XLIII

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XLIII. El quinto cadáver

Mi abuela decía que sin fé, se puede perder un juego cuando ya está casi ganado.

Nadie está a salvo de las derrotas. Pero es mejor perder algunos combates en la lucha por nuestros sueños, que ser derrotado sin saber siquiera por qué se está luchando.

Era algo que nos repetía constantemente.

Durante las cenas, las reuniones familiares y demás.

Todas éstas experiencias me han hecho reflexionar sobre lo valiosa que era mi vida antes de todo.

No creí que llegaríamos hasta éste punto en el que tuviese que delirar sobre mi pasado, mi infancia.

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Niall

Sentía que estábamos en un puto juego de escondite como en el colegio. Me sentía un jodido exterminador en busca de un par de ratas.

Haber disparado en la pierna de eduardo me hizo sentir demasiado bien. Él no iba a morir con una bala en el cuerpo. Sería demasiado fácil.

—¿Dónde está? —Darell le preguntó tomándolo del cuello. Eduardo se quejó por la pierna aunque no habló.

—No me toques más los cojones y dinos en que sitio de todo éste repugnante lugar está Eris Shallow, o sino...

—O sino... ¿Qué? —me detuve soltando una sonora carcajada. Eduardo venía cojeando y esposado, por supuesto me iba a entretener un momento.

—No vamos a divertir... —me había puesto de cuclillas listo para negociar nuestras palabras. Llevé mi dedo índice hacía el orificio de entrada que tenía su herida y la presioné haciéndolo gritar de dolor. —Ahora, ¿Me vas a decir dónde está?

—No... —asentí y presioné más fuerte, la sangre brotaba igual que un grifo abierto. Abundancia señor. —¡Basta, ya! —más fuerte. Podría jurar que sus gritos se escuchaban hasta afuera de la fábrica. Estaba abandonada,y eso hacía el eco retumbar en todas las paredes. —¡Está bien, ya está pero deja de hacer eso, joder! —ignorando sus palabras, le exigí respuesta mientras continuaba gritando. —¡CUARTO PISO, ÚLTIMA PUERTA, A LA DERECHA! —solo entonces retiré mi dedo de la herida limpiando la sangre con su ropa. Me puse nuevamente de pié y consigo, Augusto lo levantó a la fuerza.

Éramos tan sólo cuatro y dos hombres más que mi tío había traído por si acaso. Estaba listo para verla de nuevo y llevarla a casa. Es una sensación inexplicable de nervios como si fuese un adolescente o las mismas sensaciones que tenía cuando comenzamos nuestra relación.

Era momento.

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Eris

Una vez leí un libro sobre poesía profunda, hubo un fragmento que me grabé de memoria. Walt Whitman una vez dijo: “No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, si haber aumentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento. No abandones las ganas de hacer de tu vida algo extraordinario. No dejes de creer que las palabras y las poesías si pueden cambiar el mundo. La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa.”

𝐖𝐇𝐈𝐓𝐄  #𝟐  [COMPLETA] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora