Mamá Michiko

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"¡Aaaaaaah! ¡Por fin aire fresco!". Michiko estiró los brazos y el cuerpo como un gato, desperezándose.

"Si..., aire... fresco... Qué lindo... ¡Al carajo!". Ya sin aliento, Kaji apoyó una mano sobre la pierna mientras que con la otra llevaba una rama como bastón para ayudarlo a caminar, terriblemente agotado. Habían hecho una buena caminata por la montaña desde las aguas termales en donde Akira se había quedado. "Hubiera... preferido quedarme... con el señor Kambara... y jugar mahjong... Por lo menos no estaría... muerto de cansancio... ¡Uf!".

Michiko lo miró divertida, se acercó a él y le sacó una hoja que tenía pegada en el cabello.

"Nunca dejarás de quejarte, ¿verdad?". Lo besó apasionadamente, abrazándolo por el cuello. Él se sorprendió un poco pero enseguida respondió a ese beso, cerrando los ojos y sin soltar su improvisado bastón. Ella dejó de besarlo y le dijo, sonriendo: "Todavía me pregunto cómo subiste el Himalaya sólo para darme las gracias en ese estado físico tan lamentable que tienes."

"Bueno... subí quejándome sin parar, demonio". Sonrió, poniéndose de buen humor.

"Qué tonto... Ven, vamos. Yo te ayudo". Lo tomó de la mano y siguieron caminando entre la espesura del bosque de montaña.

Ya era primavera, el clima era templado y algo cálido, ambos vestían ropa cómoda para realizar la excursión campestre. Michiko caminaba ágil como una gacela, llevaba años realizando lo mismo, pero Kaji, más de ciudad y siendo un hombre que jamás había realizado esfuerzo físico alguno en toda su vida, era muy torpe y se tropezaba cada tanto y se agotaba con facilidad, pero como estaba empeñado en seguir a Michiko, trataba de seguirle el ritmo entre quejas. Testarudo, no iba a darse por vencido jamás. Apretó más la mano de Michiko y ella sonrió, admirada por su inquebrantable voluntad.

Pasó una hora y Kaji cayó de rodillas al suelo, agotadísimo.

"Por favor, Daimon..., descansemos... un poco... ¿si?". Se llevó la mano al pecho, respirando con dificultad.

Michiko puso los ojos en blanco y se puso de cuclillas, mirándolo detenidamente.

"Oye, ¿qué pasó con tu determinación?".

"La determinación está... intacta... pero mi cuerpo no...". Se sentó sobre el suelo y, soltando su bastón, se apoyó contra el tronco de un árbol, cerrando los ojos.

Ella lo miró lujuriosa.

"Creo que tendré que darle un poco de vigor a ese cuerpo tuyo...". Se arrodilló y apoyó las manos sobre las rodillas de Kaji, sonriéndole mientras las separaba, sin quitarle la vista de encima, él la miró boquiabierto. Él abrió los ojos, sorprendido.

"¿Es que quieres hacerlo aquí, demonio? ¿Acaso perdiste la razón? ¿Y si alguien nos ve?".

"¿Y quién nos va a ver en medio del bosque, tonto?". De rodillas, se abalanzó lentamente sobre él entre medio de sus piernas dobladas, tomándolo por los hombros y quedando a unos cuantos centímetros de su rostro, con su hermoso cuerpo sobre él.

"Pero, estoy muy cansado...".

"¿Y eso qué? Yo haré todo el trabajo, no te preocupes, tú sólo déjate llevar". Ambos se miraban directo a los ojos, una mirada de deseo por parte de ella y una mirada de intenso cariño de parte de él. "Te amo...". Le acarició el cabello con ternura y él no pudo evitar soltar algunas lágrimas. "¿Y ahora por qué lloras?".

"No lo sé...". Kaji trató de evitarlo, pero comenzó a llorar. "Tal vez... Lo que pasa es... que nunca imaginé esto entre nosotros...".

"... Eres un tonto sentimental". Sonrió conmovida y lo besó con gran pasión y él la abrazó, respondiendo a ese beso mientras lloraba. Pronto Michiko se emocionó más, tomándolo de la nuca mientras comenzaba a recorrer su cuello con la boca, provocando que él comenzara a gemir apasionado, abriendo más las piernas y haciendo el cuello hacia un costado. "Lo malo es llevar toda esta ropa encima...". Declaró, bajando una mano hacia la cintura de Kaji, buscando meterla por debajo del abrigo ligero para acariciar su cuerpo. "Después de esto vas a estar muy encendido". Le sonrió, burlona.

DOCTORA XXX MICHIKO DAIMON (Doctor-X/Doctor-Y)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora