Tanto el viajero como su compañera decidieron salir para asegurarse que hayan sido vistos y de paso, dejarían que ambos se tomarán el tiempo que requerían. Fue una decisión sabía, pues para el menor de ambos le fue complicado aguantar las ganas de besar al pelirrojo en cuanto pudo verlo y tocarlo.
Su deseo se cumpliría poco después de separarse del cuerpo del mayor, sus labios se vieron siendo besados con desesperación y sed. No iba a negar sentirse tan ansioso como el contrario, estaba conteniéndose, pero al fin sentir como su sed de besarlo estaba siendo saciada, simplemente no pudo también evitar querer besarlo un número infinito de veces. El sabor de las lágrimas estaba de por medio, pese a ser ese el caso, tal vez besarlo era lo más dulce para él.
Sus manos seguían en el rostro de Diluc, no quería apartarlas porque sentía que era la única manera de mantener consciente al pelirrojo. Separarse de sus labios fue difícil, la situación no daba para ponerse tan meloso como le gustaría porque observar al mayor en ese estado le dolía más de lo que la herida estaba acabando con su cuerpo de manera rápida.
—¿Qué te hicieron? —preguntó en un susurro. Apartando una que otra vez los mechones de cabello rojizo que caían por su rostro. —¿Diluc? ¿Me escuchas?
Los rubíes brillantes ya no estaban ahí para responderle. Cayó de nuevo inconsciente aún sujeto al menor y Kaeya no pudo hacer nada más que quedarse en su posición por un poco incómoda que sea. Intentar moverse no sería de utilidad, sus piernas estaban inmóviles por alguna razón y sus brazos estaban ligeramente débiles.
—Debemos irnos ahora. —dijo Kaeya. La pequeña Paimon asintió y llamó la atención del rubio a su lado quien ya tenía la atención de Albedo. Habían logrado acabar con los Guardianes y estaban de apoyo contra los Fatui.
—¿No puede moverse? —Kaeya negó. El viajero no pudo evitar suspirar al ver que sería complicado tratar de llevar a ambos por su cuenta a la salida que había mencionado Childe. Había una salida que daría hasta el exterior de las ruinas en alguno de los pisos. El problema sería encontrarla. —¿Albedo?
—Traeré gente conmigo. Deberás quedarte aquí si es que deseas que salgan, cuento contigo.
Asintió entendiendo que su apoyo era lo único que quedaba en esa situación. Albedo trajo a dos caballeros y se retiraron llevando a ambos.
Childe por su parte se estaría divirtiendo con Dottore, utilizando ambos lo que llamarían el Engaño, para los presentes se trataba de una pelea fuera de su imaginación. Su poder se trataba de algo que solo los mismos arcontes podrían tener para cualquiera de ellos. Sin embargo, por muy poderoso que el mayor de ambos Fatui pareciera, poseía el libro que él mismo dijo tenía consigo una maldición y que, para su mala suerte, estaba rechazando el poder que Dottore poseía con el Engaño.
Verse obligado a detener la pelea fue humillante para él, notar su expresión llena de frustración teniendo esa máscara puesta fue sorpresa para Childe. Su desesperación lo llevó a buscar el libro entre su ropa y soltarlo como si este se tratara de una plaga o algo peor. Quemaba. Quemaba tocarlo, el color rojo intenso aún parecía ser más intenso pese a la poca luz que era capaz de entrar al laboratorio. Solo se explicaba que la maldición que ese libro poseía provocaba un rechazo o una reacción con el poder de Dottore y lo ponía en una clara desventaja.
Una oportunidad se estaba frente a él; atacarlo mientras está distraído era lógico, pero los principios de Childe no se lo permitieron.
El viajero por supuesto que lo vio como una oportunidad y no dudó dos veces en lograr estar a una distancia considerable de Dottore y provocar un torbellino nublado la vista de este y varios Fatui a su alrededor. Cuando su vista estaba clara, la mano de Childe estaba sobre él y lo hizo caer de rodillas completamente derrotado.
La compañera de Sora admitió tener un poco de temor si es que llegaba a acercarse a Childe quien sonreía victorioso aún sin soltar al contrario.
—¿Que hiciste?
—No puedes saberlo todo de mi o la siguiente vez que nos enfrentemos no será divertido. —el viajero se limitó a mirarlo de reojo. Los Fatui estaban siendo rodeados por los caballeros impidiendo que hicieran un movimiento en falso.
—Todos ustedes son solo unas ratas, tarde o temprano serán mis experimentos. Solo es cuestión de tiempo. —para Childe y para Sora, se trataba tan de disparates. —¿Que me harán? ¿Matarme?
—No es una mala idea... —murmuró Childe.
—Tenemos aún muchas preguntas. —esta vez habló Sora y se colocó en frente de Dottore. —¿Cómo curamos a Kaeya?
—Es tarde para eso. No vale la pena intentarlo, no pueden usar a Diluc. —río levemente.
Paimon recogió el libro aún temerosa, pero el efecto de la quemadura no haría efecto alguno sobre ellos excepto en Childe y Dottore. Sabiendo esto, la idea de usarlo a su favor no tardó en llegar a la mente del joven rubio una vez lo tuvo en sus manos y comenzó a acercarlo lentamente hacia el peliazul mientras esté intentaba alejarse y que Childe no permitiría alejarse.
—Habla. —ordenó con voz demandante.
—Lo haré, solo aleja esa cosa de mi... —murmuró con fastidio. —Es tan sencillo como derramar sangre sobre la herida. No sangre cualquiera, sangre de quién posee la Visión especial.
—Un método tan retorcido como lo eres tú, no me sorprende... —participó Childe.
—Tenemos que avisarle a Albedo, ya deben estar afuera...
—Es tan agradable cuando un Fatui está en esa situación, ¿no es así? —esa voz provenía de arriba, desde donde el sello fue roto y que daba acceso hacia donde se encontraban llamando la atención de todos los presentes. Una sonrisa de alivio apareció en el viajero y su compañera se limitó a asentir. Era Jean y parecía no venir sola. —Viajero, Albedo te necesita.
—Pero, ¿y Childe?
—El Sr. Zhongli nos explicó todo. Ahora ve con Albedo. —no dudó dos veces y salió en busca del alquimista.
No se encontraban demasiado lejos, ya se encontraban levantando pequeños campamentos para asistir a Kaeya y Diluc. La mano del alquimista sobresalió para invitarle su posición y al llegar al lugar, Lisa y Sacarosa estaban intentando hacer que la herida frenará su avance sin éxito.
Diluc estaba al otro lado, aún estaba bastante débil, pero poco a poco recobraba el conocimiento al ser tratado también por varias personas.
—El capitán insistió que sabrías como parar esto.
—Tal vez no te vaya a gustar escucharlo... —una vez explicado el procedimiento que se debía llevar a cabo, el alquimista estaba preocupado. Sabía que la Visión especial de Diluc estaba neutralizada por los sueros, supo con solo ver las marcas en su cuello hacia unos momentos y con esto, no estaba seguro si hacer tal procedimiento funcionaría.
Sin embargo, de no intentarlo no habría vuelta atrás. Solo era cuestión de horas para que Kaeya dejara de pertenecer al mundo de los vivos con solo mirar el gran avance de la herida.
—No me gustaría aprovecharme del estado del maestro Diluc, pero supongo que no hay otra alternativa. —concluyó el alquimista.
—¿De verdad podemos confiar en las palabras de ese loco? —preguntó Paimon después de observar a Albedo irse hasta donde el pelirrojo. El viajero seguía cargando ese libro, lo sostenía firmemente y su agarre fue mayor al estar preocupado. Mentiría al decirle a su compañera que estaría todo bien.
—...No lo sé.
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redbook ➵ dilucxkaeya (genshin impact)
Fanfiction《❝ El maestro Diluc, dueño del Viñedo Amanecer, ha permanecido en boca de los ciudadanos de Mondstandt por tanto tiempo que circulan rumores sobre su nivel en el reino. Sin embargo, uno en particular ha despertado el interés en más de un individuo:...