VI

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Kaeya miró a Diluc en la mesa del lugar tomando el desayuno, el pelirrojo lo miró por unos segundos y de nuevo regresó su vista a su plato. El contrario hizo un gesto con su boca y se recostó sobre las escaleras intentando cuidar de su herida lo máximo posible.

Admitían que le dolía hasta el alma, pero ya no podía lucir débil ante Diluc, no aceptaría algo así, no después de pedirle que se quedará anoche con él.

–Las chicas te prepararon el desayuno. –hablo Diluc aún sin mirarlo. Kaeya gruñó levemente odiándose un poco por negarles comer algo cuando sabía que lo habían preparado con mucho cariño de su parte.

–No tengo hambre –respondió simplemente. – , supongo que el no dormir bien afectó mi estómago.

–No tienes que fingir, idiota —el pelirrojo suspiró. –. Entre tu orgullo y la herida, te duele más el orgullo.

Tenía razón. Kaeya podía saber perfectamente quienes mentían o no solo con observarlos, pero olvidó un pequeño detalle y es que Diluc lo conocía muy bien. Demasiado, a decir verdad. No contestó, el silencio era la mejor respuesta que podía dar en ese momento.

Diluc se levantó de su lugar y caminó hasta estar a su lado indicándole que lo siguieran, el contrario aceptó hacerlo aún sin decir nada más. Salieron del lugar, Diluc con educación saludaba a cualquiera que se encontrara cerca del lugar y Kaeya asentía fingiendo una sonrisita para nada creíble a los ojos del mayor que dejó pasar el decirle algo al respecto.

Estaban no muy lejos del viñedo, tal vez a unos cuantos metros a un lado del lago justo en frente de ambos.

Entre los pensamientos de Kaeya claro que quería preguntar qué rayos hacían ahí, su orgullo estaba algo dolido y de su boca no salían palabras por alguna razón además del dolor que le provocaba esa herida a un costado estaba provocándole un humor de los mil demonios. Diluc se adelantó y tomó una de las flores dulces junto al lado y se la entregó al menor quien lo observaba curioso.

–Tendrás que tomar distintos tipos de hierbas medicinales para calmar la molestia y el dolor. La razón por la cual te traje aquí es porque la flor dulce de este lago es diferente a cualquier otra silvestre —pausó un momento mirando el lago. –. Fue bendecido por un arconte hace tiempo atrás, todo lo que esté dentro y cerca tiene una peculiaridad.

–¿Tengo que comer flores? – se atrevió a decir con un tono sarcástico. –Diluc, será mejor que esto quede así. Si tengo que perder mi habilidad tendré que aceptarlo al igual que si dejo de ser un caballero.

–No hago esto por ti, Kaeya. Lo hago porque si logro que ese hechizo o sea lo que sea desaparezca, tendremos algo que beneficiaría a Mondstandt.

–Mondstandt es lo único que sale de ti. ¿Qué hay de mí? ¿No importa que sea un caballero? ¿No importa que también soy parte de Mondstandt?

–No todo se trata de ti –la voz de Diluc cambió: estaba molesto. Kaeya conocía esa voz, estaba pisando poco a poco las minas, pero en ese momento no podía pensar correctamente en sus palabras. –. Que te conozca, que me conozcas o que seas un caballero quiere decir que te tendré más consideración. Mondstandt es el lugar que me aceptó y haré lo que sea, ¿tu acaso piensas eso? No. Tu solo piensas en tu orgullo, en ti mismo y creo que también crees en todos los rumores.

–¿Qué?

–No soy estúpido –se tranquilizó un poco llevando una mano a su cadera. –. ¿Crees que no noto como miras mi oficina? No sé qué es lo que quieres de mí, pero considera primero la situación.

—El Libro Rojo.

Diluc abrió ligeramente sus ojos ante esa respuesta y enseguida entendió. Eso era lo que estaba en mente de Kaeya todo el tiempo y, por alguna razón, río levemente. Probablemente sea una de esas primeras veces en las reía frente a él.

–No hay tal cosa. –mentía. Kaeya lo sabía bien. Su mirada lo decía todo.

–Puedo ver ese brillo en tus ojos. Mientes.

–Kaeya, ya no somos niños –se quejó. –. Deja de creer en esos rumores y deja de pensar en que me preocupo por ti.

Diluc caminó de vuelta a él viñedo con la espera de que él menor lo siguiera como siempre hacía borro está vez no fue así. No lo iba a detener como anoche y una parte de él estuvo desilusionada.

–Al menos respóndeme una cosa –Diluc se detuvo en su lugar y lo miró esperando la pregunta. –, ¿por qué odias el color de tus ojos?

redbook ➵ dilucxkaeya (genshin impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora