Capítulo 20.

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“El mismo cielo.”

Andrea Lowell.

Miré al frente y me quedé absorta al ver el parque central de la ciudad. Siempre había querido conocerlo, pero por cosas de la vida nunca se me había dado la posibilidad, hasta ahora, y con Luke. De reojo le eché una rápida mirada de agradecimiento al rubio, y sonreí divertida al recibir un asentimiento de su parte, tal vez queriendo decir “de nada”.

—Vamos, hay mucho más adentro.

Me sostuvo la mano y tiró de ella sin mucha fuerza. Lo seguí obediente porque no estaba dispuesta a perderme entre tantos árboles. Lo que diferenciaba a este parque de los otros era sin duda: Todo. Desde el césped hasta las hojas de los árboles, incluso las flores parecían sacadas de un cuento de hadas.

—Es tan hermoso. —susurré mientras nos dirigíamos a una banqueta de color rosa pastel.

—Sí, es muy lindo...

Cuando dijo eso yo estaba con la cabeza gacha, pero lo extraño fue que mi cuello comenzó a picar como solo sucede cuando alguien me está mirando. Levanté la cabeza y me topé de golpe con aquellos peculiares ojos azules, unos que parecían atravesarme.

Sentí como mi corazón latía con fuerza en mi pecho y me puse de pie lo más rápido que pude para darle la espalda.

—Oye idiota, necesito comer algo o moriré.

Luke soltó una risotada y, tomando mi muñeca, me guio hacia la salida del parque. Cruzamos la avenida, entre leves reclamos de mi parte por ir tan rápido, hasta llegar a un local que imitaba a una cabaña de pescadores, con cañas colgadas en las paredes y pequeñas bombillas de colores.

Nos ubicamos en un lugar apegado a la ventana que daba directo a toda la calle central. Luke fue a ordenar los pedidos y yo me quedé sentada para que nadie nos quitara el puesto, al poco rato pusieron frente a mí un café humeante junto a un queque de vainilla.

— ¿Cómo se dice?

—Buen provecho. —sonreí sarcástica y comencé a comer con su risa de fondo.

Comimos entre risas, más de mi parte porque amaba molestarlo, se podía decir que ese era mi pasatiempo favorito. Todo iba bien, todo estaba bien. Hasta que la vi.

Allí estaba. Una mujer que había destruido mis esperanzas de amar y de ser amada, una mujer la cual nos abandonó por el mejor amigo de mi padre, una mujer a la cual extrañaba, pero mi odio era más grande que mi amor... Una mujer a la cual una vez llamé mamá. Quería gritar, llorar, abrazarla... Pero no lo hice. Me mantuve quieta borrando de mi rostro el lindo momento que había pasado con Luke.

Mamá estaba haciendo la fila para pedir y yo comencé a desesperarme, a recordar todo el dolor que me causó y que me seguía causando.

Me levanté agarrando mis cosas, solamente quería escapar, a fin de cuentas, era lo que mejor se me daba, ¿no? Luke me miró confuso, pero suspire de alivio en el interior cuando fue él quien me tomó la mano y me hizo salir de ese lugar.

Respiré tranquila, cerré los ojos y lo abracé.

—Gracias.

—Necesito que sepas que puedes contarme cualquier cosa. Así sea algo que creas que me aburrirá, o algo que te hará avergonzar, o algo que te haya hecho enojar mucho o incluso eso que sabes que te hará llorar. Yo siempre te escucharé.

Sus palabras me aceleraron el corazón así que me separé y emprendí camino hasta el parque, al llegar a la entrada me senté en la banca y al rato llegó Luke. Se sentó, me miró, y en silencio tomó mi mano dándome un leve apretón.

No puedes salvarme.®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora