Capítulo 4.

442 54 9
                                    

“Corazón descafeinado”

Andrea Lowell.

Había pasado una semana desde mi intercambio de palabras con ese tal Luke, la verdad es que toda la semana me la había pasado engullida en la monotonía que me ofrecía mi vida, haciendo poco menos que levantarme e ir directamente al instituto, tomaba el camino de regreso y me encerraba en mi habitación para quejarme de lo repetitivo de los días, y de la poca intención y empeño que ponía por cambiar algo. De vez en cuando, fumaba un rollo de marihuana. Incluso más seguido que eso, pero al final, todo permanecía igual. Las cosas y las personas seguían siendo las mismas y el cambio se veía casi imposible.

Caminé calle arriba, con las luces apagadas. Las farolas y semáforos me iluminaban el camino conforme avanzaba y el letrero de la única cafetería abierta las veinticuatro horas hizo que a pesar de que me sentía fatal, me diera la idea de que un buen café me haría sentir mucho mejor.

Realmente me frustraba el hecho de que mi papá no me creyera, llevaba años conmigo. Pero él prefería creerle a Lisa, cosa que era completamente injusta. El simple hecho de que me hiciera sentir como una completa desconocida que estaba arruinando su intento de "familia feliz" era abrumador.

Poco antes de llegar, la figura de Luke a la distancia, recargado sobre la puerta de la cafetería, hizo que me detuviera. Solté un suspiro e inconscientemente empecé a debatirme si seguir mi camino o no, si llegar hasta él y tener que intercambiar palabras. A veces era apática, lo admitía, y de no ser por sentirme tan terrible como lo hacía, habría dado la media vuelta de regreso a casa. Al final, terminé por acercarme y así poder entrar al lugar.

—Hola, Andrea —me dijo cuando llegué a su lado con una sonrisa.

—Hola —respondí sin ganas. No teniendo intenciones de seguir hablando e intercambiar sonrisas por simple cordialidad—. ¿Vas a pasar o te quedarás ahí parado?

—Estoy esperando a alguien, puedes pasar si quieres. —ofreció alejándose de la puerta. Y lo que pudo haber sido un rato de contraataques sarcásticos y malhumorados, Luke lo había terminado de tajo al dejarme pasar.

—De acuerdo.

Abrí la puerta con cuidado y, en ese instante, la camarera salió detrás del mostrador.

—Hola —saludó una animada chica de cabello largo y negro, recogido de forma prolija en una trenza—. ¿Qué deseas tomar?

—Un café descafeinado. —respondí sin mucho ánimo, desviando la mirada a lo que fuese que tuviera cerca.

— ¿Grande, mediano o pequeño?

—Pequeño.

— ¿Cómo te llamas? —Preguntó tomando un lápiz para escribir mi nombre en el vaso.

—Andrea.

Ella asintió y se dio la vuelta para prepararlo.

—Perdona que me meta, pero... ¿te encuentras bien? —inquirió estando de espaldas a mí. Como si supiera que la respuesta a aquella pregunta no era de su incumbencia.

—Sí, ¿por qué? —Fruncí el ceño, ignorando las razones por las que posiblemente me cuestionaba aquello. ¿Es que acaso tenía tan mala cara?

—Tus ojos. —Observó y los abrí con sorpresa. Ella se disculpó después de eso, restándole importancia al asunto.

—No estoy drogada. —Mentí, pero sintiendo una absurda necesidad de hacerlo. Como si quedar bien parada con aquella chica de pronto fuera importante.

No puedes salvarme.®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora