinado las últimas horas y cada referencia de la que hablaba estaba relacionada con algún alimento.
Que si la hermana Bernarda había hecho galletas de nuez, que si le había tomado el vino al padre Adalberto y que no estaba feliz con el ayuno por incendiar la cocina.

Ese último no dejaba de sorprenderme, no entendía como alguien que ama tanto la comida, era incapaz de prepararla.

-Perdóneme padre porque he pecado- intento sentarse en la cama, por lo que debí volver a empujarla sobre los almohadones y volviendo a colocar el paño en su frente.- Padre ¿Me escucha?

-Te escucho hija.- respondí, intentando calmarla. Esto no estaba bien, pero no podía dejar que se levantara.

-He pecado padre, soy una gran pecadora. He probado la manzana y estoy dispuesta a volver a hacerlo, el demonio ha ganado y estoy en sus manos. Intente resistirme, pero no logre hacerlo, estoy atraída y me siento culpable por todos y cada uno de los sentimientos que provoca. ¿Cómo puedo tomar los votos, cuando ya no estoy convencida de querer esto en mi vida?- aferro sus manos a las mantas, volviendo blancos sus nudillos.

Ella estaba diciendo que no estaba convencida de volver al convento, que tenia sentimientos por mi y sin embargo no podía sentirme bien.
Necesitaba que estas palabras las dijera con conciencia y no delirando.

-¡No le digas a la madre superiora que me comí los chocolates! Eso estaría mal Griselda.- espetó de golpe, arrancándome de mis pensamientos.

Volví a la cocina, para cambiar el agua y poner una un poco más fresca. Aprovecharía para llevar también un vaso y los medicamentos, ya debía volver a tomarlos.
Cuando entre, por suerte la encontré en la misma posición en que la había dejado.

-Vamos pajarito, debes tomar la pastilla.- pero no estaba logrando que lo hiciera. Apretaba sus labios con fuerza, mientras negaba.

-Si me besas la tomare- estaba castigándome, eso era un hecho. Ella estaba matándome con su pedido.

-Muy bien, si la tomas te besare.- la vi sonreír, antes de mirarme.

-¿Lo prometes?

-Lo prometo, ahora tómala.- le acerque la pastilla a la boca, junto con un poco de agua, asegurándome de que la haya tragado.

-Ya la tome, ahora bésame.- me incline y besé su frente, volviéndola a apoyar en la cama.

Mientras mojaba el paño, comenzó a decir mi nombre, una y otra vez.
Sabia que era producto de su alta temperatura, pero me estrujaba el corazón cada vez que decía mi nombre y me pedía que no la dejara sola.

-Estoy aquí Sophie, me quedare contigo. – apoye el paño en su frente y deje que mi mano se quedara en su caliente mejilla.

Por motivos religiososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora