Capítulo 7.

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"Hipócrita"

Andrea Lowell.

¿Una loca de mierda? No, eso no era cierto. Era una chica impulsiva, con ganas de divertirme, pero con ciertos problemas personales de los que ellos no tenían ni la más mínima idea. Que sencillo era etiquetar a la gente: la drogadicta, la zorra, la depresiva, la lista... y que complicado era después quitarse aquello se encima.

En ese momento recordé a Dylan porque él siempre me decía que debía ignorar a esas personas que no aportaban nada y lo que debía hacer era enfocarme en las personas que me importaban de verdad. ¿A cuál grupo pertenecía Luke justo ahora? No estaba ni en uno ni en otro. Mi mente estaba en el limbo, entre el sí y el no, entre el quiero y no quiero.

Me senté en una de las bancas del parque a unas cuantas calles de mi casa, saqué un rollo de marihuana que le había comprado a Evan. Sabía que quizás la marihuana no era una solución, estaba consciente de eso, pero me ayudaba a evadir los problemas durante un tiempo, desde la primera calada.

Suspiré, soltando el humo entre mis labios, sintiendo como mi cuerpo se relajaba, soltaba toda la presión acumulada y simplemente respiraba con tranquilidad, ya no me reía por todo. Me tumbé en la banca sin querer moverme de ahí, no quería que esa sensación de tranquilidad se terminara.

Luego de unas horas, el hambre me hizo volver a casa y, por suerte o por desgracia, el efecto de la marihuana se me había pasado. Caminé hasta mi residencia y al entrar me fijé que no había nadie en la sala, quizás mi papá y Lisa salieron.

—¿Dónde mierda has estado? Sales siempre sin avisar —gritó mi padre desde la cocina—. Eh, eh, ¿Dónde vas? Ni un hola, ni nada. ¿Entras y listo?

—Hola. —dije con pesadez una vez que estuve en frente de la entrada de la cocina, soltando la mochila en el suelo mientras me mordía el interior del labio. Quería subir a mi habitación cuanto antes, estar ahí era un auténtico suplicio.

—¿Dónde estuviste? —preguntó él apuntándome con su tenedor.

—Con Katina. —mentí volviendo a tomar mi mochila para irme de ahí.

—Su madre es amiga de Jessica, ambas deben ser unas zorras de mierda. —contestó dándole un trago a su cerveza mientras su mirada llena de desprecio me atravesaba, acción que se repetía una y otra vez, todos los días. Apreté la mandíbula al escucharlo hablar así de la mamá de Katina, Jessica me importaba una mierda a pesar de que era mi madre.

—De acuerdo, me voy a mi habitación.

Suspiré dándome la vuelta para subir hasta mi cuarto.

—Haz lo que quieras, siempre lo haces, mocosa —contestó de mala gana y, mientras subía las escaleras, me mordí la lengua para no recriminarle nada.

Cerré la puerta y vi mi escritorio vacío, ninguno de mis libros estaba ahí. Después de unos segundos noté que Lisa los había ordenado en la estantería. Me tumbé en la cama y cogí los audífonos encendiendo la música.

Paramore - Caught in the middle.

Tuve cinco minutos de tranquilidad hasta que Lisa entró en mi habitación de una forma tan ruidosa que me hizo encogerme en la cama apoyando las manos a los lados de mi cuerpo, quitándome los audífonos de inmediato.

—Un día... te vas un día y tengo tu habitación ordenada —hizo una mueca apretando los labios—. Vuelves cinco minutos y ya tienes todo hecho un asco. Dios, que lastima me das —volvió a cerrar la puerta, observé la habitación para darme cuenta de que lo único que había desordenado era la cama, que al sentarme se arrugó un poco la colcha, pero nada más.

No puedes salvarme.®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora