XXIII

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El rubio negó sin creer en las palabras de Diluc. Le daba vueltas al tema aún sin entender lo que estaba diciendo y su asistente tampoco parecía hacerlo.

—Es absurdo que la Visión tenga que ver con esto... —dijo en voz alta ese pensamiento. —Maestro, espero que sepa que va a suceder.

—Lo tengo contemplado. —afirmó el pelirrojo.

—¿De qué hablan? —participó Sacarosa sin entender de qué hablaban. Albedo la miró con una sonrisa leve en sus labios algo emocionado por saber que ahora los caballeros estarían por intervenir en asuntos más importantes.

—Iremos a buscar al Mago del Abismo y le sacaremos información directamente. Con suerte, sabremos cual es su propósito con lo que sea que le hayan hecho al Sr. Ragnvindr y a Kaeya. —explico Albedo calmado. Diluc asintió lentamente sabiendo que tendría que ser así, la idea de estar junto a los demás caballeros no le gustaba pues solo alimentaba su pensamiento de que eran unos inútiles debiluchos, pero no había otra cosa que hacer por el momento.

—Odio decir esto, pero confío en que harás un buen trabajo.

—Que diga cosas así me provoca escalofríos, por favor, ahorre esos comentarios —insistió soltando una risa nerviosa. —. No quiero que cierta persona se ponga celosa.

—¿De que hablas? —preguntó Diluc confundido.

—Del Capitán Kaeya, ¿de quién más estaría hablando? —el pelirrojo abrió sus ojos como platos y giró su cabeza evitando el contacto visual. Albedo negó algo divertido por esa reacción y continúo hablando al cambiar el tema. —Necesitaremos su apoyo, no estaría mal tener al mando el cargo más alto de Mondstandt.

—Veré que hacer para que eso no suceda.

Esa conversación concluyó con el comentario de Diluc. Albedo no quiso preguntar, pero el libro que llevaba consigo el pelirrojo había llamado su atención al verlo llegar a su campamento cerca de Espinadragón pues emanaba una energía extraña que podía percibir hacía unos cuantos metros incluso antes de que Diluc se presentara ante él, su asistente o con los individuos de alrededor.

Tal vez para otra ocasión lo haría.

Diluc se retiró de lugar y miró a su asistente, la chica se acercó hasta donde Albedo y le indicó que investigara sobre las Visiones más a fondo en lo que él se disponía a pausar sus diversas investigaciones y enfocarse en lo que Diluc había mencionado sobre ese Mago del Abismo.

—¿Qué era eso que desprendía el maestro?

—Oh, ¿también te diste cuenta? —preguntó el rubio y Sacarosa asintió no muy segura de si se trataba de Diluc exactamente. —Ese libro parece ser el mismo de los rumores que circulan en Mondstandt y entre los Caballeros de Favonius.

—Parecía haber cierta escencia negativa, se sentía casi como una maldición o algo por el estilo... —después de decir eso, a su mente llegó la idea de estar directamente relacionado con el Abismo. —No quiero sacar conclusiones apresuradas.

—Tampoco lo haré, le preguntaré cuando pueda. Parece que tenía demasiada prisa en irse, dejemos que el maestro haga lo que tenga que hacer y luego acuda a nosotros. Con suerte tendremos algo pronto.

Albedo sabía perfectamente que el tema de urgencia era Kaeya. El pelirrojo se mostraba algo desesperado en la conversación de hace un momento y fue por eso que aceptó ayudarle sin rodeos aunque la idea de ir al Abismo jamás habría pasado por su mente porque no se trataba de su campo; sin embargo, no podía dejar pasar la gran oportunidad de ver al Caballero Honorario.

Su interés aumentó al escuchar las historias de sus hazañas así como también que no parecía ser de ninguna de las regiones de Veyvat. Si podía tenerlo cerca podría investigarlo más a fondo aunque solo se trataba de algo persona. Diluc lo conocía y sobre todo Kaeya al haber compartido varias aventuras que los relacionaban.

Recorriendo el largo camino de las afueras de Mondstandt para dirigirse a la bodega de nuevo, el pelirrojo se dio tiempo para pensar en lo que estaba haciendo. El alquimista aceptó ayudarlo y se sorprendió también con esa respuesta, Albedo y él no mantenían una relación muy cercana y sus experimentos e investigaciones a veces le causaba un poco de intriga sobre lo que podría planear así que fue repentino aceptarle así como así hacer algo tan riesgoso como ir al Abismo.

Caminaba con su mente fuera de órbita hasta visualizar a la jefa criada afuera de la bodega. Probablemente esperando su llegada y en cuanto lo miró, no dudó en acercarse a él.

—¿Está bien? ¿A dónde fue? —preguntaba preocupada la mujer. Diluc tomó sus manos para tranquilizarla y ella se sonrojó notablemente debido a ese gesto.

—Calma, si fuera a hacer una locura, me detendrías, ¿no es así?

Asintió aún avergonzada por ese gesto. Jamás creyó que ese pelirrojo se viera tan calmado después de lo que sucedió y de su conversación pues si era verdad que tenía tanto miedo como Diluc sentía con respecto a Kaeya.

—Es verdad. —río ella y observó una sonrisa leve en Diluc también.

—¿Está despierto?

—Lo está, pero no ha podido descansar en absoluto porque ha estado preguntando si estaba bien, maestro. ¿Irá a verlo?

—No tengo alternativa —suspiró inseguro de sí mismo y dejó un beso en las manos de aquella mujer. —. Sigue cuidando de ambos como lo has hecho hasta ahora.

—¿E-es una orden?

—No —río al escuchar esa pregunta. —. No es una orden, te lo estoy pidiendo como iguales.

redbook ➵ dilucxkaeya (genshin impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora