Con una sola mano podía contar las pocas ocasiones en la cuales sus emociones se dispararon mientras aún estaba consciente. Kaeya, por su lado, perdió la cuenta de cuando ya no estaba en sus cinco sentidos. Las primeras veces fueron horrible para el menor, el terror lo paralizaba en su lugar y era como si todo lo que Diluc sentía lo transmitiera a él.
Fue justo por esa razón que Kaeya no podía contar con él para las misiones de más importancia cuando el pelirrojo aún pertenecía a los Caballeros de Favonius. Era extraño, amaba sentir esa emoción de estar en una situación decisiva, le daba igual las consecuencias que sus actos tan descabellados pudiesen pasarle a él o a sus compañeros durante una misión que al mismo tiempo, esa emoción se desaparecía en el momento que Diluc tomaba control de la situación y las llamas peligrosamente se convertían en algo peor.
Sí, el descontrol de Diluc aparecía en el momento de ver la sangre. El pelirrojo era una bomba de tiempo cuando estaba de servicio.
La única solución ante aquel desastre era cubrir sus ojos o al menos intentarlo.
–Largo de aquí. –dijo con ese tono molesto característico de él. El contrario suspiró aliviado esbozando una leve sonrisita burlona al observar esa reacción que, aunque suene bastante sorprendente, extrañó.
–¿Ahora decides hablarme? Creo que ha sido el lapso más largo en el cual no recibía palabras de tu parte –se burló recostándose en el marco de la puerta. Diluc no lo miró o respondió a ese comentario, su atención estaba en libros y varios archivos proporcionados por conocidos en el campo. –. Voy a salir.
–No.
–No estoy pidiendo tu permiso.
El pelirrojo gruñó por lo bajo, no lo iba a detener. Esperaba el momento en que le dijera algo así o que simplemente se marchara.
–No soy tu niñera, te estoy dando una orden directa. Si planeas ir a Mondstandt o a sus alrededores los caballeros preguntarán por ti y espero tengas una excusa –advirtió cruzando de brazos. –. Si hay un escándalo olvídate de tu patética vida, si esa maldita cosa no te mata yo lo haré.
–¿Me matarás? Oh, no me sorprende escuchar eso de ti. Si de verdad quisieras matarme ya lo habrías hecho hace tiempo, ¿no es así? –se acercó a él desafiante, quedando cara a cara separados por unos centímetros observando los ojos rubíes encenderse rápidamente ante la amenaza. –Han pasado años en los que tú actitud de mierda me han estado molestando tanto, me hubieses matado después de mi padre si es que quisieras hacerlo. He estado en esta maldita bodega tanto tiempo que estoy asqueado, todavía para soportar que me ignores, el dolor de la herida y que me amenaces. Eres palabras al viento.
Diluc apretó los puños una vez sus brazos se dieron la oportunidad de estar libres. Tomó el cuello del contrario no con intención de lastimarlo, tan solo estaba confirmando que ese idiota no estuviese de verdad intentando amenazarlo a él cuando la ventaja estaba de su lado y por mucho. Kaeya se mantuvo serio, con esa mirada desafiante mirando los encendidos ojos del mayor.
Esos ojos que ha visto tantas veces y que ahora más que nunca ha confirmado que ese brillo es la chispa que delata sus emociones más profundas. Ahora veía ira, el color más puro de rojo sangre estaban frente a él una vez más.
–Vete y no vuelvas.
Las únicas palabras que salieron de Diluc fueron serenas. El asombro en Kaeya no se pudo ocultar. ¿Qué rayos pasó con la actitud explosiva del Diluc que conoce al enfrentarlo cara a cara?
Se zafó de su agarre siendo perseguido por los rubíes encendidos, con el rostro más serio que ha visto en él y con sus puños ahora relajados. Kaeya vio eso como una victoria que no lo estaba satisfaciendo. ¿De verdad ganó la discusión? Con eso en mente, se dirigió a la salida de la bodega y llegó a toparse con el rostro confundido de las señoritas del lugar.
–¿A dónde va? –preguntó un de ellas sosteniendo lo que parecía ser el brebaje diario para la recuperación. No respondió, estaba bastante molesto consigo mismos que pasó de largo con ella y esa pregunta para luego cerrar la puerta detrás de él.
Un silencio incómodo se esparció en el lugar, se observaban una a otra.
Mientras tanto, Diluc suspiró frustrado y decidió continuar con lo suyo pensando que, si Kaeya se había ido, tiraría todo a la basura porque al fin y al cabo consideraba una pérdida de tiempo seguir intentando cuando el sujeto ya no estaba ahí. Esa espina le molestaba más, estaba preocupado y no iba a aceptar estarlo por él y seguiría engañándose lo que fuera necesario para no aceptarlo.
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redbook ➵ dilucxkaeya (genshin impact)
Fanfiction《❝ El maestro Diluc, dueño del Viñedo Amanecer, ha permanecido en boca de los ciudadanos de Mondstandt por tanto tiempo que circulan rumores sobre su nivel en el reino. Sin embargo, uno en particular ha despertado el interés en más de un individuo:...