XXV

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Con el paso de las horas, Kaeya fue destino de como ese pelirrojo simplemente se abrió ante él. Leyó todos y cada uno de sus pecados escritos en ese libro, escuchándolo de la misma voz triste y temblorosa de Diluc; escuchó cada una sin evitar sentir una inmensa tristeza y pena por la cruel vida que el pelirrojo tuvo que pasar desde que era un niño.

Entendió porqué se comportaba tan distante por tantos años, entendió el temor con el cual vivía día tras día desde el momento que dejó su cargo como caballero y también, entendió porqué había pasado lo de aquella noche en la que Diluc perdió el control. Lo entendía y se lamentaba tanto el no haber podido haber hecho algo al respecto en su momento en lugar de pasar años culpando a este por la muerte de su padre y provocando que aquello a lo que Diluc temía se manifestara por simple capricho.

Vio a Diluc siendo frágil, débil y tan desprotegido provocando querer protegerlo de todo eso que lo atormentaba.

Al final de todo, cuando el mayor cerró el libro al terminar de leer y explicar lo que podía, sus potentes rubíes estaban inundados y poco a poco sus sentimientos lo traicionaron para por fin desbordarse en lágrimas sin cesar. Su reacción fue sorpresiva, jamás pensó que podría llegar a llorar de esa manera y se sintió como una verdadera liberación.

—Está bien llorar si quieres hacerlo —la voz de Kaeya lo sacó de su pequeño trance por sus lágrimas, sus ojos se posaron en su brillante sonrisa tímida. —. No tienes porqué ocultar tus sentimientos de mí, ahora entiendo por lo que has tenido que pasar y no te juzgaré por tus pecados. Mi hombro está para ti.

Sus palabras eran amables, la nostalgia lo invadió recordando aquel hombre tan amable que lo cuidó como su hijo cuando no tenía a nada ni a nadie. Recordó también a ese hombre pelirrojo dueño del viñedo ofreciéndole vivir con él y tratarlo como su propio hijo. Todos y cada uno de esos recuerdos pasaban por su mente mientras que las lágrimas parecían no querer parar, juraría quedar en un estado de deshidratación si continuaba de esa manera, pero lo necesitaba.

Necesitaba un hombro en el cual llorar, necesitaba desahogarse y acabar un poco con el constate dolor. Necesitaba a alguien que lo entendiera y justamente estaba Kaeya para él. Siempre lo estuvo y lo evitaba.

Las manos del menor se sentían como el cielo en la tierra cada que tocaban su rostro e intentaba calmar sus lágrimas limpiando sus mejillas torpemente. Diluc aún no podía creer que estaba siendo consolado pues nunca antes nadie había visto ese lado suyo.

Y como si Kaeya hubiese leído su mente, pese a estar aún herido y limitado de sus movimientos estando en cama, abrazó al mayor.

Antes de Kaeya, jamás había besado a nadie y antes de él, tampoco había sido abrazado desde que tiene uso de memoria.

El rostro de Diluc se ocultó entre el cabello suelto, su cuello y su hombro de Kaeya en un tonto pensamiento de querer desaparecer ahí mismo. Los brazos del menor lo rodeaban sintiendo como el cuerpo del pelirrojo parecía temblar debido a ese gesto tan simple, pero que necesitaba sin exagerar. Diluc se aferró al cuerpo de Kaeya dependiendo totalmente de él para no desmoronarse en su lugar.

Sus sollozos estaban siendo ahogados, la preocupación de Kaeya seguía estando ahí y verlo llorar le parecía insoportable de ver, la presión en el pecho crecía con cada que Diluc se aferraba más y más a él. Ahora le tocaba a él tratar de calmar sus sentimientos como diera lugar, sentía esa responsabilidad después de ser el único testigo de sus "pecados" y también por ver los verdaderos sentimientos del pelirrojo.

Ambos sabían que su relación iba a cambiar después de ese momento. Ya habían visto el lado más frágil uno del otro y eso significaba que estaban más unidos que nunca; sin embargo, siempre existía la manera de reforzar los lazos y finalmente unir tanto sus cuerpos como sus almas.

redbook ➵ dilucxkaeya (genshin impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora