XLVI

320 34 92
                                    

XLVI. Soñador

Según Elizabeth Kübler Ross, cuando alguien muere, o sufrimos una perdida catastrófica, pasamos por cinco diferentes etapas de duelo. Pasamos por la negación, porque la pérdida es inaceptable. No podemos imaginar que sea cierto, nos enojamos con todos, con los sobrevivientes, con nosotros mismos; y después… rogamos, suplicamos, ofrecemos todo lo que tenemos, ofrecemos nuestra alma, y la cambiaríamos por un día más. Cuando la negociación ha fallado, y la rabia es demasiada para contenerla caemos en la depresión, hasta que finalmente tenemos que aceptar que hicimos lo que pudimos… dejamos ir… lo dejamos ir y pasamos a la aceptación.

Todos somos susceptibles, al terror y la ansiedad de no saber lo que vendrá. Al final no tiene sentido, porque todas las preocupaciones, y hacer planes para cosas que podrían o no podrían pasar, solo empeora las cosas. Expertos dicen “Así que saca a pasear al perro, o duerme una siesta. Hagas lo que hagas, deja de preocuparte. Porque la única cura para la paranoia, es estar, aquí, tal y como estás.”

Sinceramente, no lo creo.

Puede que dándole un paseo a tu mascota o leyendo un libro o haciendo cualquier otra cosa, te distraiga la mente por un corto lapso de tiempo. Pero cuando la actividad concluye, vuelves a lo mismo.

Hundirte y esperar.

A que venga una señal.

A que el tiempo pase más rápido y sobre todo, que suceda lo que quieres que suceda.

Es tan jodido éste tema de la felicidad.

No es duradera.

—...con calma, pueden pasar... —abrió la puerta de la habitación y era exactamente como lo había dicho. Habíamos quedado en esperar un momento para asimilar las cosas. Habían pasado ya dos horas y al entrar, los primeros rayos del sol se filtra van por los grandes ventanales.

Iluminando su rostro.

Igual que un ángel.

Portando una venda al rededor de su cabeza, conectada a varios cables y un respirador. El único ruido que había era el de el aire acondicionado y los pitidos del electrocardiograma.

Se veía tan pacífica, tan calmada.

Había notado que sus golpes estaban ligeramente curados aunque no desaparecieron.

Sus padres y su hermana fueron los primeros en acercarse. Dianne tomó su mano derecha y Thais y su padre la izquierda.

Tuve la sensación de querer abofetearme y despertar de una terrible pesadilla.

Me sentía perdido.

¿Por dónde comenzar?

Mi plan era, rescatarla de aquel lugar, ir a casa y tratar de continuar nuestra vida normal.

Pero a veces las cosas no salen como uno lo planea.

La vida es pura contradicción.

Y tenemos que aprender a vivir con eso.

Cuando ellos se alejaron, yo me acerqué. Me senté sobre el sofá y tomé su mano.

𝐖𝐇𝐈𝐓𝐄  #𝟐  [COMPLETA] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora