"Llamada"
Andrea Lowell.
Estuve caminando durante por lo menos media hora sin tener idea de hacia dónde me dirigía, en el momento en que mis piernas comenzaron a temblar y mi respiración estaba acelerada, me detuve sentándome en una banca de una pequeña plaza.
Me pasé las manos por el pelo intentando calmarme, no estaba así por todo lo que había caminado, estaba alterada porque no podía dejar de pensar en lo que había pasado horas antes en la casa de Luke. Me había besado y yo hice lo que mejor sé hacer. Huir.
Casi inconscientemente pensé en mi madre, esa cualidad la había adquirido de ella. Jessica Peck la mujer que al divorciarse de mi padre olvidó que tenía una hija. Ella simplemente nos dejó. Jamás hizo algo para reclamar mi custodia, quizás pensó que estaría bien con él, no niego que durante el primer año si lo estuve, muchas veces lo consolé, ya que descubrir que su mujer lo engañaba con su mejor amigo fue algo bastante difícil de procesar al principio, pero luego cuando conoció a Lisa las cosas cambiaron, sobre todo después del accidente.
Yo también era de esas personas que huyen y no de un modo saludable, cuando las cosas me abruman demasiado, salgo corriendo sin dar explicaciones. Justo como mi madre. Me gustaba pensar que era un método de defensa, así no sufría el abandono de alguien más, pero también estaba consciente de que eso no estaba bien. Sin embargo, era algo que me resultaba muy difícil no hacer, tal vez era porque el abandono de mi madre me afectó más de lo que creía y ¿cómo no iba a hacerlo? Si estuve meses yendo a su casa e intentando que nuestra relación no se quebrara, pero a ella no le importó nada de eso.
Era justo por eso que tenía tanto miedo de ”que alguien me quisiera” como decía Luke, si mi propia madre me hizo algo así, ¿qué podía esperar del resto de personas?
De pronto mi teléfono comenzó a sonar, lo saqué de mi bolsillo pensando que se trataba de una llamada de Katina o Luke, o cualquier otra persona, pero en cuanto vi el nombre en el identificador de llamadas apreté los dientes con tanta rabia que me dolió la mandíbula y percibí como mi pulso se aceraba, ni siquiera me di cuenta en qué momento contesté la llamada.
—¿Qué quieres? —Fue lo primero que dije, al otro lado del teléfono se hizo un silencio. Se me hizo raro y casi gracioso que una escritora reconocida como lo era ella se quedase sin palabras.
—Hija…
Escuchar su voz después de tanto tiempo hizo que casi tuviera ganas de pellizcarme el brazo para comprobar que aquello estaba pasando de verdad y no era un sueño. Desde que se fue de la casa que no habíamos hablado porque nunca le contestaba las llamadas que después de casi un año comenzó a hacer, si decidió irse sin ni siquiera explicarme la razón, ¿De qué servía que quisiera hacerlo ahora? Muchas veces imaginé este momento y pensé en todo lo que le diría, pero ahora que por fin estaba sucediendo en realidad, no sabía ni qué pensar.
—¿Ahora soy tu hija? —Cuestioné frunciendo el ceño. Algo que no toleraba en las personas era la hipocresía y que me llamase de esa forma después de todo lo que había pasado entre nosotras se me hizo demasiado hipócrita de su parte.
—Siempre lo has sido.
—Entonces ¿también lo fui cuándo iba a tu casa y nadie abría la puerta?
Tenía muchísima rabia por todo lo que había tenido que pasar gracias a sus decisiones, por su culpa ahora no me permitía tener más allá de un polvo con alguien porque las personas mienten, dicen que te aman, pero cuando los necesitabas, no estaban. Justo como ella.
—Andrea necesito explicarte la razón por la cual hice todo eso. —Su voz tembló un poco al decir las últimas palabras y yo solo negué con la cabeza a pesar de que sabía que no podía verme.
—Habla, tienes dos minutos.
Lo último que quería era verla y escuchar las ridículas escusas que tuvo años para inventar, iba a escucharla ahora para ver qué tan creativa era su mente de escritora, luego le contaría a Katina y nos reiríamos mucho de todo esto.
—Necesito mucho más que dos minutos para contarte todo… Andrea tú dime cuándo y dónde te parece bien que nos veamos, por favor… yo…
—No. —La interrumpí levantándome de la banca— No quiero verte, ahora quieres hablar conmigo, después de que pasé años mendigando un poco de cariño de tu parte.
—Hija yo te amo, pero este es un tema delicado y necesito hablarlo contigo.
—Si de verdad me amaras tanto como dices jamás me hubieses abandonado. —Contesté sintiendo como un nudo se formaba en mi garganta y aunque intente seguir hablando sin que se me quebrace la voz, no lo logre— Y en el momento en el que decidiste irte de la casa sin dar explicaciones yo dejé de tener una madre.
No podía, ni quería seguir escuchándola así que aparté el teléfono de mi oreja y colgué la llamada y tan solo pasaron dos minutos cuando volvió a marcarme, esa era otra cualidad que teníamos en común, siempre estábamos persiguiendo a las personas que nos importaban, incluso si ellas ya nos habían dejado en claro que no nos querían en sus vidas, nos aferrábamos a un imposible. En ese momento me habría encantado comenzar a llorar para deshacer el estúpido nudo que estaba mi garganta, pero las lágrimas se resistían a salir de mis ojos. Lo único que sentía era un inmenso vacío interior que habitaba en mí desde hace mucho tiempo y ya conocía perfectamente.
[…]
—¿Dónde estabas y porque no respondías el teléfono? —Preguntó Lisa justo en el momento en que entré a casa.
—En la casa de una amiga. —Respondí guardando mis llaves en la mochila— ¿Qué te importa de todos modos? ¿Ahora te preocupas por mí?
—¿Sabes que hice yo? Estuve en urgencias después de que me llamasen diciendo que tu padre tuvo un accidente, le han dado el alta hace media hora y ahora está medio sedado en su habitación. —Explicó mientras me miraba con enfado— ¿Por qué apagaste tu teléfono, Andrea? Te llamé muchas veces, tu padre pudo haber muerto y no te hubieses enterado de nada.
—Yo… yo no sabía, nadie me aviso nada, además nunca me llaman ¿Cómo querías que adivinara que justo hoy me iban a necesitar? —Contesté con ironía y ella solo suspiró cansada mientras se sentaba en el sillón.
—Te mantenemos Andrea, si no fuera por nosotros estarías en la calle, no tienes idea de cómo es la vida. Tu padre tuvo un accidente y tú estabas pasándotelo bien, eres una egoísta que solo piensa en ella misma, no tienes cariño por nada y te quedaras sola. —Espetó con rabia y sus palabras fueron como una patada en el estómago, aunque ya no deberían dolerme porque siempre era lo mismo, siempre el problema o la culpa eran míos.
No le contesté y solo subí casi llorando a mi habitación, busqué con desespero la marihuana que tenía escondida en mi cajón.
Me hice un rollo a toda prisa, necesitaba fumar, desconectar y olvidar todo aquello durante un buen rato. Cuando me lo terminé, apoyé la espalda en la cama mirando el techo, luego busqué mi cuaderno para leerlo un poco y me dormí sin pensar en nada.
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No puedes salvarme.®
Teen FictionAndrea Lowell cae en el abismo del vicio, al ser señalada como la única responsable de un trágico accidente que le costó la vida a su hermanastro. Las drogas, parecían ser su único consuelo antes de la llegada de Luke Harwood a su vida, un chico ama...