Capítulo 51

646 87 18
                                    

JOAQUÍN

Emilio ya no estaba llorando, se había calmado mucho después de me contó todo el trauma que tenía, ahora entendía el por que de su manera de ser tan callado y tan desconfiado hasta de él mismo, entendía a la perfección por que no hablaba de su niñez, ya sabía el por que cada que dormiamos juntos, pedía un cuento para dormir. Al pasar de media hora viendo al mar y escuchar llorar a Emilio mientras que lo abrazaba, ambos nos quedamos sentados en la arena

-Sabes, hay mas cosas que quiero confesar, pero la verdad es que no se como reaccionar si las digo en voz alta.- me dijo sin verme, ambos estábamos en silencio, viendo el lucero y las estrellas que empezaban a despedirse de el cielo nocturno de la madrugada

-Tranquilo, estaré siempre para ti y me lo puedes decir cuando sea, seré tu refugio siempre que necesites uno.- le sonreí y fije mi mirada de nuevo al inquieto mar

-Siempre te lo voy a agradecer.- lo ví sonreír y de nuevo guardo silencio-. El lunes me encontré a una chica llamada Mónica, me miro raro y me contó que era hermana de Eduardo.- suspiro y prestó atención al mar-. Me dijo que Eduardo me había querido mucho, me dijo que su hermano según fue un buen hombre, que mi madre y yo lo habíamos sacado de una depresión.- sus lágrimas habían comenzado a bajar de nuevo y cuando las sintió, solo se las quitó con delicadeza-. Y creeme que le quise decir que no era cierto, le quería decir que me había arruinado la infancia, tal vez por eso me puse así. Por tambien visitar mi casa antigua

"Ojalá Eduardo se esté pudriendo en el infierno" pensé, no se que piensan esas personas que hacen daño y no sienten ningún remordimiento

Me quedé en silencio al escucharlo y lo abracé como a un bebé para después limpiar sus lágrimas que bajaban de nuevo y darle un beso en la frente, no sabía ni que decirle desde que me contó lo sucedido hace años, me daba tanta tristeza, al fin mis dudas fueron respondidas sin que yo preguntará. Ambos nos quedamos de nuevo en silencio. Emilio se separó de mi abrazo y recostó su cabeza en mis piernas dejando su cuerpo en la arena fría

-¿Me cuentas un cuento?.- preguntó de repente elevando un poco su cabeza para verme, ante mis ojos, Emilio siempre se veía como un niño pequeño

-¿Como cual?.- sonreí acariciando su cabello, parecía como si jamás hubiera llorado a mares aun que sus ojos estuvieran algo hinchados por tantas lágrimas

-Nunca me terminaste de contar la historia de La niña sin color, me parece que ese cuento lo inventaste tu para mi.- sonrió sin reir y después fijar de nuevo su vista al mar

-Bueno, será la niña sin color.- seguí acariciando su rizado cabello

-¿Después me cantas una canción?.- reí por aquella peticion y asentí

-Bueno... Como iba.- me quedé en silencio varios segundos y comencé a contar aquel cuento infantil-. Había una vez una niña que vivía en un mundo sin color, las calles estaban rodeadas por edificios altos e imponentes, dibujados con distintos matices de gris. La carretera que corría su calle era de color carbón y las líneas pintadas en ellas, de color gris. La ciudad era grande, enorme y a ella la hacia sentir pequeña y menuda
Las calles eran grises y aburridas y a ella la hacían sentir insignificante y sin vida

Ese día ya comenzaba a obscurecer, a hacerse negro el que había sido un día gris y cubierto de nubes. Aun que bien mirando, ella nunca había visto el cielo de otro color que no fuera gris o blanco. Y la luz que empezaban a encenderse era de un color gris artificial

Hacia frío y viento, el cielo amenazaba con tormenta ¿lluvia negra y gris nieve? Pero a pesar de esas predicciones del tiempo, la niña iba con blusa de tirantes

Mi Ángel GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora