VIII

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Seguía esperando una respuesta. Después de ver la reacción del pelirrojo al preguntarle sobre su odio, comenzó a ignorarlo mucho más que de costumbre y se limitaba a hablar sobre su investigación brevemente para luego marcharse a cualquier lugar de la bodega lejos de Kaeya.

No le sorprendía esa actitud puesto que lo conocía hace mucho tiempo, lo que le sorprendía era el hecho de que no lo echara del lugar. Si fuese el Diluc que conoce de casi toda su vida, no habría pensado dos veces en sacarlo y tal vez también dejarlo a su suerte intentando no perder su habilidad elemental... pero no lo hizo.

La jefa criada de vez en cuando hablaba con Diluc, tratando de sacarle información de la única manera que se le podía ocurrir hacer porque lo conocía casi tan bien como a Kaeya. Lo consideraba una figura cercana a la cual no le iba a negar el apoyo que claramente necesitaba. Sin embargo, no había éxito cuando Diluc sabía lo que estaba haciendo, ella sonrió al rendirse tan fácilmente y al mismo tiempo satisfecha; Diluc no había cambiado tanto si se ponía a hacer un poco de memoria o quizá también la ignorarla cómo al menor pero no lo hizo. Ahí fue cuando decidió preguntarle a Kaeya que fue lo que hizo.

–La pregunta que tú, yo y todos los que trabajan aquí se hacen.

Los ojos de la mujer se abrieron con sorpresa. Kaeya era un hombre capaz de todo, las anécdotas de sus compañeros estaban en boca de los caballeros cuando sin pensarlo demasiado se obligaba a si mismo y a terceros encontrarse en una situación decisiva. Él era así, siempre buscando emoción y, a consecuencia, Diluc estaba aplicándole una conducta justificable.

–Desde que te convertirse en caballero sucedieron varias cosas, supongo que tu decisión de irte fue la correcta... –soltó después de un rato intentando encontrar una manera de explicarle a Kaeya lo que se había perdido en el momento que Diluc dejó de pertenecer a los caballeros hacía tiempo atrás. -Kaeya, necesito que me escuches.

El nombrado asintió aún sin mucho interés, sabía que ella había elegido el momento perfecto después de ayudarle a colocarse aquellas hierbas medicinales en la herida. Gruñó por lo bajo y se mantuvo en su lugar.

–Estoy en una situación dónde escucharte es mejor que soportar la actitud de Diluc.

–Lo sé, podrías escapar en cualquier momento –bromeó. –. Cuando el maestro llegó aquí, parece que aún no tenía ese extraño odio... o al menos no era notable.

–¿Dueño? Espera, ¿por qué me dices esto?

–Porque creo que tienes que saberlo antes de seguir metiendo tu nariz en la vida del maestro Diluc, ahora calla y déjame continuar –el contrario asintió. –. El dueño del lugar y el maestro parecían haber tenido una buena relación desde el momento que el maestro ayudó a la bodega en sus momentos más complicados debido a la gran otra de monstruos que habitaban los alrededores. Y, como todos sabemos, el maestro Diluc ama el vino, no dudó en querer ayudar aquí ya no como caballero, sino como amigo del dueño. Sino fuera por él, probablemente Mondstandt no tuviera la reputación que tiene actualmente. Todo cambió cuando el dueño falleció y el maestro Diluc comenzó a comportarse como el que conoces.

–Espero que no te refieras a qué Diluc fue quien tuvo que ver con el fallecimiento de ese hombre porque no podría creerte.

–No lo hago –negó levemente con una sonrisa triste. –. Sé que dio todo por salvarlo y lleva consigo ese peso de no haberlo conseguido. Fue ahí también cuando ésta y otras bodegas fueron dadas a nombre del maestro Diluc y los rumores en Mondstandt se dispersaron como el viento.

Pausó un momento observando a Kaeya quien escuchaba sus palabras sin mirarla, tal vez tratando de encontrar algo más en esa historia que difícilmente haría.

–¿Qué hay del Libro Rojo? –preguntó luego de un largo rato. La mujer suspiró esperando esa pregunta hacía mucho tiempo.

–Kaeya, necesitas descansar.

Se levantó de su lugar ante la mirada curiosa del contrario. Gruñó una vez más guardando su frustración, ella por su parte sonrió ampliamente y se despidió cerrando la puerta muy lento.

Cerró sus ojos por un momento y al abrirlos siguió su camino escaleras abajo siendo recibida por las chicas del lugar bastante animadas realizando su trabajo como cada día y ligeramente expectantes de recibir una noticia sobre el estado de Kaeya. Por supuesto que la jefa no iba a mencionar nada relacionado con ambos protegiendo así lo que se debía resolver con el tiempo.

La cabellera rubí de Diluc resaltó por el lugar presenciando su llegada y juzgando que hecho de que su cabello cayera por sus hombros indicaba el que se haya enfrentado en una batalla que le provocó soltarse el cabello. Caminó a la jefa criada y sin decir una sola palabra, le siguió hasta la oficina siendo hipnotizada una vez más por ese hermoso color rojizo. Ella pronto cerró la puerta detrás de ella observando como su maestro se movía de un lado a otro buscando algo en específico.

–¿Sucedió algo?

–Las puertas laterales de Mondstandt fueron atacadas casi al mismo tiempo y los inútiles llamados caballeros estaban paralizados en su maldito lugar... –murmuró lo último demostrando su molestia. –Por culpa de ese contratiempo, he perdido información valiosa de los involucrados. Maldita sea.

–¿Quiere que le ayude a buscar, maestro?

–Olvídalo, dime si le dijiste al idiota de Kaeya lo que te ordené.

–Sí –respondió enseguida juntando sus manos frente a ella. –, le indiqué cómo debe tomar las hierbas y tratarse la herida.

–Bien, puedes irte.

Al estar fuera, una sonrisa se formó en el rostro de la mujer en una mezcla de felicidad y temor por no haber seguido al pie de la letra las indicaciones y haber hablado de más sobre él en su ausencia con Kaeya.

Pero una parte de ella sentía haber hecho lo correcto o eso esperaba.

redbook ➵ dilucxkaeya (genshin impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora