XXIV

5K 667 215
                                    

La puerta de la habitación fue tocada un par de veces, Kaeya se encontraba en su cama aún ligeramente adolorido y al escuchar el sonido de la puerta solo pensó en que las amables chicas vendrían a cuidarlo.

—Déjenme solo un momento. —su tono cansado era notable. No había descansado nada y duras penas podía mantenerse despierto después de tantas cosas extrañas en su organismo por parte de las sirvientas y la alquimia.

La puerta se abrió de igual forma y frente a él, el pelirrojo mantenía un semblante serio, sus ojos rubíes intensos no conseguían mirar por completo al menor sintiéndose tan culpable. Kaeya estaba sorprendido y quiso acercarse al pelirrojo; sin embargo, el dolor aumentó considerablemente un momento en el cual quiso hacerlo y solo realizó un gesto de molestia.

Diluc entró y cerró la puerta detrás de él con su mano libre, en la otra cargaba de nuevo con ese libro.

Se acercó estando nervioso, sus manos apenas parecían estar estables pues tenía miedo de que las cosas no marcharan como le gustaría. Caminó hasta llegar a la cama con el menor mirándolo con preocupación, antes de que Diluc pudiese decir algo o al menos pensar en las palabras correctas para comenzar a hacerlo, Kaeya ya tenía su mano puesta en su mejilla acariciando su rostro con delicadeza. Los rubíes del contrario se abrieron y esbozó una sonrisa leve para poner su mano sobre la de Kaeya.

—Eres un idiota, me tenías tan preocupado —habló primero el menor con falsa molestia. —. No vuelvas a hacer tal tontería de encerrarte en tu propio mundo. No lo hagas.

—No entiendo cómo puedes hablarme tan casual después de lo sucedido...

—¿Por qué no habría de hacerlo? —preguntó confundido. —Sé que no quisiste hacerme daño, lo sé porque te conozco mejor que nadie.

—Pero lo hice —de inmediato respondió. —, te he hecho daño de muchas maneras porque soy un cobarde con tantos problemas que no quiero enfrentar. Y aún así me hablas como si nada de eso importará, eres tan extraño.

—Oye, mírame —con ambas manos ahora sobre su rostro, obligó a que Diluc lo mirara y vio en esos rubíes su miedo. El pelirrojo quería apartar la vista, estaba avergonzado de si mismo que ni siquiera se sentía capaz de mirarlo. Esa máscara que portó durante años finalmente se fue y mostrada al verdadero Diluc; tan solo era una pobre alma que cargaba con un dolor en su corazón y un enorme peso de la muerte de tantas personas que alguna vez le importaron. —. No eres un cobarde, probablemente seas la persona más fuerte que conozco, tú me decías cuando niños que debía ser fuerte y siempre seguí tu ejemplo.

Diluc intentaba asimilar esas palabras y sin querer soltó una risita que dejó al menor todavía un poco confundido, pero estaba seguro de que sus palabras habían provocado un efecto como ningún otra persona pudiese hacerlo.

—Sí, tu siempre fuiste más fuerte que yo al final de todo.

Kaeya sonrió un tanto apenado por esas palabras. Sus manos bajaron colocándose sobre sus piernas y Diluc quiso tomarlas, no sabía exactamente porqué, solo quería tomarlas y no soltarlas hasta que recordó tener en su mano contraria ese libro rojo. El menor lo vio y se inmediato su felicidad se esfumó al mismo tiempo que la preocupación aumentó.

—¿El libro...?

—Parece que ya no te emociona verlo —intentó calmar el ambiente tenso con ese comentario sin éxito alguno. —. Una vez me preguntaste que había escrito aquí, ¿lo recuerdas?

—Diluc, después de que me contarás sobre lo de mi padre quise saber que había ahí. Tal vez desde mucho antes de que está cosa me arrastrara hasta el viñedo, pero ahora, no estoy seguro si quiero saberlo... —aquello último lo expresó sin muchas ganas de continuar. Sin embargo, la mano de Diluc tomó la suya en una muestra de confianza haciendo a un lado solo por un momento su miedo.

—Una parte de mi sabía que tal vez te negarías —se sinceró. —, pero necesito que me escuches. No puedo continuar atormentándome, entendí de la peor manera que si no pedía ayuda, tu también...

Se detuvo. Pronunciar que si no pedía ayuda Kaeya moriría simplemente le era imposible de asimilar. Kaeya de inmediato entendió lo que trató de decir y colocó su mano contraria sobre sus manos juntas.

—Eso no va a suceder —afirmó seguro de eso. —. No puedo morir y dejarte solo.

—No lo hagas —de nuevo se acercó al menor y quedando a pocos centímetros de distancia terminó con la oración. —. No me dejes, por favor.

Lo besó, está vez de una manera completamente diferente a la que estaba acostumbrado. Fue un beso lento y largo, el momento era perfecto para algo así pues se sentía tan necesitado de disculparse con Kaeya y extrañó besarlo. Una vez se separaron, Kaeya estaba notablemente sonrojado, una sonrisa tímida llena de felicidad formaba su bello rostro así como también caían lágrimas de felicidad.

—Nunca lo haré, te lo prometo.

redbook ➵ dilucxkaeya (genshin impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora