Capítulo 40.

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"Estudiar Química."

Andrea.

Por la mañana me fui al instituto casi sin dormir, algo muy responsable y maduro de mi parte, pero la verdad es que eso me importaba absolutamente nada. Tenía una resaca terrible entre las galletas y el alcohol, había terminado comiéndome casi todo lo que el amigo de Michael tenía en su nevera y luego lo vomité, sin siquiera saber la razón.

Salí de estética y caminé por los pasillos del instituto sintiendo que la cabeza iba a estallarme. Según había aprendido en la clase de biología, el dolor de cabeza que daba por la resaca se producía porque el cerebro se encogía a causa de la deshidratación producto de ingerir alcohol. Me dirigí a la cafetería para comprarme un jugo o algo que calmase las ganas que tenía de arrancarme la cabeza y también la sed que sentía.

Al llegar al ajetreado lugar, gruñí al notar que había una considerable fila para pedir algo, así que descarté de inmediato la idea. Estuve a punto de irme cuando una mano se alzó por sobre el resto y se movió de un lado a otro frenéticamente. Sonreí a duras penas al ver que se trataba de Katina.

Caminé hacia ella o al menos lo intenté, era consciente de que mis pies se arrastraban por el piso. Me dejé caer sobre el asiento y mi buena amiga me tendió su bandeja.

-Compré doble, sabía que no aguantarías esa fila.

Asentí de acuerdo y le di un gran sorbo al jugo natural, hice una pausa y seguí con el sándwich.

-Te ves horrible. -Habló de nuevo a la vez que arreglaba mi cabello que de seguro estaba hecho un desastre.

-Gracias por el cumplido. -contesté de forma sarcástica.

-Bueno, anoche estabas peor. Por cierto, ¿recuerdas algo? -preguntó abriendo el segundo sándwich que dejé de lado y comenzó a comerlo como si no me diera cuenta.

-La verdad es que no mucho... -susurré frotando la yema de mis dedos índices en las sienes de mi cabeza.

-Ya somos dos. -admitió soltando una dulce carcajada que me arrancó una sonrisa.

Luego comenzó a hablarme sobre un cantante que jamás lo había escuchado, ni su nombre y sus canciones, me gustaría decir cómo se llama, pero siendo sincera se me olvidó. Aun así, me esforcé por prestarle atención porque se veía muy emocionada mientras hablaba.

-¿Y entonces se cayó? -interrogué sorprendida.

-¡Sí! ¡En pleno escenario! -confirmó a lo que ambas reímos.

Un chico chocó contra mi silla, se apresuró en disculparse y volvió la vista al libro de cálculo que traía entre sus manos. Yo lo ignoré magistralmente y bebí de mi jugo.

-Andrea, ya que te veo tan tranquila de seguro no habrás olvidado la prueba de química que tienes mañana. ¿Verdad?

Tragué todo el jugo que había en mi boca y la miré con intenciones de mentirle, pero tenía más que claro que ya había sido pillada, en mi defensa eso no me lo esperaba.

-¡Serás! -Alzó la voz al no obtener respuesta de mi parte y negó en seguida con la cabeza-Estás en el límite con ese ramo, y esta prueba vale doble. Debes estudiar.

Y así como me hizo sonreír me hizo enojar, admiraba esa gran habilidad que poseía. Nos enfrascamos en una discusión más que infantil que poco a poco nos fue consumiendo.

-¡Tienes que ser más responsable con tu futuro! -gritó acalorada comenzando a arreglar su mochila.

-¡Joder Katina, ya relájate!

No puedes salvarme.®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora