LVII

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LVII. Toques y roces

La belleza de un movimiento no se refleja sólo en su apariencia, sino en el pensamiento detrás de él.

Ésto era incómodo, malditamente incómodo.

—Hey, ¿Estás bien? —preguntó con un cautivante semblante de preocupación.

Se levantó y caminó unos cuantos pasos hasta quedar frente a mi tomándome por sorpresa. Quizás mi reacción ante tales recuerdos no fué la mejor, pero, ¿Qué culpa tenía Niall de mis mierdas mentales?
Ninguna.

—Sí, yo... uhmm, bien. Estoy bien. —pasé una mano por mi cabello deshaciéndome de la trenza.

—No lo estás. —aseguró —cariño... —levantó mi mentón con su mano para que así pudiese mirarme a los ojos. Mismos a los que yo me veía incapaz de comprender.

—Lo siento, ignora lo que hice. Si quieres regresamos a...

—Eris —me interrumpió —Olvida eso cielo. —el rey me dedicó una de esas hermosas y calidas sonrisas que lograban ponerme de rodillas ante él. Con las yemas de sus dedos, acarició mi mejilla apartando los rebeldes mechones de cabello que se colaban sobre mi rostro. —Si no deseas hacerlo, está bien. No te preocupes, si no te sientes cómoda con ello, lo respetaré. Sólo háblame, así funciona, ¿Cierto? —asentí. Niall tomó asiento al borde de la cama. —Ven aquí. —se refería a sus piernas. Segura, caminé hasta llegar y me senté sobre estas. Sus brazos me rodearon y los míos a él mientras dejé caer la cabeza apoyada en su hombro. —¿Alguna vez te dije que eres el amor de mi vida? —mis mejillas adquirieron color. Mismo comentario, me hizo sonreír.

—No... —bromeé y el rió

—Bueno, eres el amor de mi vida Eris Shallow. —Dios mío —no pude haber encontrado mejor esposa, mejor compañera, mejor confidente... —besó mi coronilla —ni mejor mujer para ser la madre de mi hijo.

¿Qué es lo que había hecho bien para merecer a este hombre?

Él era la persona más dulce y tierna o fría, calculadora y temperamental cuando se lo proponía.

Éste era el lado de la moneda que me encantaba ver. Él siendo tan accesible a mi y a toda su familia en general.

Terminamos por seguir compartiendo un par de besos que no necesariamente tenían un fin igual que al principio. Éstos se basaban en demostrarnos el cariño que a través de los años hemos fortalecido. Sus labios y el sonido que emanaban al estar en contacto con los míos, eran la sinfonía más placentera que jamás pude escuchar.

Realmente me sentí culpable.

Lo había dejado con las ganas y eso se notaba gracias al bulto que crecía dentro de su pantalón.

—Deja de mirarme. —rió —me pones nervioso.

—Perdón. —susurré con pena refiriéndome al asunto de su entrepierna.

—Ya está, todo lo que sube tiene que bajar. —reí y escondí mi rostro en el hueco de su cuello escondiéndome de mi propia vergüenza.

Dios —Tengo que ducharme. —asentí. Antes de levantarse, el rey plantó otro corto y suave beso si te mis labios. Me senté sobre la cama a divagar y preguntarme que era lo que me había sucedido.

Era como si no quisiese que me tocara.

Nadie.

Nisiquiera mi esposo.

𝐖𝐇𝐈𝐓𝐄  #𝟐  [COMPLETA] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora