XV

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—¿Qué más está escrito en ese libro?

La voz de Kaeya sonó en eco. La vista de Diluc subió hasta él y lo miró confundido ya que fue una pregunta repentina. No contestó, mejor dicho, no quería contestar porque eso significaba que su estómago se revolviera si volvía a tocar ese libro sin mencionar que no soportaría ver el color rojo del mismo más tiempo. Soportó todo lo que pudo cuando habló con el menor en la taberna; sin embargo, ya no podría seguir soportándolo más tiempo.

—Lo que te conté es suficiente.

—Diluc, por favor —pidió está vez con un tono más calmado, en verdad estaba preocupado por Diluc. No iba a ignorar ese hecho, no después de saber parte de los secretos que escondía ese pelirrojo que lo intriga a más y más. Al principio solo quería saber si ese libro existía y ahora, quería saber que estaba escrito ahí o escucharlo del mismo Diluc sin importarle ya nada más. —. Escribir en ese libro simplemente no hará que todo sea mejor para ti.

—¿Ahora te importo tanto? —le regaló una sonrisa burlona. Kaeya chasqueó la lengua frustrado concluyendo que no se trataba de una tarea fácil hacerle hablar. —Uno de nosotros puede morir y créeme cuando te digo que no soy yo. Deja de decir tonterías y déjame seguir con lo mío. Tienes a las chicas criadas que estaría encantadas de escucharte parlotear lo que gustes.

—Ellas no podrían entenderme tan bien como tú.

Diluc borró esa sonrisa enseguida. ¿Escuchó lo que Kaeya dijo? ¿No escuchó mal? Negó levemente y giró sus ojos posteriormente posarlos sobre sus archivos en el escritorio.

—Debí decirle a Lisa que no te drogara...

—¿No quieres desahogarte? —preguntó enseguida, el rostro de Diluc se llenó de sorpresa. —¿Has tenido el hombro de alguien para llorar? ¿No quieres hablarlo?

Si tan solo lo supiera, si supiera los años que ha deseado eso.

—Deja de decir tonterías, ¿qué rayos pasa contigo? —su comentario no sería suficiente para que Kaeya se desviaría del tema como quisiera el pelirrojo. Por supuesto que en ese punto, estaba comenzando a sentirse extraño sin saber exactamente qué decir para evitar el tema o si debía evitarlo como siempre hacía. Estaba confundido.

—¿Qué me pasa? —río sarcásticamente. —¿Qué hay de ti? Eres un misterio. Mondstandt ha sido tan malagradecido contigo después de todo lo que haz hecho por ellos, hablan a tus espaldas y aún así intentas hacer lo imposible por ellos. Me fui porque soy un maldito idiota y me trajiste sacrificando parte de ti... ¿Me preguntas que me pasa? Diluc, nunca has pensado en ti, maldita sea. Me molesta que seas así.

—No busco que me acepten —habló después de un rato, miró a Kaeya con una calma que le provocó escalofríos por su espina dorsal al menor, una sensación para seguir preguntando de que se trataba todo ese asunto del libro, de esos rumores y quién rayos era Diluc en realidad. —, que lo hagan o no es su problema. Mondstandt fue el lugar que me hizo pertenecer a algo y darme una razón para estar aquí. No quiero que se preocupen por mi, mucho menos tu. No lo hagas y vive molesto.

—Me preocupo por ti porque eres lo único que tengo.

No existía mentira en sus palabras. Diluc era lo que le quedaba después de ser capitán de los Caballeros de Favonius. El pelirrojo tragó grueso al escucharlo, sonrió sin saber exactamente la razón, solo lo hizo debido a la inercia de su cuerpo ante esas palabras. Estaba seguro que Kaeya era un idiota, pero sabía que palabras usar cuando debía hacerlo.

¿Estaba feliz de escucharle decir que estaba preocupado por él? ¿Se estaba sintiendo lo suficientemente mal como para decirle eso? ¿La alquimia de Albedo o las posiciones de Lisa estaban causándole decir tales cosas? Probablemente.

¿Estaba bien recordar la pregunta de Jean?

Diluc se levantó de su escritorio mientras que Kaeya cayó en cuenta de lo que estaba diciendo y de inmediato se avergonzó. Un leve sonrojo apareció en su piel bronceada apenas notable pero que si no fuera por el cabello que caía por su rostro, probablemente Diluc pudo haberlo visto antes.

Caminó a paso lento hasta colocarse frente al menor y, por un momento, si logró ver ese sonrojo. Sus ojos se abrieron aún más, estaba presenciando a un Kaeya avergonzado intentando ocultar su vergüenza cuando siempre vio esa sonrisa obstinada a la cual se había acostumbrado tanto tiempo. Cuando niños por supuesto que lo veía así casi a diario; el menor era un niño muy cobarde y asustadizo. Siempre lo fue y lo ocultaba demasiado bien.

Ante Diluc ya no podía ocultar le esa faceta después de todo. Habían pasado más de cinco meses en esa bodega, su cuerpo no estaba en la mejor condición y sobre todo estaba preocupado por él pelirrojo después de escuchar ese relato tan traumático para él. Podría dejar que Diluc lo viera así de nuevo, al fin y al cabo ya no se trataba de la primera vez.

—Dilo de nuevo —Diluc se acercó a él quedando a escasos centímetros de su nariz, el menor por instinto miró sus ojos y sus labios tal vez más de tres veces. —. Dilo.

—No te quieras burlar de mí —se alejó recostándose en ese sofá color vino. Diluc por su parte lo tomó de su mentón lo obligó a mirarlo de nuevo. —. Suéltame.

—Hasta que lo digas de nuevo, quiero estar seguro.

Kaeya pensó más de dos veces. Mirada cada tanto esos ojos rubíes tan cerca de él al igual que miraba los labios de Diluc.

—Eres lo único que tengo. ¿Estás satisfecho?

—Uhm... —meditó un poco. —Supongo.

Y antes de que Diluc se alejara; la mano de Kaeya viajó a su nuca y lo llevó hacía a él para terminar de cortar con esos centímetros que los separan.

redbook ➵ dilucxkaeya (genshin impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora