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Mi festejo sorpresa de cumpleaños fue una completa locura, teniendo en cuenta que éramos unas quince personas en un pequeño apartamento. De todas formas, la pasé de la mejor forma posible.

Ya era diciembre, con Kageyama nos dirigíamos a Tokio para el campamento juvenil nacional. Sería la primera vez que él recorriera la capital japonesa en busca del gimnasio en donde estaríamos por una semana entera, entrenando con los mejores de entre 15 y 17 años del país. Takeda-sensei nos había escrito las indicaciones en un papel para poder llegar a las instalaciones sin problemas, pero había momentos en donde no se lograba entender sus kanjis. Estaba tentada de llamar a mi hermano, cuando logramos llegar a nuestro destino al fin.
Escuchamos unos pasos detrás de nosotros y vimos a la estrella de la Academia Itachiyama, Kiyoomi Sakusa. Tiene el pelo negro y ondulado, dos lunares en el lado derecho de la frente y ojos oscuros. Traía puesto el uniforme deportivo de su preparatoria de colores amarillo con algunas partes verdes y, también, traía una máscara blanca sobre su boca (según escuché por ahí, era por su misofobia). Mi compañero lo saludo completamente nervioso, mientras que yo solo hacía una reverencia silenciosa en forma de saludo. Él solo miro hacia nuestras chaquetas y soltó un comentario sobre Ushijima, el cual decidí ignorar y avanzar hasta la entrada del gimnasio para ingresar de una vez de todas. Al entrar, sentí que alguien me derribó al piso y comenzaba a frotarse en mi cara. Me encontré con mi senpai, Saito-san, apresándome contra el suelo.

   —¡_________-chan! ¿Por qué no me llamaste para decirme las cosas? —preguntó, mientras seguía frotándose en mi cara—. Tener que enterarnos por la entrenadora que tuviste un accidente no fue para nada placentero.
   —Lo siento, Saito-senpai. Pero primero, ¿podrías salir de encima mío? —pregunté algo avergonzada, ya que Kageyama se había dignado a entrar de una vez y nos dedicó una mirada extrañada.
   —Ah, claro. Perdón —cuando se levantó y se encontró con la presencia de Kageyama, vio nuestras chaquetas para luego lanzar un grito de emoción—. Perfecto, no seré la única que vino con alguien de la preparatoria. ¿Es tu senpai? Un placer, soy Kano Saito de la preparatoria Kamomedai en Nagano, segundo año.
   —De hecho, también soy de primer año. Es un gusto, soy Kageyama Tobio de la preparatoria Karasuno en Miyagi —hizo una reverencia en señal de saludo. Pude notar como Saito-san quería enterrarse a varios metros bajo tierra por hablar de más.
   —Senpai, dijo que no sería la única con alguien de la misma preparatoria —decidí romper el momento incomodo para aclarar esa declaración—. Sin embargo, en nuestros entrenamientos hay algunas chicas que van a la misma preparatoria...
   —Me refiero a el caso de los chicos, ya he hablado con todas y ninguna trae con ellas a chicos de sus escuelas —ambos la miramos con una cara desconcertada, supongo que con intensiones distintas—. Tranquilos, no soy tan indecente.
   —Kano, deja de decir cosas de más o vas a asustarlos —vimos que un chico aparecía detrás de ella.

Kōrai Hoshiumi, Saito me había hablado mucho de él porque ambos van al mismo salón desde el año pasado. Es alguien de una baja estatura (si lo consideramos para el volley), pero tiene una buena contextura física, con ojos verde oliva que parecen tener arcos oscuros alrededor y el peinado de color blanco, largo y hacia arriba. Sé que le gusta los elogios y que no lo discriminen por la altura, nos presentamos y lo primero que se le ocurre decir a Kageyama cuando seguimos caminando por los pasillos fue compararlo con Hinata.
Le recordé que esto no era Karasuno, no estábamos en Miyagi y rogaba a quien sea que esté allá arriba que oyera mis plegarias de que Kageyama no metiera la pata durante los entrenamientos. Nos separamos para ir a dejar nuestras cosas y él tendría que ir al gimnasio, mientras que yo tenía que discutir algunas cosas con la entrenadora.

[...]

  En sí, la charla se basó en puras regañadas y advertencias, sobre mis acciones futuras si quería permanecer al equipo nacional en algunos años. Ambas nos fuimos camino al gimnasio, miré el reloj cercano y pensé en ir a echar un vistazo a Kageyama. Principalmente, era porque mis pensamientos sobre cuestiones de relaciones personales (en lo que respecta al colocador) no eran muy buenas. Al pasar por donde estaban entrenando los chicos, pude ver que estaban haciendo estiramientos, posiblemente listos para cerrar el entrenamiento de hoy. Algunas de las chicas ya estaban adentro, esperándonos para poder dar inicio al entrenamiento.
Noté algunas miradas de los chicos mientras estiraban. Especialmente de tres de ellos: uno era Kageyama, quien me dedicaba una mirada preocupada; otro era del Itachiyama igual que Sakusa, el líbero numero uno del país, Motoya Komori; y por último, uno de los mejores armadores del país y conocido por su equipo de preparatoria Inarizaki y la sincronía con su gemelo en la cancha, Atsumu Miya. Komori es uno de los líberos más altos que he visto hasta ahora, con cabello castaño claro y de contextura normal pero atlética. En cambio, Atsumu parecía de estatura promedio, un corte de cabello particular (teñido de rubio y con un flequillo que le cae levemente hacia su lado derecho, rapado a los costado con su color natural) y con ojos marrones claros ligeramente caídos.

El arcángel de los cuervos (Haikyuu x Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora